En esta situación, los CEPA (CFA, CPEPA, CEA o CEPER, según las siglas con los que se conocen estos centros en cada comunidad) se convierten en referentes y dinamizadores de toda una comarca. Un lugar de aprendizaje y de encuentro; de socialización y de vivencias; de segundas, terceras y, en definitiva, de nuevas oportunidades.
Para entender la importancia de estos centros comarcales y su contexto no es necesario irse al interior de las provincias más despobladas, ya que cerca de las grandes ciudades también nos encontramos esta realidad.
Desempolvando el editorial que escribí para la revista El Zarzo del CEPA Sierra Norte hace algo más de tres años, se puede entender mejor el rol de los centros comarcales en la propia Comunidad de Madrid:
“Madrid, la capital de España, esa gran urbe que junto con su periferia reúne una población de más de 6 millones de habitantes. Metro, cercanías, trenes de alta velocidad o un aeropuerto la comunican en pocas horas con el resto de España o Europa. Teatros, cines y museos la nutren de cultura diaria. Grandes supermercados y centros comerciales facilitan la adquisición de alimentos y enseres de forma rápida y dentro de un marco de competencia económica. Sí, la Comunidad de Madrid, la que históricamente ha acogido a extremeños, castellanos y manchegos, andaluces y vascos, catalanes y gallegos. La región donde todo es posible, tanto que en la propia Madrid encontramos una Cuenca o una Soria, pero no solo la de sus habitantes que tuvieron que emigrar a la capital a buscar un mejor futuro. Hablamos de la Cuenca o la Soria de vastos terrenos y pocos recursos, sin comunicaciones decentes, sin hospitales o universidades. Hablamos de la España vaciada, de la sierra pobre o, por concretar, de la Sierra Norte de Madrid y su periferia. Municipios de menos de 5.000 habitantes, colegios rurales agrupados, farmacias de guardia en municipios situados a kilómetros o autobuses que tardan más de una hora en llegar a Madrid. Ausencia de centros comerciales o grandes cines y teatros. En definitiva, la España vaciada. Pero también la España que se reinventa día a día gracias al trabajo diario de ayuntamientos, instituciones y vecinos de la comarca. Pueblos que, dentro de sus limitaciones económicas, intentan ofertar actividades infantiles y juveniles todas las semanas. Teatros, proyecciones de cine, bebetecas o cuentacuentos en sus bibliotecas o centros culturales. Y dentro de esta España es donde encontramos el trabajo de los centros de educación para personas adultas que, como este, atienden a la población de catorce municipios, aunque solo tengan profesores para impartir docencia en ocho de ellos. Centros de aprendizaje a lo largo de la vida que dinamizan la comarca a la vez que sus habitantes mejoran su formación académica. Centros necesarios e imprescindibles, no solo porque la educación pública sea un derecho fundamental de todo ciudadano, sin importar la edad, sino porque su labor es mucho más amplia tanto dentro como fuera del aula. A tan solo 55 kilómetros de Madrid, tan cerca pero tan lejos”.
Un pequeño homenaje a la escuela rural lo podemos encontrar en el nuevo libro de Maestra de Pueblo titulado La escuela vaciada en el que se muestra cómo la supervivencia de los centros rurales es cada vez más difícil por la falta de natalidad y, en definitiva, de población, y donde los centros se reinventan a través de la participación en diversos proyectos. Y así es como los CEPA se involucran en proyectos de innovación, proyectos de internacionalización como Erasmus+ u otros más locales que dinamizan la participación de la población adulta en estos santuarios del aprendizaje.
Sin ir más lejos, hace unos meses, 15 alumnos del CEPA Sierra Norte disfrutaron de una movilidad de corta duración a Estonia dentro del programa Erasmus+. El lema de estos programas es “Enriqueciendo vidas, abriendo mentes” y no se queda corto. La oportunidad para que alumnos adultos puedan conocer otras realidades y que esa experiencia influya positivamente es ya de por sí todo un éxito. Un par de casos concretos son los de un alumno que tenía reticencias a participar en el proyecto porque nunca había salido de su entorno cercano y en cambio ahora quiere obtener el bachillerato para poder estudiar en la universidad fuera de España. Otros han descubierto que los idiomas son lo suyo y ahora quieren ser traductores. Son algunos ejemplos de las oportunidades que posibilitan estos centros a su alumnado, transformando y mejorando sus expectativas de vida.
Otro ejemplo que habría que destacar lo encontramos en la denominada España vaciada. Concretamente en el CEPA Doña Jimena de San Esteban de Gormaz y el Burgo de Osma (Soria). Se trata de otro centro comarcal que se embarca en proyectos de distinta índole, como el proyecto «Rights», en el que unas marionetas elaboradas por el alumnado han sido el eje de un proyecto para trabajar los derechos fundamentales a través de técnicas de narración, pero uniendo al alumnado de distintos municipios.
En la comarca de Teruel y Sierra de Albarracín encontramos el Cpepa Cella, centro que con nueve profesores atiende a la población de dieciséis municipios pero que no duda en embarcarse en distintos proyectos, como el EquALL(ING), desarrollado de la mano del Centro de Profesorado Ángel Sanz Briz de Teruel junto a cinco socios europeos (desde Burdeos y Altamura hasta Viena, Celje y Bratislava). Una asociación estratégica de intercambio de buenas prácticas (KA204) cuyo objetivo es promover una reflexión compartida sobre la igualdad de género en EPA desde una perspectiva interseccional.
Pero en este viaje por los centros comarcales no todo es tan bonito. Son muchos los proyectos ilusionantes y es magnífico el trabajo realizado en ellos, pero a cambio son muchas las horas de trabajo, muchas horas que los docentes quitan a su familia. Y todo ello con un personal docente que no permite llegar a todos los municipios, dejando así a parte de la población adulta sin la oportunidad de seguir aprendiendo a lo largo de la vida porque, no olvidemos, que en el mundo rural no hay metro ni pasa un autobús cada media hora para que puedas ir a clase. Además, muchos adultos no pueden abandonar sus actividades cotidianas de ámbito laboral o familiar, y tampoco existen becas para el transporte.
También existen muchas carencias de personal no docente, siendo en muchos casos los propios profesores los que abren y cierran el aula, ponen la calefacción o hacen tareas administrativas, como las matrículas del alumnado. En los centros comarcales el docente está “para un roto y para un descosío”, pero no debemos olvidar que debe tener los mismos derechos y funciones que un docente en un centro urbano, de la misma manera que un vecino de un pueblo de 200 habitantes debería tener las mismas oportunidades que otro de una capital de provincia. Es el momento de poner en valor la escuela rural, la comarcal, a su alumnado, a sus equipos directivos y a sus docentes.
2 comentarios
Compañero Diego:
Soy un maestro jubilado tras 32 años y 13 días (13/01/1986 al 26/01/2018) en un Centro de EA, así denominados inicialmente cuando la Educación de Adultos era un Programa de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, centros que posteriormente pasaron a ser Centros de EPA y el programa adquirió la condición de Servicio, terminando en ser CEPER.
Concretamente, mi centro comenzó con sus primeros alumnos el 1/2/1986,siendo CEA «HOGAR PROVINCIAL», dependiendo de la Diputación Provincial, que lo creó como respuesta y alternativa a la situación que presentaban antiguos internos de ese Hogar Provincial tras su permanencia en dicho centro de acogida, inicialmente ubicado en sus propias instalaciones hasta su traslado en noviembre de 1991 a un edificio municipal que había sido utilizado como escuela nacional «JUAN XXIII» -aún permanece en su fachada- en un barrio próximo al citado Hogar Provincial llamado Barrio Alto, en Almería capital, donde continúa ya como CEPER «BARRIO ALTO»
Estoy sopesando involucrarme en reivindicar el papel sociocultural de este Centro y, por extensión, de la Formación Permanente y por ello termino este nuestro primer contacto con mi reconocimiento y apoyo a la labor de quienes aún estáis activamente desarrollando con absoluta profesionalidad y dedicación este ámbito formativo tan necesario en la sociedad actual y futura.
Un cordial saludo.
Francisco Hernández.
Compañero Diego:
Soy maestro jubilado tras 32 años de ejercicio (1986-2018) en un Centro de E A, como se llamaron inicialmente en el Programa de Educación de Adultos de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, concretamente en el CEA «HOGAR PROVINCIAL», creado por la Diputación Provincial de Almería como respuesta y alternativa a la situación de antiguos/as internos/as de dicho centro de acogida, tras agotar su estancia en el mismo, careciendo de titulación básica (Graduado Escolar) y sin ninguna formación ni experiencia que les posibilitara su inserción en el mercado de trabajo.
Inicialmente ubicado en las propias instalaciones del Hogar Provincial hasta que en noviembre de 1991 pasó a ocupar el edificio municipal de una antigua <> -aún permanece esta inscripción en su fachada en el BARRIO ALTO de la capital almeriense y donde permanece actualmente.
Con el transcurso del tiempo, el Programa de Adultos pasó a ser Servicio y los centros a serlo de EDUCACIÓN DE PERSONAS ADULTAS y, finalmente Centros de Educación Permanente (CEPER). En el caso del CEA «HOGAR PROVINCIAL», en 1991 dejó de depender de la Diputación Provincial a hacerlo del Ayuntamiento en lo referente a los servicios inherentes a su funcionamiento.
De un tiempo a esta parte, por aquello de que de esta profesión no se desvincula uno completamente, incluso llevando casi 5 años sin ejercerla, sopeso la posibilidad de que dicho centro continúe desarrollando tan importante y necesaria formación cultural y acción social, mediante la creación de una Asociación o Fundación de Antiguos Usuarios -alumnado y docentes- del CEPER «BARRIO ALTO» de Almería.
Concluyo este primer contacto con el reconocimiento y estímulo a quienes continuáis desempeñando esta apasionante labor pedagógica tan necesaria en la sociedad actual y futura y con mi disposición a intercambiar experiencias desarrolladas.
Un cordial saludo.
Francisco Hernández