Nos decían también (y esto nunca, doy mi palabra, lo dije en mis clases) que el periodismo debe ser objetivo, que la meta es la objetividad. Que contamos la verdad. Algunos crecimos viendo un telediario que terminaba con la frase de: “Así son las cosas y así se las hemos contado”. El periodista y escritor Martín Caparrós señalaba, en una entrevista, respecto a la objetividad: “Los editores dejaron de decir la palabra objetividad porque les daba vergüencita… No existe la objetividad de un relato. En última instancia una noticia es un relato que un sujeto hace”. Y añadía: “Hay que ser subjetivos y decentes. Como no hay más cojones que ser subjetivos, hagámoslo de forma decente”.
Escuché también, en más de una ocasión, siendo estudiante, que el periodista debía escribir “como si el lector fuera tonto”. El profesor trataba, con este enunciado, de convencernos —deduzco— de la importancia de escribir con claridad, precisión, sencillez y concisión. Todas, sin duda, características muy necesarias en el periodismo. Sin embargo, el lector no es tonto y tonto sería quien así lo creyera. Partir de esa hipótesis es lamentablemente malinterpretar la misión del periodismo y envilecer su importante fusión social.
También nos decían que el periodista definía la agenda temática, los temas de los que hablaría la sociedad. Internet, sin embargo, dinamitó la vetusta teoría de la Agenda Setting de Maxwell McCombs. Almorcé con él hace unos años en Monterrey (México), pero no me atreví a sacarle el tema. Ahora —por suerte o por desgracia— el lector decide lo que lee. Dice Martín Caparrós que para entender la crisis del periodismo basta ver las listas de las notas “más leídas”.
Durante toda su historia —añade—, el periodismo no había sido tan esclavo como hoy día de los datos, los indicadores, los clics y esa macabra lógica del rating. Y remata invitando a los periodistas a ir “contra el público”. Pero en las aulas y en los libros nos dijeron muchas veces que los medios debían informar al público sobre aquellos temas que interesaban al público. Esto es: Había o hay asuntos que son de interés para los lectores. ¿Cuáles son esos temas? La reflexión de la ex directora de El País, Soledad Gallego-Díaz, es contundente: “Los medios, para ser medios que cumplan su función, deberían tener sus propias agendas. Deberían ser los medios los que indiquen a los ciudadanos dónde está realmente su interés, en qué temas se tienen que fijar porque allí se juegan realmente algo importante para la ciudadanía. Pero muchas veces los medios son incapaces de hacer eso”.
Quizás porque es muchas cosas a la vez. O porque no es solo una en concreto. Informar, formar y entretener. Junto o por separado. Aunque, a veces, muchas veces, todo el foco se ha ido al entretenimiento. Incluso algunos llegaron a hablar de ciudadanos periodistas. Llorenç Gomis consideraba (y explicaba en su libro Teoría de los géneros periodísticos) nuestra profesión como un método de interpretación de la realidad. Matizaba que dicha interpretación posee una doble faceta: implica entender, primero; y expresar, después. “Si el intérprete entiende mal; expresará mal”, precisaba. Sin embargo, la expresión será, en último término, lo que nos permita dilucidar si el periodista lo entendió correcta o incorrectamente. La realidad que interpreta el periodista es —para Gomis— una realidad social. Esa interpretación es sucesiva; siempre es o está incompleta. Esa realidad social —prosigue— es lo que llamamos actualidad. “Periodismo es el acto de decidir qué se dice al público de todo lo que ha pasado últimamente”, concluye. El periodista decide que explicará y que no explicará a los lectores. Y esto es, cuanto menos, una gran responsabilidad. Y algo muy subjetivo.
Es difícil definir este oficio y es difícil ponerlo en práctica
El periodista Ryszard Kapuściński señalaba que “el trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse”. Sus palabras hacían énfasis en el importante rol del periodismo como medio de denuncia social. Los periodistas poseen, en este sentido, la misión de revelar e identificar problemas, advertir de su llegada y denunciarlos a través de sus diferentes “textos” y de sus plataformas. A ellos les corresponde informar y formar a toda la ciudadanía del qué, el porqué, el cuándo, el dónde y el cómo de cada uno de ellos. Para conseguirlo, no son suficientes las cifras, los porcentajes o las declaraciones. Es imprescindible un periodismo de contexto y, al mismo tiempo, de soluciones. El mismo Kapuściński decía que la mejor forma de conocer el mundo es hacer amistad con el mundo. “Existe una conexión entre nuestro destino personal y la presencia de miles de personas y cosas de cuya existencia no sabíamos o no sabemos nada y que pueden influir, de hecho, influyen”, matizaba. Esta primera reflexión nos invita a concebir el ejercicio periodístico como parte de una gran conversación entre nosotros (periodistas) y nuestro entorno. El periodismo está y debe estar conectado con el planeta, con lo que sucede en el planeta y con las personas que viven en el planeta. Caparrós añadía que el periodismo que “merece la pena nos pone en la piel del otro”. De nuevo, la alteridad, el viaje a lo ajeno y la búsqueda de historias de vida, historias de personas.
Por su parte, la reportera Rosa María Calaf, con una larga trayectoria como corresponsal en la región Asia-Pacífico, considera que estamos entretenidos, pero no informados, comentaba en una entrevista que “se están creando sociedades muy banales, muy dirigibles y muy asustadizas: con miedo a lo desconocido, al riesgo, a perder lo que tienes”. Y añade: “Una sociedad asustada tiene muchas dificultades para defender sus derechos”.
David Jiménez, autor de varios libros de viajes (El lugar más feliz del mundo o Hijos del Monzón, entre otros) y de El director (que presenta un retrato íntimo de las encrucijadas éticas que vivió siendo director del periódico El Mundo), advierte que “en España el periodismo está herido de muerte”. Jiménez insiste en que debe existir un pacto con el lector: “hay una diferencia muy grande entre buscar la verdad y contar tu verdad”. Esto es: el periodismo debe identificar, analizar y contar los cambios sociales que se producen en el seno de nuestras sociedades.
Periodismo: personas
El periodismo tiene (o tendría) que escuchar a las personas, tiene (o tendría) que interesarse por las personas (de todo el planeta) y tiene (o tendría) que ser capaz de construir sus propias agendas temáticas a partir de las transformaciones de la sociedad más allá de las presiones políticas, económicas o de otros grupos de interés. Se trata, en último término, de un desafío complejo, profundo y muy necesario. Para lograrlo, los periodistas deben de atesorar una serie de habilidades y competencias. Es fundamental cultivar una especial sensibilidad para observar y contar el mundo. El periodista debe conocer, entre otros, conceptos que apenas se estudian en nuestras facultades como “cliché”, “tópico”, “estereotipo”, “prejuicio”, “alteridad”, “relativismo cultural”… Pero también otros quizás más comunes como el de “cultura”. Y desde éste, entender qué significan y qué suponen los procesos de “endoculturación” o “enculturación”. También, muy especialmente, los de “aculturación” y “deculturación”. Y más: “etnocentrismo”, “relativismo cultural”, “nuevos racismos”, “género”, “machismo”, “alteridad”, “multiculturalidad”, “interculturalidad”, “empatía”…
El trabajo del periodista será el de buscar historias y, en todas ellas, ubicar al ser humano en el centro del relato. También, por descontado, podemos reflexionar sobre esa delicada palabra: verdad. Pero sabiendo que, como la utopía y el horizonte de Galeano, es inalcanzable. El problema ocurre cuando los periodistas (muchas veces, de forma premeditada) y los ciudadanos (muchas veces, por carecer de una sólida alfabetización mediática informacional) confunden información con opinión. Siempre comenté, con ironía, a mis estudiantes que la verdad era mejor buscarla en la facultad de Teología. (Quizás allí tampoco la encuentren. Quién sabe). En la nuestra, los objetivos son otros.
Contamos lo que sucede para que lo lean, escuchen o vean los que no estaban allí. Pero también los que sí estaban y, en tantas ocasiones, no lo entendían. Son muchas las historias de ciudadanos de un país que se enteraron de lo que pasaba en sus gobiernos, en sus ciudades, en sus calles o en sus mercados a partir de lo que explicaban los medios de otros países. Pero ¿es útil siempre lo que contamos? Maruja Torres dice que “los periodistas sirven para contar lo que pasa a quienes no están allí. La pregunta sería para qué sirve lo que pasa”.
Imprescindibles
Los periodistas son imprescindibles para explicar qué sucede, para contextualizar lo que ocurre y para ofrecer a la ciudadanía herramientas, recursos y “lecturas” que les permitan construir su propia visión y opinión de lo que ocurre en el mundo. Los periodistas no son, por tanto, creadores de certezas. Tampoco, serán siempre quienes poseen las respuestas. Sus principales instrumentos de trabajo son, justamente, las preguntas. La tarea del periodista es, cuanto menos, compleja. Y lo es todavía más en un “territorio” donde todos pueden, gracias a la tecnología y al ciberespacio, convertirse en emisores de mensajes. En un foro académico, a principios de 2020, Iñaki Gabilondo abogaba por un periodismo que trabajara con «decencia y tiempo», considerando esta como la mixtura idónea para conseguir una sólida “solvencia informativa”. Gabilondo, utilizando el valor que posee el agua en cualquier escenario afectado por un desastre natural, apuntaba que, en ese tipo de situaciones, el agua potable es lo primero que desaparece. Y añadía que hoy día, debido a la infoxicación, «hay tal torrente de información que lo primero que se gasta es la información potable».
Es difícil definir este oficio. Es difícil ponerlo en práctica. Y es difícil delimitar territorios y, más difícil, colgar etiquetas; apellidos o especializaciones. A lo mejor, somos nosotros, otra vez, empeñados en complicarlo todo. Otra vez, rizando el rizo. Esquivando la esencia. Huyendo de lo realmente importante. Leila Guerriero, otra vez, lo explica con claridad. Son palabras que rompen. Y otra vez, parece muy sencillo: “Ir, ver, volver y contar”. Eso es periodismo. Necesita, por descontado, de otras disciplinas. Pero es muy importante y muy necesario que aquellos que lo hacen y aquellos que lo enseñan sean, especialmente, periodistas.