La utilidad y la pertinencia del uso de la tecnología en el aula es un debate antiguo que vuelve a la orden del día cada vez que llegan novedades tecnológicas significativas o disruptivas. Seguramente os sonarán declaraciones de este tipo:
“Una cuestión difícil consiste en saber si esta herramienta debe utilizarse en la escuela primaria y, en caso afirmativo, cómo y qué consecuencias tendrá su uso sobre el conocimiento y la inteligencia de los estudiantes. La postura más fácil y menos arriesgada ante esta herramienta es la prohibición. No faltan argumentos a favor de esta actitud”.
Razonamientos como este podrían aparecer en cualquier artículo, tuit o post actuales hablando, por ejemplo, de la inteligencia artificial. Pero proceden de una revista de la UNESCO de 1979 y hablan del posible uso de la calculadora en la escuela primaria.
Para dar contexto a mis valoraciones, aclaro de entrada que soy docente desde hace muchos años, que formo parte de un proyecto tecnológico en el ámbito educativo además de ser profesor de lengua y que este es el ámbito que conozco. Lo puntualizo porque en este debate no me parece adecuado hablar en términos absolutos, plantear métodos o tecnologías que sirvan para cualquier contexto, ámbito y alumnado. Es más, incluso cuando nos restringimos a una escuela, una materia y un curso, raras veces una misma propuesta funciona igual para todos.
Desde mi punto de vista, la tecnología digital debe ser un complemento más, al igual que otras tecnologías, como el papel, el lápiz, el libro impreso, la pizarra o la calculadora (herramientas que, por otro lado, en algún momento de la historia fueron catalogadas como “nuevas tecnologías”). Como sus predecesores, la tecnología digital solamente debe utilizarse cuando mejore real y honestamente un proceso y lo haga mejor, más rápido, más fácil.
En este sentido, la tecnología digital es especialmente útil en tareas repetitivas que ofrecen poco espacio para la interpretación. Un buen ejemplo de ello en el ámbito de la lengua es la corrección ortográfica.
Si dejamos que la tecnología digital cumpla este trabajo mecánico los docentes ganaremos espacio temporal y mental para otras tareas en las que se aprovecha mejor nuestra experiencia y pericia (y que, al menos de momento, la tecnología digital no puede hacer o no puede hacer igual). Hablamos de acompañar al alumno/a, interpretar y valorar un texto complejo, transmitir pasión, buscar alternativas cuando un proceso no funciona, mirar las cosas con perspectiva, atender necesidades particulares, etc.
Pero se puede ir más allá: una evolución o una segunda fase de esta tarea de corrección puede ser obtener un análisis comparativo de todas las correcciones de un alumno/a para encontrar patrones en sus errores. ¿Para qué? Para poder establecer un diagnóstico detallado de sus principales problemas lingüísticos e, incluso, de sus causas. Este es el objetivo que teníamos en mente el grupo de docentes que creamos Aula Dictapp y por el que creímos que valía la pena el esfuerzo.
¿Qué significa un diagnóstico detallado? Un diagnóstico detallado intenta separar el grano de la paja y puede convertir la sentencia “tienes problemas de ortografía” en “te falta identificar la tilde diacrítica y confundes la b y la v, el resto lo dominas bastante bien” o convertir un “no sabes sintaxis” en “no sabes reconocer el complemento directo porque te falta entender qué son los verbos transitivos”.
Un diagnóstico así sitúa al alumno/a en el camino: le dice en qué punto está, por dónde debe seguir, qué parte ha asimilado y qué parte le queda por aprender. Siempre resulta más transparente y alentador un “te falta integrar tal y tal punto” que un genérico e implacable “no sabes”. De este modo obtiene una comprensión clara de sus puntos fuertes y débiles y adquiere herramientas para asumir la responsabilidad de su propio proceso de aprendizaje. En general, quien tiene ganas de mejorar necesita saber en qué aspectos falla.
Ya sabemos que los conocimientos previos son determinantes para aprender. Por eso tener claro cuál es el nivel ortográfico de cada alumno y asegurarnos de que sabe aquello que damos por supuesto es imprescindible para saber sobre qué construir, cuáles son las nuevas conexiones que puede establecer. En definitiva, el diagnóstico es fundamental para lograr aprendizajes significativos de manera eficaz. Y de ahí el porqué de nuestra propuesta.
Gracias a este diagnóstico, el docente obtiene información de calidad para intervenir de manera más precisa y eficaz individualmente o en grupo y este es uno de los principales beneficios que reportan los docentes usuarios de Aula Dictapp: si se aligera significativamente el proceso de diagnóstico (que a menudo requiere muchas horas) el docente puede concentrarse en buscar soluciones, tarea en la cual se aprovecha mucha más su experiencia.
En definitiva, un diagnóstico claro y preciso de las dificultades del alumno/a resulta determinante para mejorar la eficacia del trabajo del docente y del alumnado. Conocer bien el problema permite orientar las clases de manera mucho más eficaz.
Evidentemente, este planteamiento no tiene ningún sentido si el diagnóstico no es riguroso y fiable. Es todo un desafío que ha requerido un enorme esfuerzo y la mejor combinación de conocimientos de filología y tecnología con la experiencia en el aula, pero que, desde Aula Dictapp, ha valido la pena afrontar.