Guerras, inundaciones, hambrunas, tifones, incendios…cualquiera de estas catástrofes es un cambio radical para la vida de las personas, pero especialmente la de los niños y niñas. Pierden todo aquello que tienen y que forma parte de su pequeño mundo, lo que también incluye su educación.
En las crisis humanitarias, el derecho a la educación es de los primeros que se pierden y de los últimos que se recuperan. A día de hoy, 224 millones de niños, niñas y adolescentes ven afectado este derecho por culpa de una emergencia, de los cuales 72 millones no están escolarizados, según Education Cannot Wait. Las consecuencias no son solo para la infancia, sino para toda la sociedad, tanto en el presente como en el futuro. No poder ir a la escuela y retomar los estudios implica que solo 1 de cada 10 acabará la primaria.
Y no solo eso. En contextos especialmente hostiles, poder asistir a un centro educativo es, también, asegurar la protección de la infancia. Porque en la escuela están en un lugar seguro, protegido, mientras que fuera, aumenta el riesgo de ser víctimas de violencias como el trabajo infantil, la trata, el matrimonio infantil u otras muchas. Es, además, el lugar en el que niños y niñas que viven en contextos de emergencia humanitaria pueden estar con sus amigos y amigas, jugar y compartir sus experiencias, todo ello mientras se les da ese apoyo emocional tan necesario. La escuela es, pues, el lugar en el que recuperar algo de aquella antigua normalidad perdida.
Esta es la realidad de millones de niños y niñas en el mundo, de países como Ucrania, Gaza, Filipinas, Burkina Faso, Níger… Pero también es una realidad que se ha vivido en España con la pandemia de la COVID y, más recientemente, con la DANA. El cambio climático ha llegado para quedarse. Vivimos en un contexto global de fenómenos meteorológicos extremos cada vez más intensos y frecuentes. Y aunque hay países, como España, que han empezado a dar pasos para garantizar la educación en caso de emergencia, aún hay mucho camino por recorrer. Por eso hoy, Día Internacional de la Educación, cabe recordar, una vez más, que este es un derecho, también en tiempos de crisis porque la educación cura. Y es importante garantizarlo con apuestas políticas decididas y planes concretos que vayan acompañados de recursos. Cuando la escuela cierra – por conflicto armado, por un huracán, por lluvias torrenciales… – la educación tiene que continuar.