Una exalumna narra su experiencia sobre cómo su paso por el CEPA Edrissis de Ceuta se convirtió en un auténtico punto de inflexión en su vida, que le ayudó a alcanzar su sueño. Mónica Marín Álvarez es una auténtica corredora de fondo.
M… de Motivada
O… de Obstinada
N… de Notable
I… de Insistente
C… de Constante
A… de Abnegada
Bien vale resolver el acróstico con el que abrimos estas líneas para contextualizar esta publicación. Porque Mónica podría ser un nombre cualquiera, pero en nuestro caso no lo es. “Nuestra Mónica” es diferente, ya que el acróstico formado con las letras iniciales de los adjetivos que la definen la convierte en particular. Calificativos, todos ellos, que le vienen como anillo al dedo y la transforman en todo un ejemplo inmejorable de perseverancia, empeño y tesón. De ahí que su paso por un Centro de Educación de Personas Adultas ponga en valor estas instituciones educativas como escuelas de “segundas” o “nuevas oportunidades”, como cada uno prefiera llamarlas.
Su historia vale para enmarcarla y exhibirla ante el futurible alumnado de los CEPA. Pensando, especialmente, en ese alumnado potencial que se escuda en todo tipo de excusas para no enrolarse de nuevo en el sistema educativo y/o abandonar el propósito de formarse y conseguir el Título de Graduado en Educación Secundaria Obligatoria.
De hecho, Mónica atesora una de esas historias inspiradoras de quienes han conseguido sus sueños a pesar de las muchas trabas a las que ha tenido que hacer frente a lo largo del camino, con una pandemia incluida. Mónica es una auténtica corredora de fondo. Su caso pone sobre la mesa el papel crucial que desempeña la Educación de Personas Adultas en los tiempos que corren. Indiscutiblemente, es un claro ejemplo en el que un CEPA puede convertirse en el “trampolín” que facilita el salto de ser alumna en un centro educativo de “nuevas oportunidades” a convertirse en funcionaria de carrera; pudiendo ejercer –a partir de ahora- su verdadera pasión, la docencia.
Por todo ello, por el ingente potencial de su historia, su reflexión en primera persona bien vale ser reflejada en las siguientes líneas…
Yo, Mónica, corredora de fondo
Aún me pellizco para comprobar si lo que estoy viviendo es realidad o, por el contrario, es simplemente un sueño. ¿Quién me iba a decir a mí que en el 2024 iba a ser funcionaria de carrera, cuando me matriculé en un CEPA allá por el 2020? Creo que nadie, pues ni yo misma lo hubiera imaginado. Aun así, veo que por muchos pellizcos que intente darme solo existe una realidad y es que lo he conseguido. ¡Soy funcionaria de carrera!
Me resulta curiosa la denominación “funcionaria… de carrera”, pues es cierto que mis logros no han sido de un día para otro, tampoco por una preparación posterior a una carrera universitaria, ni con una andadura académica de las que se consideran ordinarias. Lo mío ha sido, más bien, una carrera de fondo, de esas a las que la vida nos invita a participar.
Tengo 38 años y he conseguido mi plaza gracias a que retomé mis estudios hace cuatro años, cuando decidí matricularme en el CEPA Edrissis de Ceuta, en el curso de preparación para la Prueba de Acceso a los Ciclos Formativos de Grado Superior. Por lo que puedo decir que mi carrera partió en ese centro educativo. Sí, a mis 34 años y en un Centro de Educación para Personas Adultas, después de haber abandonado mis estudios a los 17.
Yo siempre quise ser maestra y estar rodeada de niños y niñas. Sin embargo, mi vida profesional se encaminó hacia otros derroteros que no tenían nada que ver con la educación, ya que tomó rumbo hacia la hostelería. Estuve muchos años trabajando en varios bares, cafeterías y restaurantes hasta que tuve a mi hija.
Cuando nació mi pequeña me vi en la tesitura de tener que dejar de trabajar, pues los horarios que tenía eran totalmente incompatibles con la crianza de un bebé. Estuve esperando unos años hasta que creciera y entrara al cole para buscar un trabajo que pudiera compaginar con sus cuidados. No obstante, la vida me deparaba otro reto ya que mi pequeña era una niña especial de corazón azul por lo que más que nunca dependía de mí y de mi atención. En aquel momento mis posibilidades para una conciliación familiar y laboral se restringían aún más. Fue precisamente en ese punto de mi vida cuando decidí retomar mis estudios. Y permíteme decir que fue la mejor decisión que tomé. Sé que ella me dio el impulso que necesitaba y hoy en día, aunque mi pequeña no sea consciente de lo que hizo, le sigo dando las gracias.
Cuando entré en el CEPA, a mi edad, y después de tantos años alejada del mundo académico, me sentí un poco extraña, como un pez que estaba fuera de su pecera. No me creía capaz de nadar por esas aguas de las Matemáticas, de la Lengua y, mucho menos, del Inglés. Afortunadamente, topé con grandísimos profesionales que me guiaron desde el minuto uno y que cada vez que aflojaba me motivaban para seguir. Rápidamente se me quitaron los miedos y empezamos manos a la obra. El objetivo era superar la prueba de acceso. Todos los días iba al instituto por las mañanas, hacía mis tareas, resolvía mis dudas con los profesores… Sin darme cuenta, con todo eso, en mí estaba naciendo otra yo, una persona más fuerte, más perseverante y que creía en mí misma.
El curso poco a poco avanzaba y cada vez se iba acercando más la hora de la verdad, la temida prueba de acceso. De pronto, todo se detuvo. Se paró mi vida y la vida de todos, pues una pandemia irrumpió repentinamente. Aun así, seguimos y estuvimos con las clases telemáticas y reinventándonos cada día docentes y alumnos (un grandísimo esfuerzo que hicimos todos para darle un poco de normalidad dentro del caos e incertidumbre).
El día de la prueba de acceso llegó con un añadido, si los nervios estaban a flor de piel y el corazón a mil por hora, le sumamos unas medidas sanitarias inevitables y de estricto cumplimiento: mascarillas incluidas. Aun así, debía enfrentarme a ella y debía hacerla bien. Y así lo hice. Todo ese esfuerzo valió la pena, pues la aprobé con muy buena nota.
Mi andadura por el CEPA Edrissis me permitió estudiar un Ciclo Formativo de Grado Superior en Educación Infantil, el cual también lo superé con matrícula de honor. Seguí con mi carrera de fondo particular, ya que no suficiente con ello, salí tan preparada del centro que me permitió también presentarme a otra prueba, pero esta vez a una de acceso a un trabajo estable, fijo y compatible con mis responsabilidades familiares… Sí, esta vez se trataba de una oposición que también superé. ¿Quién me iba a decir a mí, hace cuestión de unos años atrás, cuando estaba trabajando en la cocina de un restaurante y con un futuro laboral nada cierto, que ahora iba a ser Técnico en Educación Infantil y funcionaria pública? NADIE, créanme.
Actualmente trabajo en la Escuela infantil Juan Carlos I de Ceuta y cada día voy a mi trabajo “feliz como una perdiz” porque hago lo que me gusta. Estoy rodeada de pequeñas personas que me hacen feliz con cada pequeño avance que dan, pues yo formo parte de esos avances. He ganado en calidad de vida para mí, para mi familia y, lo más importante, para mi hija.
No puedo decir que ¨la carrera¨ haya sido fácil, pues como tal ha habido también obstáculos que superar. Ha supuesto muchas horas de estudio, mucho esfuerzo, perseverancia, constancia y alguna que otra recaída de ánimos. Ahora sé que todos esos momentos tenía que pasarlos para llegar a la meta, pues como bien dicen ¨no hay mal que por bien no venga¨. Esos momentos me han permitido coger impulso y llevar un ritmo constante hacia mis objetivos, en definitiva, hacerme más fuerte al creer en mí. También sé que puedo hacer todo lo que me proponga y que mi carrera no acaba aquí. Da igual la posición en la que quede, pues la cuestión no es quedar en el primer puesto, ni en el segundo o en el tercero o en el último… siempre saldrás ganando a los que no se atrevieron a correrla. La vida no se trata únicamente de competir y alcanzar metas, sino también de disfrutar el camino, encontrar significado en nuestras experiencias y, sobre todo, disfrutar del trayecto. Ahora sé que todos nuestros sueños se cumplen desde el minuto uno en que tomamos la decisión de intentarlos.
No puedo terminar sin agradecer a todos los profesores que me han acompañado en mi andadura en esto de la educación para adultos. Siempre he dicho que hacen magia y que yo soy una de esas afortunadas que han tocado con su varita. Muchísimas gracias a todos ellos, porque con ellos empezó todo. ¿Sabéis? Tengo hoy nuevos objetivos en mente. Quizás termine especializándome en Pedagogía Terapéutica o, ¿quién sabe?, incluso algún día pueda ser una profesora en un centro de educación para adultos. Ahora soy yo la que decido qué hacer y cuándo. Me siento totalmente realizada como persona y preparada para ello. Me siento lista para repartir también un poco de esa magia. Ojalá pueda seguir ofreciendo la magia que me ofrecieron a mí en su día.
Lo volvería a hacer una y mil veces… Fue todo un acierto matricularme en un CEPA. Y una y mil veces daría las gracias al CEPA Edrissis que fue mi pilar de apoyo principal. Los profesores del centro de adultos con los que me topé son muy grandes. Gracias a ellos, todo cambió para mí. Me cambiaron mi vida, no solo a nivel académico, sino también a nivel personal ¡Tienen magia! Me siento muy afortunada porque pusieron luz a mi camino y guiaron mis pasos hacia mis metas. Estoy segura que todo lo que he logrado no hubiera sido posible sin su total apoyo y dedicación. Y por eso traigo mi caso a colación, para que muchos adultos más como yo puedan vivir esta experiencia tan gratificante, porque realmente «sí se puede»… cueste lo que cueste. Merece la pena. Ya lo dice el refrán… “quien la sigue, la consigue”.
Por todo, por tanto, a todos los que se han cruzado en mi camino, en mi “carrera de fondo” durante los últimos años…
… solo me queda decir:
Una y mil veces más… ¡Gracias!