No recuerdo exactamente cuándo ni cómo supe de la existencia del modelo de ApS (actividad de aprendizaje y servicio). Lo que sí recuerdo es que pensé que todo lo que estaba oyendo, o leyendo, sobre APS podía referirse a la experiencia de hacer teatro.
El teatro es un juego donde se fricciona la realidad para tomar conciencia. Hacemos teatro para explicarnos el mundo y explicar cómo nos posicionamos en relación con la realidad que nos rodea. El trabajo del intérprete para crear un personaje requiere observación minuciosa y análisis de las emociones y de cómo las expresamos a través de la posición corporal, de la energía invertida en cada movimiento, de la modulación de la voz, del gesto, de la mirada… y en este proceso descubrimos las posibilidades de nuestro propio cuerpo, de nuestra energía y de cuáles son las emociones que mueven nuestras acciones. Aprendemos a mirarnos y a mirar a los demás. En el proceso de creación de una pieza escénica aprendemos también sobre la necesidad de trabajar en equipo. Podemos decir, por tanto, que el teatro es una actividad de aprendizaje.
Sabemos que no existe teatro si no se dirige al menos a un espectador. Hacemos teatro para el público, para la comunidad, en algunos casos sólo para entretenerla y a menudo para compartir nuestra visión sobre las cuestiones que nos afectan, para entender de dónde venimos, dónde estamos y dónde quisiéramos estar. El teatro se convierte así en un espacio de compromiso social y político. Un espacio de reflexión comunitaria, proyección de posibilidades de futuro. Y aquí tenemos pues el teatro como actividad de servicio.
Como responsable del Servei educatiu i social del TNC (Teatre Nacional de Catalunya) entendí que debíamos ofrecer a los jóvenes nuestras instalaciones y nuestra experiencia para hacer posible una experiencia de creación teatral de calidad para presentar a público. Sólo esto podría ser ya una ApS. Jóvenes reflexionando a través del teatro sobre su realidad, deseos, dificultades. Pero ¿y si esta reflexión fuera compartida? ¿Y si en lugar de realizar un trabajo de introspección propusiéramos un trabajo de empatía con otras personas con realidades, deseos y dificultades a priori diferentes?
De ahí surgió la idea de poner en relación a un grupo de jóvenes con un grupo de personas en situación de vulnerabilidad, y detrás de la idea llegaron las dudas. ¿Supondría un aprendizaje significativo para los jóvenes? ¿Personas en situación de vulnerabilidad podrían sostener un proceso de creación con adolescentes? ¿Cómo lo recibiría la comunidad?
Tal como estamos acostumbrados a hacer en el teatro, nos guiamos más por la intuición y la voluntad que por las certezas, que no teníamos ninguna, y confiamos en que de la prueba-error obtendríamos una actividad con sentido. En julio de 2020 presentamos en el CRP Les Corts nuestra propuesta de APS. Un proceso de creación artística colectiva con un grupo de estudiantes y un grupo de personas en situación de vulnerabilidad. Los alumnos conocerían la realidad de las personas de este colectivo y juntas trabajarían para romper estigmas a través de un espectáculo de artes escénicas.
Hicimos la prueba con un grupo de alumnos de Instituto Dr. Puigvert y un grupo de adultos con problemas de salud mental de la asociación Arep. Hecha la prueba, no llegó el error. La experiencia resultó profundamente enriquecedora para todos, jóvenes, socios del Arep, equipo del TNC y también para el numeroso público que disfrutó de la presentación del espectáculo titulado Allí donde se pierden las maletas, en la Sala Tallers del TNC. Pero, ¿cómo empezó todo y cuáles fueron las claves del éxito del proyecto?
Una vez aceptada la propuesta, el CRP de Les Corts buscó un centro al que ofrecer la actividad y desde el TNC nos dirigimos al Arep. Yo conocía y había trabajado con la compañía Desconcierto, un grupo de teatro surgido de los talleres del club social de la asociación Arep para la salud mental. El elemento clave que me llevó a buscar a este grupo, aparte de la confianza en su motivación y generosidad, fue la persona que los dirigía. No hay muchos profesionales de las artes escénicas que dediquen su talento al teatro comunitario. Y menos aún que lo hagan como lo hace Pere Borrell, marcando su huella sin imponer su voz, poniendo el foco donde debe ponerse, mostrando la realidad sin tapujos ni disfraces y convirtiendo esta realidad en un producto estético y artístico de calidad.
El grupo aceptó participar en el proyecto con una sola condición. No queremos hablar de enfermedad –dijeron– porque nosotros no somos enfermos. Tenemos problemas de salud mental, pero somos mucho más que eso. Éste debía ser el objetivo del proyecto: dar visibilidad a las personas, más allá de su condición de vulnerabilidad.
Cuando Martí Boneta, director del CRP Les Corts, nos puso en contacto a todas las partes (las profesoras del Instituto Dr. Puigvert que acompañarían el proyecto –Carol Vega y Susana Carreras–, las educadoras de Arep –Patrícia Zamora y Adrià Pulpillo–, Pere Borrell y yo misma) el entendimiento fue inmediato. Decidimos que la primera sesión debía realizarse en el instituto para hablar a los jóvenes sobre salud mental, sobre los estigmas sociales que sufren las personas con problemas de salud mental y para dar a conocer el trabajo de Arep en favor de la autonomía y la dignidad de sus asociados.
La segunda sesión fue clave. Ni los jóvenes tenían muy claro cómo debían tratar a personas de entre cincuenta y sesenta años con problemas de salud mental, ni el grupo de Arep tenía claro si les aportaría algo trabajar con adolescentes. Teníamos que conseguir romper las resistencias iniciales y generar un buen clima de trabajo y confianza, conectarlos más allá de prejuicios y miedos. Las artes escénicas y el juego teatral hicieron su magia y en una sesión ya teníamos un solo grupo de compañeros y compañeras con ganas de jugar y crear.
A partir de aquí, durante el resto de las sesiones fuimos creando desde la nada, aceptando los ritmos diferentes, abrazando las incertidumbres y confiando en la fuerza del grupo. En este proceso fue clave no perder de vista el objetivo, no intentar que los intérpretes parecieran actores/actrices profesionales, sino que pudieran mostrar sus realidades con naturalidad.
Con esta primera experiencia ya tuvimos una estructura que nos ha permitido replicar el modelo y realizar, hasta ahora, los siguientes ApS:
– Allà on es perden les maletes, con el Instituto Dr. Puigvert y Arep para la salud mental.
– Com la nit i el dia, con el Instituto Dr. Puigvert y Arep para la salud mental.
– Proyecto sin presentación final, con el Instituto Les Corts y la asociación Forma21, para la reinserción sociolaboral de personas con adicciones.
– Proyecto en paralelo al espectáculo Moriu-vos, con el Instituto Les Corts y personas mayores del centro cívico Parc Sandaru.
– Proyecto en curso, con el Instituto Rec Comtal y personas con parálisis cerebral de la fundación Aspace.
El teatro ofrece un espacio de ensayo de nuevas relaciones libres de prejuicios, un espacio de creación de un nuevo modelo de sociedad justa e inclusiva, un espacio de juego emocionante y compartido, un espacio de aprendizaje, un espacio de servicio. Continuaremos aprendiendo y continuaremos avanzando con nuevos retos de ApS.