No es el sueño de una noche de verano, aunque a algunas personas les interese creerlo y hacerlo creer. No es el sueño de una noche de verano, aunque Gerardo Echeita así se lo cuestione en una de sus publicaciones, de referencia obligada. La educación inclusiva de verdad, la que no está adulterada, descafeinada o disfrazada no es una ilusión. Esa que inequívocamente tiene lugar en un centro educativo ordinario, común o regular, porque compartir espacio claro que importa. Esa en la que niños, niñas y adolescentes de todos los colores, tamaños, condiciones y cunas, conviven y aprenden juntos en espacios amables con la infancia, donde se respeta a cada uno por ser humano y se le da la oportunidad de desarrollarse y crecer con el resto… Es una realidad, no es un sueño y podemos atestiguarlo porque lo hemos vivido.
Esa escuela está creándose cada día en muchos lugares del mundo, incluido España. Es una escuela viva que crece y se alimenta de derechos, de ciencia, de ética, de buenas prácticas y sobre todo de humanidad. Se elabora como una artesanía, con cuidado y mimo, con arte y pericia, con experiencia y sin perder la capacidad de asombro. Se desarrolla con valentía, con firmeza en las convicciones democráticas, y con un trabajo esmerado de diálogo, de relación cercana, de pausa e interrupción en un mundo demasiado acelerado, dominado por prescripciones sin sentido y obsesionado por el control.
Estamos dejando de ser un centro de educación especial
Como centro de educación especial tenemos la enorme suerte de ser testigos del germen de esa escuela en nuestro entorno más cercano, Almansa y su comarca, que aglutina a diez localidades con una población de casi unos 47.000 habitantes. Nuestro centro lleva varios años inmerso en un proceso de transformación hacia centro de referencia y apoyo a la escuela ordinaria, como promueve la LOMLOE en su disposición adicional 4ª, que tiene sus inicios en un proceso interno de revisión que comienza nuestra entidad, ASPRONA, hacia el año 2013.
En los últimos siete años hemos trabajado junto a las escuelas de nuestra comarca –22 centros educativos en total de las etapas infantil, primaria y secundaria– como Servicio de Asesoramiento y Apoyo Especializado (SAAE), bajo el marco normativo de una orden del año 2016 que regula nuestras actuaciones. Hemos logrado que en estos años la matrícula de nuestro centro haya pasado de 22 alumnos a 12, y que en el presente curso escolar 2024-25 no haya ningún alumno ni alumna de la etapa de primaria en nuestras aulas. De esos 12 alumnos actuales matriculados, ocho lo hacen en modalidad combinada con diferentes centros de secundaria. Tenemos 44 demandas de apoyo registradas de los centros escolares a los que damos cobertura como servicio; siete procesos de tutorización que están permitiendo colaborar con los centros para identificar barreras a la inclusión y la implementación de medidas para evitar así el cambio de modalidad de escolarización para este alumnado, haciendo posible, con muchos retos y desafíos, que la educación inclusiva sea una realidad. Llevamos a cabo formaciones y capacitaciones con los claustros docentes y familias en diferentes materias de carácter técnico, centrando esfuerzos en cambiar miradas.
38 alumnos y alumnas están recibiendo actuaciones del SAAE este curso en diferentes formas, desde el asesoramiento a los equipos docentes y de orientación de los centros, especialistas, tutores y tutoras, y familias, hasta apoyos directos en acompañamiento en aula durante periodos que oscilan desde varias semanas a meses, incluso varios cursos escolares. Todo ello depende de las necesidades de las aulas apoyadas y del compromiso por la inclusión de los docentes, lo que implica un importante esfuerzo organizativo en nuestro centro para poder dedicar maestros y maestras que colaboren en estas aulas con diferentes tipos de apoyos, configurados en función de las necesidades del aula, del docente, del contexto en general.
Estos logros nos llenan de esperanza y satisfacción por el camino emprendido, lleno de aprendizaje junto a las comunidades educativas de los centros, y están recibiendo reconocimiento a través del cariño y la valoración de la comunidad, publicaciones como experiencias de buenas prácticas, premios nacionales y participación en diferentes jornadas y congresos. Sin embargo, todo ello se ha visto empañado en las últimas semanas por la falta de apoyo de la administración educativa de Castilla-La Mancha. A pesar de haber sido informada de nuestra situación en diferentes reuniones con la Consejería de Educación y de haber solicitado una fórmula que regule nuestras actuaciones y nos permita seguir avanzando en nuestro proceso de transformación, acaba de desarrollar una renovación de concierto educativo que, por falta de alumnado, condena al centro a perder una de las cuatro aulas concertadas, lo que supone un 25 % de todos los recursos de especialistas. Esto pone en riesgo todo el proceso de transformación emprendido, así como el sostén de los procesos de educación inclusiva que están viviendo tantos niños, niñas y jóvenes.
La falta de compromiso de la Administración se ha manifestado en un hacer errático y un vaivén continuo entre procesos contradictorios. Se iniciaron experiencias institucionales como el proyecto “Caminando hacia la inclusión” con una potente formación a diferentes centros de la región junto a varios CEE y se desarrolló la iniciativa –única en el territorio nacional– de incluir en el Programa PROA+ a los CEE para promover sus procesos de transformación a centros de recursos, pero supuso un importante fracaso de participación: fuimos uno de los pocos centros que aprovechó esta oportunidad. La normativa sobre los CEE y los SAAE, por otra parte, es tan obsoleta que impide el desarrollo de prácticas más acordes con las necesidades reales de los centros, pero la administración desoyó una propuesta que nació del trabajo de varios CEE miembros de Plena Inclusión Castilla-La Mancha durante todo un curso escolar.
La falta de compromiso de la Administración por la inclusión real nos ha llevado a esta situación
El inspector jefe de la Delegación de Educación llegó a expresarnos que la LOMLOE era poco menos que un sueño. No sé si será de verano para él y para otras personas que dicen ser muy “inclusivas”, pero en sus puestos de responsabilidad interpretan la norma de manera parcial, incoherente y contradictoria con los principios fundamentales de la educación inclusiva y del marco de derechos nacional e internacional. Allí donde hemos recibido reconocimiento por nuestra labor de acompañamiento a los centros ordinarios, recibimos ahora amenazas a la financiación de nuestros recursos por “habernos adelantado” al año 2030 y haber trasvasado recursos –sin alumnos que atender en nuestras aulas vaciadas– a centros donde nos demandaban presencia para abordar los retos de las aulas repletas de diversidad.
La falta de compromiso de la Administración por la inclusión real nos ha llevado a esta situación, que como una muerte anunciada, hemos adelantando a los responsables políticos y técnicos de la Consejería de Educación, con la esperanza de una solución en forma de normativa que dé soporte a nuestra labor, tal como marcan el ordenamiento jurídico superior, las evidencias científicas y las prácticas de éxito. Pero lo que hemos recibido, en cambio, es abandono, cuestionamiento a nuestro quehacer y amenazas “amables” para que dejemos de hacerlo, porque lo que antes estaba bien, ahora está mal. Apoyar el cumplimiento de los derechos de todos los niños, todas las niñas y todos los adolescentes a una educación inclusiva, equitativa y de calidad, sin dejar a nadie fuera, ahora es contrario a la norma regional, cuando hace un curso escolar no lo era.
Pedimos a la Administración que se comprometa: tiene delante la oportunidad de demostrar si damos pasos de acuerdo a los derechos humanos o seguimos generando exclusión aumentando las plazas en los CEE y unidades de EE, y eliminando por el camino recursos esenciales con conocimientos específicos y experiencia en la práctica que están contribuyendo a crear esa escuela a la que todos y todas tenemos derecho. Porque no es el sueño de una noche de verano para Verónica, ni para Daniel, ni para Nico, ni para Virginia, ni para sus 21 compañeros y compañeras de aula que, junto a sus maestros y maestras y sus familias, encarnan y construyen la escuela inclusiva cada día, aprendiendo juntos a aprender, a convivir, a desarrollarse como comunidad educativa aceptando los desafíos que eso conlleva. No, señores políticos y técnicos de la administración. No es el sueño de una noche de verano. Tampoco nos falta ningún verano quienes no solo creemos que sea posible, sino que además lo hacemos posible.
La construcción colectiva de la esperanza
En momentos convulsos y de gran complejidad como los actuales, hablar de esperanza es casi una temeridad. Cualquier proyección hoy de un deseo por hacer parece, a la vista de muchas personas, adentrarse en el sinsentido, en lo imposible, incluso en la estupidez. En este contexto, tener esperanza es identificado con la locura, porque no parece que sea fruto de la razón y, por tanto, es un gran despropósito.
Pero lo cierto es que la educación siempre se encuentra en el camino entre nuestra realidad y los sueños. Educar(se) es un tránsito que hace avanzar quiénes somos y cómo pensamos, sentimos y actuamos hacia un destino que, aunque incierto y retador, nos ubica en una realidad que confiamos será mejor. Educar(se) es siempre una conversación con el mundo, que puede cambiar y que, de hecho, irremediablemente cambia. Educar(se) siempre nos posiciona políticamente ante el mundo, porque lo que queremos no es algo impuesto, sino que ejerce una tensión entre las condiciones materiales y simbólicas de nuestra experiencia, y esos deseos. La educación, entonces, es lo que pasa entre ese cúmulo de deseos que se condensan, por ejemplo, en las escuelas: los deseos de una madre y un padre, los del equipo docente, los del alumnado, los de la sociedad a través de sus políticas y sus leyes… Todos estos deseos no necesariamente coinciden en lo fundamental, pero existen intersecciones entre ellos, que pueden ir ensanchándose con el diálogo, a veces amable, otras conflictivo, doloroso, chocante.
Los cambios en las escuelas se suceden sin parar. Cada niño, niña o joven va, poco a poco, siendo otra persona, y la comunidad escolar también va cambiando. En muchas ocasiones, esos cambios responden a las restricciones y condiciones del ambiente, que nos hace seguir un camino estrecho que simplifica ese ambicioso proyecto de hacer el deseo en el presente y el futuro. Casi de forma unánime, los diferentes miembros de la comunidad nos dolemos por ese impedimento a hacer lo que realmente nos mueve con fuerza –el deseo–, pero las condiciones nos manipulan con el miedo: una escuela no hace lo que desearía por las imposiciones estructurales; una familia cede ante su deseo cuando la escuela la sitúa ante “la cruda realidad”; una estudiante se resigna ante estudiar aquello prescrito frente a investigar lo que desearía. En este proceso, se va generando todo un ambiente de desilusión: des-ilusión. El trabajo docente se vuelve más gris. El papel de la escuela se devalúa. El deseo de aprender y el amor por conocer se van apagando.
Pero en muchas otras ocasiones, los cambios consiguen escapar a las restricciones del ambiente, a esas fuentes de sentido que convierten unas escuelas inundadas de deseo en instituciones grises y anodinas. Ocurre milagrosamente cada vez que un niño pierde el tiempo. Cada vez que una familia disiente del proceder de los profesionales. Cada vez que una docente consigue conectar la realidad que le toca vivir con su deseo y el de su alumnado. Y en más extrañas ocasiones, los cambios consiguen construir un proyecto organizado, que genera una revisión de las ideas, emociones, acciones e identidades de quienes forman parte de él. Estos procesos de cambio son complejos y extraordinarios, pero tienen el potencial de resistir a los envites del contexto, que tiende a controlar y a devolver al redil.
El CEE Asprona de Almansa es uno de esos casos, que ha conseguido salvaguardar la ilusión y la esperanza a través de un proyecto que viene protegiendo los derechos de la infancia y la juventud por encima de la tranquilidad profesional, pisando las arenas movedizas de un terreno sin construir por la administración, a pesar de que la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad obliga a ello desde hace 16 años y la LOMLOE se pusiera un plazo para desarrollarlo de 10 años, de los que ya hemos malgastado 5. Han trabajado tan genuinamente bien, que su centro físico se está vaciando: ya no hay estudiantes de las etapas infantil y primaria, porque todos están junto a sus vecinos y vecinas en las aulas comunes.
Este proceso ha sido pensado, diseñado, alimentado y mimado. Ha sido elaborado con sentido para las profesionales que lo llevan a cabo, que han ido reconstruyendo sus identidades profesionales y personales en torno a un proyecto enraizado en un profundo respeto a la infancia y la juventud. Ese sentido se ha elaborado a partir de sus realidades, pero sobre las elaboraciones científicas de las últimas décadas, que muestran inequívocamente el valor de la educación inclusiva frente a la segregada; por eso, el proyecto es tan consistente y sentido. Pero por encima de todo, se ha ido montando sobre la reconstrucción de los procesos educativos y de las identidades del alumnado y el profesorado que han ido aprendiendo a ser en las aulas comunes sin huir de las diferencias, sino partiendo de ellas. Esos chicos y chicas ya no son los mismos, y todos esos docentes tampoco.
Todo se ha montado desde la ilusión. Sin ella, sin la esperanza de que podría ocurrir, nada habría pasado. Y paradójicamente no es una ilusión. Alimentan una identidad proyecto que hoy aglutina el apoyo* de la comunidad que no desistió en el empeño de construir una escuela para todos y todas. Y que ahora se manifiestan públicamente para que esta historia continúe. A pesar de quienes lo cuestionaron. De quienes decían que era un sinsentido, un imposible y una locura. Y esa resistencia es hoy una nueva narrativa de la posibilidad, que alimenta otras narrativas basadas en el deseo, y que dan continuidad a esta historia. Una historia que puede generar otras historias, que permanecen en el tiempo.
Ya no es solo un sueño. Tampoco es pasajero, como una noche de verano. Es una realidad que cuestiona las políticas y las pedagogías represivas, y alimenta nuevas incertidumbres que afrontar con esperanza.
*Pueden consultarse algunos de los videos de apoyo en https://www.instagram.com/quererla_es_crearla/reels/