Los humanos como el resto de seres somos interdependientes. Desde el nacimiento hasta la muerte pasamos muchos momentos en los que si no fuera por el cuidado de los demás no sobreviviríamos. También somos ecodependientes, ya que para sobrevivir necesitamos establecer una buena relación con la naturaleza y nuestra vida también depende de cómo nos comportemos con ella, pero hemos asistido y estamos asistiendo a un modelo social que prima el beneficio y la ganancia por encima del bienestar, que opta por la competividad y el éxito individual por encima de la colaboración entre las personas y de éstas con el resto de los seres vivos. Una forma de hacer totalmente opuesta a responsabilizarse para cuidar la vida, un aspecto básico tanto por la buena conservación del Planeta como para nuestra felicidad. En un reciente informe de la revista Nature, un buen grupo de científicos han avisado de que ya hemos sobrepasado 7 de los 9 aspectos básicos para mantenernos en el Planeta. ¿Debemos continuar por este camino? Hasta ahora los cuidados para la vida, tan necesarios y tan poco reconocidos, han sido llevados a cabo, en gran parte, por las mujeres que han desarrollado una sabiduría y un legado muy necesario para mantener la vida, pero el sistema patriarcal y económico dominante ha invisibilizado estas tareas, puesto que lo que lo que no es rentable en términos de mercado no interesa, y las ha llevado a la marginación por un coste 0€ o por un valor escaso. Sin embargo, los cuidados para la vida es lo que nos permite y nos permitirá vivir y sobrevivir tanto como especie como personas.
A menudo, la escuela ha seguido los modelos sociales y los valores dominantes y ha olvidado e invisibilizado, mejor dicho, no ha tenido presente un aspecto tan importante, básico y urgente, como es «educar para cuidar la vida». Una práctica por la que se abre un importante campo educativo a recorrer, ya que es necesario poner los cuidados y su conocimiento y práctica en todos los ámbitos educativos.
Puesto que las personas somos tan interdependientes como ecodependientes habrá que desarrollar valores y capacidades como la solidaridad, la empatía, la autoestima, la participación, las relaciones con la naturaleza, la justicia ecológica… y en todo lo que ha significado el mantenimiento de la vida (desde parir, criar, alimentar, amar, cuidar la tierra…). Estos valores para evitar educar para el triunfo, pensando en que seremos unos “superhéroes” o “superwomen” –aspectos que a veces vemos muy arraigados en el pensamiento de ciertas familias y escuelas– al contrario para ser conscientes de nuestra fragilidad e interdependencia.
También cuidar las relaciones entre los alumnos y alumnas introduciendo actividades que ayuden a mostrar las cualidades positivas, compartir momentos importantes de su vida como la muerte de un familiar, el nacimiento de un hermano… actividades de apoyos mutuos como qué hacemos con compañeros que han sufrido un desahucio. Para llevar a cabo estas actividades nos ayudará mucho introducir momentos tanto de reflexión y toma de decisiones colectivas como de meditación, de silencio, de encuentro con la naturaleza y con uno mismo.
Pero el compromiso y la opción para “educar para cuidar la vida” debe ir más allá del espacio y del grupo clase, debe abarcar todos los aspectos de la vida escolar desde las relaciones entre el profesorado, las relaciones con las familias hasta el cuidado de los propios espacios. Por lo que respecta al profesorado es importante tener tacto en la cotidianidad del trabajo, demostrar empatía, respeto o atención hacia los compañeros, huyendo de paternalismos y, si es necesario, crear fondos comunes o cajas de resistencia, tener momentos de celebración y de bienvenida hacia los nuevos compañeros del claustro. Es importante que en la escuela los cuidados sean multidireccionales: todos somos cuidadores y todos aprendemos de todos y todos debemos cuidar de todos, los alumnos también son cuidadores. En algunas escuelas han llevado a cabo el acompañamiento de alumnos por otros mayores, una experiencia que es una buena muestra de atención y acogida por parte de sus compañeros.
Otro aspecto importante es cómo cuidamos nuestro entorno, en los espacios de la propia escuela: la limpieza, la creatividad, el cuidado de los patios con flores, parterres, árboles y el pequeño huerto, todo cuidado por los alumnos nos ayudan a cuidar lo más inmediato y en responsabilizarnos todos juntos del bienestar escolar. Esta responsabilidad en el cuidado del día a día de la escuela debería formar una parte importante del proyecto educativo del centro. Algunos movimientos educativos como el del MST (Movimientos de los Trabajadores Sin Tierra) de Brasil, así lo entienden.
Cuidar no es sólo algo que debemos hacer siempre de cara a cara, también nos hemos de preguntar, ¿qué pasa más allá de la escuela? Si queremos educar para una sociedad que cuide la vida habrá que abrir las puertas de la escuela e introducir conocimientos sobre los cuidados que no se pueden hacer de manera individual y que necesitan una organización colectiva como la atención a la gente mayor, a las personas más dependientes, los servicios de salud, la educación para todos, el cuidado de la tierra y también conocer las reivindicaciones por una mejor calidad de vida para todos como el derecho a una vivienda digna, a una alimentación sana o cómo son los servicios de salud, de educación, el por qué de las desigualdades sociales o revisar el tipo de vida que con demasiada frecuencia llevamos que comporta una falta de tiempo, de energías y de espacios para tener y tenernos cuidados . También hay cuidados que tienen que ver con la justicia, con las leyes que generan discriminación o malos tratos y promover respuestas activas por parte de la escuela.
Pero para “cuidar la vida” debemos saber cómo está el Planeta. ¿Qué ocurre con la pérdida de la biodiversidad, a la que se debe la crisis climática, cómo gestionar los recursos básicos…? y ¿qué consecuencias tiene todo por la vida? A partir del conocimiento y del debate promover respuestas activas entre los alumnos como la creación de pequeñas comunidades energéticas en el centro, participar en el cuidado de nuestros ríos y bosques, saber con qué fines se gestiona y explota la tierra y el territorio teniendo en cuenta la calidad de vida de los seres vivos que habitan, qué significa la justicia ecológica y compararlo con el daño que se está haciendo en el Planeta midiendo el consumo anual y su capacidad de reciclar – actualmente la huella de consumo que debería ser por un año se consume ya en julio. Lo que consumimos y estropeamos el resto del año corresponde a una parte negativa de la que la Tierra ya no podrá recuperar con las correspondientes consecuencias para las generaciones futuras – pueden ser unas buenas actividades para que los alumnos aprendan a pensar globalmente y a actuar localmente.
Abriendo esta ventana al mundo no podemos esconder la repugnante realidad de las guerras como una realidad presente en nuestra sociedad. Una educación para “cuidar la vida” no puede olvidar esta realidad y es necesario educar para posicionarnos. Es necesario que tengamos conocimiento de los intereses que hay, las injusticias y el dolor humano que provocan, pero también el conocimiento de los movimientos que promueven respuestas no violentas como una opción valiente para “cuidar la vida”.