“Cada persona debe tener derecho a elegir su destino” (Bob Marley)
Cada año, el 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer, en el que se conmemora la lucha de la mujer por su participación activa en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona. En este 8M de 2025 de reivindicación de los derechos de todas las mujeres, sin importar su procedencia, su raza, su religión, su profesión, ni su nivel de estudios; traemos a colación un claro ejemplo de mujer luchadora. El testimonio de Michelle Audia Edwards, una alumna del CEPA Edrissis de Ceuta.
“La vida te puede cambiar en un santiamén”. Eso es lo que afirma con rotundidad Michelle A. Edwards, con conocimiento de causa, reflexionando sobre su propia experiencia vital tras su paso por un Centro de Educación de Personas Adultas de la ciudad autónoma.

Michelle es una jamaicana afincada en Ceuta, tras su paso primero por Miami y después por Jerez de la Frontera. Un periplo que, sin lugar a dudas, la ha curtido en mil y una batallas, acostumbrándola a sufrir todo tipo de adversidades, sobrellevadas con el paso del tiempo. Pero, sobre todo, un periplo que la ha convertido en la persona luchadora que hoy es.
Lo que prometía ser una vida fácil y cómoda para ella, se truncó repentinamente obligándola incluso a abandonar su ciudad natal, Kingston; la capital de la bella isla jamaicana bañada por el cálido mar Caribe.
Fue una niña traviesa, de ojos grandes y llamativos tan oscuros como el color de su piel; la menor de tres hermanos de una “familia más que numerosa” (al enterarse con el tiempo que tenía más hermanos por parte de su padre).
Disfrutó de una niñez plena y feliz, dada la buena situación económica y social de su familia. Su padre, Orville Edwards, fue considerado el mejor portero de fútbol de Jamaica de todos los tiempos. De hecho fue el indiscutible guardameta titular de la selección de fútbol de su país durante la década de los 70, y llegó a ser también el portero de la selección conocida como las “Estrellas del Caribe”. La fama de su padre y el reconocimiento en su país le permitió alcanzar un estatus social elevado, asistiendo a los mejores colegios y llevando un alto nivel de vida. Pero todo cambió al enfermar su padre y alejarse del mundo de la fama, con lo que su madre tuvo que hacerse cargo de las riendas de la casa.
Al terminar sus estudios, emigró junto a su madre a Miami, donde la situación era bien distinta, alejada de los lujos a los que estaba acostumbrada de niña. Tuvo que compartir vivienda con otros familiares y que trabajar como cajera en un supermercado para ayudar a su madre y subsistir en tierras americanas. Todo ello era algo impensable hasta aquel momento. La nueva situación le produjo una depresión en aquellos años.
Con el paso del tiempo, cumplió el sueño de independizarse, trasladándose a un lugar lejano y diferente, al sur de España. Decidió emigrar a Andalucía, donde tuvo que aprender nuevas costumbres y una nueva lengua, ya que su lengua materna es el inglés. Concretamente se instaló en Jerez de la Frontera, compartiendo piso con unas amigas y donde consiguió un trabajo. Tras años de lucha en su nueva etapa, conoció a un jerezano que más tarde se convertiría en su marido, quien por motivos profesionales residía en Ceuta. Y eso fue lo que le hizo cruzar al otro lado del Estrecho de Gibraltar e instalarse en la ciudad autónoma.
Del mar Caribe al mar Mediterráneo
Los más de 7.200 kilómetros transcurridos desde su Kingston natal, en el mar Caribe, a la ciudad de Ceuta, bañada por el mar Mediterráneo y el océano Atlántico, no la han achicado lo más mínimo. A su llegada a Ceuta, en momentos de avalanchas de migrantes procedentes de lugares varios, la hacían confundirla con una residente más del CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes). Una situación a la que tenía que hacer frente a diario, por su color de piel, a pesar de tener nacionalidad española. Ello se acentuaba al estar en una ciudad pequeña, y le resultaba chocante al proceder de una gran capital con una población que ronda el millón de habitantes.
El apoyo incondicional de su marido ha sido en todo momento un bastión crucial en su integración en la nueva ciudad. Apoyándola constantemente en todo lo que se proponía. Desde sacarse su permiso de conducir hasta realizar cursos de formación de diferente índole en academias de la ciudad. Pero la necesidad de obtener el Título de Graduado en Educación Secundaria, para conseguir un trabajo, fue realmente lo que la empujó a apuntarse a un Centro de Educación de Adultos, el CEPA Edrissis de Ceuta. Teniendo que empezar de cero, al no tener la convalidación de los estudios realizados en su país.

Ella piensa que algunas puertas se le han cerrado a lo largo de su camino debido al color de su piel. Pero sigue insistiendo. Atravesadas situaciones adversas (como el confinamiento que todos padecimos por el COVID, depresiones y periodos de encerramiento en casa), no decae en su lucha. “Bendita la hora en que decidí retomar los estudios”, nos confiesa. A pesar de luchar contra vientos y mareas toda su vida, ya estuviera cerca del mar Caribe o del Mar Mediterráneo. Siempre. No le ha importado el mar más cercano en cada momento de su vida.
Hoy, con la secundaria terminada en un CEPA y su título en mano, no descarta la posibilidad de seguir formándose. Tiene planes de futuro: le gustaría sacarse un grado medio de FP de la familia sanitaria. Y mientras tanto piensa hacer además un curso de celadora a través de la Cámara de Comercio de la ciudad. Y también quiere asistir a la Escuela Oficial de Idiomas para obtener certificación oficial en lengua inglesa. Sin embargo, no quiere abandonar su sueño. Sigue en su empeño de buscar un empleo donde sea. Y lo conseguirá. Seguro que lo conseguirá, dada su insistencia.
El paso por el centro de educación de adultos le ha servido para coger aire y seguir su lucha. Está contenta por la experiencia vivida en el CEPA Edrissis. Le ha dado fuerzas renovadas para seguir luchando por sus sueños. A pesar de los bajones. Piensa que el esfuerzo siempre tiene su recompensa.
Después de todo, Michelle A. Edwards, es jamaicana, como Bob Marley. De Kingston; la capital de la isla caribeña que la vio nacer. Pero ambos comparten mucho más que el lugar de nacimiento. Ambos comparten además el mismo pensamiento. “Cada hombre (o cada mujer) debe tener derecho a elegir su destino”. Reflexión que comparten sobre la libertad y el camino que una persona debe seguir en su vida. Afirman que la lucha permanente, el sacrificio y el esfuerzo son la clave para conseguir tus sueños. Sus sueños como mujer luchadora. Y, sin lugar a dudas, no le falta la razón.