En España viven 2,7 millones de menores de 18 años en situación de riesgo de pobreza y exclusión. Uno de cada tres niños, niñas y adolescentes. Y aunque sus familias hacen lo que pueden, un 34,1% no puede permitirse ni una semana de vacaciones al año. Además, casi un 20% vive en hogares que no están bien acondicionados para mantener la temperatura adecuada. Sin poder irse fuera a pasar unos días de vacaciones, pasando calor, muchas veces solos y solas porque sus padres y madres están trabajando, puede que la única compañía de miles de niños y niñas sean las pantallas.
Es por ello que desde Educo reivindicamos el papel fundamental de las colonias y campamentos de verano. En estos espacios, la infancia más vulnerable tiene la posibilidad de participar en actividades educativas y de ocio, salir de su ciudad, explorar nuevos sitios, divertirse y, cuando acabe el verano, tener la sensación de haber disfrutado de unas auténticas vacaciones. Cuando vuelvan a la escuela en setiembre, podrán contar todas las aventuras vividas en los tres meses de verano.
No solo eso. Participar en colonias y campamentos de verano permite asegurar la alimentación de los niños y niñas más vulnerables. Las entidades sociales que las organizan ofrecen al menos una comida completa y nutritiva y, en ocasiones, también el desayuno y la merienda. Cuando llenar la nevera es un 40% más caro que hace tres años, saber que tus hijos e hijas tienen asegurada su alimentación mientras disfrutan de las actividades de ocio es un alivio para muchas familias.
El problema es que poder formar parte de estas actividades no está al alcance de todo el mundo por su coste. Para la infancia más vulnerable hay pocas plazas gratuitas y no cubren todos los días de verano. Además, a veces no incluyen la comida. No poder disfrutar de las vacaciones tiene sus consecuencias en el bienestar y la educación de los niños y niñas de entornos con más dificultades económicas. Porque la educación va más allá de las paredes del aula. Si no existe la posibilidad de disfrutar del verano, de participar en actividades deportivas y de ocio o de jugar, las brechas educativas se hacen más evidentes y las desigualdades crecen. Y cuando empieza el nuevo curso escolar, a los niños y niñas que no han tenido esta oportunidad les cuesta adaptarse a la rutina, están más apáticos y pueden acumular un retraso de semanas o incluso meses en el aprendizaje tras el verano.
Esta situación está dejando a la infancia más vulnerable atrás, en el vagón de cola. Por todo ello es necesario tomar medidas urgentes y efectivas si no queremos que se repita lo mismo el próximo verano. Medidas como que una alimentación sana y nutritiva esté asegurada los 80 días de verano o que haya más plazas gratuitas ayudarían a reducir las diferencias. Y, sobre todo, permitirían a esos miles de niños y niñas en situación de vulnerabilidad tener unas auténticas vacaciones y crear esos recuerdos que los acompañarán como personas adultas.