Durante años, cursar un MBA ha sido sinónimo de éxito profesional. Un título que abría puertas y ofrecía un camino directo hacia la alta dirección empresarial. Sin embargo, el auge de la formación privada, la competencia entre escuelas de negocios y el crecimiento global del sector han convertido a los MBA en España en algo más que un programa académico: un producto educativo que combina aspiración profesional, prestigio y rentabilidad.
Un título que mantiene su valor en el ámbito laboral
En España, al igual que en buena parte del mundo, tener un título universitario ya no es garantía de tener un empleo estable. Según datos del Ministerio de Universidades, casi tres de cada diez graduados seguían sin trabajo cuatro años después de terminar sus estudios. Esa realidad ha impulsado la búsqueda de masters capaces de mejorar la empleabilidad, y el MBA mantiene una posición privilegiada entre los programas más demandados.
Los datos lo respaldan. De acuerdo con el Ranking FSO 2024, el 95 % de los titulados en MBA online consiguió empleo en apenas cinco semanas tras finalizar el programa, con un incremento salarial medio del 22,7 %. Las cifras explican el atractivo de esta formación: combina estrategia, finanzas, liderazgo y análisis de negocios, y está pensada para profesionales que aspiran a gestionar, emprender o asumir funciones de dirección.
El valor del MBA no reside solo en adquirir conocimientos sobre técnicas para dirigir una empresa o área funcional. También en la red de contactos que se genera entre compañeros, docentes y antiguos alumnos. En este sentido, un buen número de escuelas de negocios han hecho los deberes: la empleabilidad depende tanto de una formación excelente e innovadora como del acceso a esa comunidad profesional. Por eso, muchas empresas siguen considerando el Máster MBA como una credencial decisiva para escalar a los puestos de mayor responsabilidad.
La otra cara del prestigio
A medida que crece la oferta, también aumentan las dudas y cuestionamientos. ¿Por qué estudiar un MBA resulta tan caro? ¿Realmente la mejora profesional compensa la inversión económica?
En España, el precio de estudiar un MBA puede oscilar entre 3.000 euros en una universidad pública y más de 100.000 euros en escuelas de élite. Una diferencia que deja claro que el MBA se ha convertido también en un producto de mercado, al alcance de aquellos con capacidad de pago para asumir los precios de la matrícula o acceder a financiación.
Según un estudio citado por Tomorrow’s MBA 2025, elaborado por CarringtonCrisp y EFMD, el 32 % de los potenciales alumnos descarta matricularse por el precio, y otro 30 % duda de que el retorno económico compense. La escasez de becas agrava el problema y plantea una cuestión de fondo: el acceso a la formación de calidad sigue siendo desigual.
A estas críticas se suma otra más profunda: la homogeneización del pensamiento empresarial. Muchos programas siguen los modelos de las grandes escuelas de negocios anglosajonas, donde se prioriza la eficiencia -reducir costes y aprovechar al máximo los recursos- y la rentabilidad inmediata, es decir, obtener beneficios rápidos, aunque sea a costa del desarrollo a largo plazo. El economista Daron Acemoglu señalaba en un informe del NBER (National Bureau of Economic Research) que las empresas dirigidas por ejecutivos con MBA tienden a aplicar estrategias de reducción de costes sin mejorar la productividad o la inversión a largo plazo. “Se enseña a pensar igual”, advertía, “y eso puede ser rentable para unos pocos, pero no necesariamente para todos”.
Tampoco faltan dudas sobre la necesidad del MBA para ciertos perfiles. En el ámbito tecnológico, por ejemplo, abundan los emprendedores de éxito sin formación directiva formal. La experiencia práctica, la agilidad digital o la capacidad de innovación pesan, en muchos casos, más que el diploma.
Nuevos formatos para un nuevo tiempo
Lejos de perder relevancia, el MBA se adapta a los nuevos tiempos. Las escuelas de negocios han entendido que el mercado tiene otro tipo de demanda: programas más flexibles, cada vez con mayor especialización y con impacto social. La formación generalista cede terreno a los MBA centrados en tecnología, sostenibilidad, datos o transformación digital.
Los temarios se renuevan para incluir contenidos sobre inteligencia artificial, liderazgo ético y responsabilidad corporativa y la modalidad online o híbrida ha dejado de ser una opción secundaria frente a la modalidad presencial. Un artículo de El País reveló que solo el 19 % de los futuros estudiantes planea estudiar el máster en el extranjero, frente al 39 % del año anterior. Estos datos evidencian que los estudiantes de un MBA valoran más la flexibilidad que ofrece un programa compatible con el trabajo, la familia y la ubicación personal que el prestigio de estudiar en una institución internacional.
En el caso de España, este cambio se vincula con otro fenómeno: la expansión constante de la educación privada. Aunque las universidades públicas mantienen la mayor parte del alumnado, la oferta formativa privada ha crecido de forma sostenida durante la última década. Hoy existen más de cuarenta universidades privadas -muchas de ellas escuelas de negocios o centros especializados- y en comunidades como Madrid, Cataluña o Valencia ya superan en número a las públicas. Según datos recogidos en este artículo de El Diario de la Educación cerca del 30 % de los estudiantes cursa sus estudios en instituciones privadas, una cifra que refleja el avance de la formación en centros privados dentro del sistema universitario español.
Las grandes escuelas de negocios españolas mantienen una posición destacada en los rankings internacionales MBA, pero las matrículas de seis cifras muestran también el reverso del modelo: una educación de excelencia que, en muchos casos, sigue siendo inaccesible para la mayoría.
Entre la oportunidad y la desigualdad
El MBA simboliza las tensiones de la educación superior actual. Por un lado, representa la promesa de una carrera ascendente y, por otro, la evidencia de que el conocimiento se ha convertido en un bien de mercado.
El prestigio de los títulos Máster en Dirección y Administración de Empresas se sostiene porque funciona: mejora la empleabilidad, amplía contactos y fortalece la confianza profesional. Además de todo lo anterior, alimenta una industria que compite por vender formación del más alto nivel a precios de lujo.
El desafío para las instituciones universitarias pasa por mantener el rigor académico sin perder la mirada crítica. Los MBA seguirán teniendo alto valor siempre y cuando logren equilibrar rentabilidad con propósito, teoría con prácticas éticas, y excelencia con acceso.
Como recordaba un académico en una entrevista para El País, “la universidad no debe limitarse a formar trabajadores, sino ciudadanos con conciencia crítica”. Esa idea resume el reto pendiente: que el MBA no sea solo un trampolín para el éxito individual, sino también un espacio donde repensar qué tipo de liderazgo necesitan las empresas y las naciones en el mundo para perdurar marcando la diferencia.

 
		
 
	
	 
															 
															 
															 
															