La sociedad digital, caracterizada por la presencia masiva y generalizada de las tecnologías digitales, determina la vida de las personas que viven en ella. El uso y el acceso a las tecnologías digitales son una realidad que viven niños y niñas, que las utilizan como herramientas al servicio de su vida cotidiana. Las generaciones digitales no entienden su vida al margen de las tecnologías, lo que afecta directamente a sus prácticas cotidianas en todos los ámbitos de su día a día (ocio, diversión, comunicación, estudio,…).
En este contexto aparece el concepto de ciudadanía digital, que se refiere al desarrollo de las habilidades y perspectivas necesarias para vivir un estilo de vida digital seguro, ético y responsable, además de inspirado, innovador e involucrado. La ciudadanía digital incluye habilidades, pensamientos y acciones en las redes sociales que facilitan a las personas moverse en la red, comprenderse y participar tanto a nivel individual como grupal. Pero ¿es posible trabajar por el compromiso cívico en entornos digitales? Y si la respuesta es afirmativa, ¿de qué forma se puede hacer?
Efectivamente, tanto las herramientas como las prácticas digitales pueden ponerse al servicio del compromiso cívico. Pero, además, hay que tener en cuenta cómo la vida online es un contexto para la actividad cívica. Y esto puede hacerse a partir de cuatro principios básicos.
– El primer principio se basa en construir comunidad, lo que significa aprender a trabajar colectivamente con otros para identificar y alcanzar metas compartidas o para negociar y abordar cuestiones de interés común. Las tecnologías digitales facilitan conectar las inquietudes individuales con los problemas colectivos y amplían las comunidades de práctica, facilitando la conexión virtual y favoreciendo la comunicación, acompañamiento e intercambio. Así, la tecnología móvil y el software de visualización de datos o el mapeo interactivo permite conectar las actividades individuales a lo colectivo. También están los proyectos de ciencia ciudadana, en los que se utilizan programas para recopilar datos, recogidos a partir de las observaciones de cada persona, con el objetivo de ayudar a los científicos a resolver problemáticas sociales y ambientales (como la emergencia climática, por ejemplo ). Además, las tecnologías digitales facilitan la creación de comunidades virtuales (como los grupos privados de Telegram), entornos que pueden utilizarse para publicar actualizaciones y recursos, planificar actividades, mantenerse en contacto y tomar decisiones.
– El segundo principio tiene por objetivo fomentar y amplificar la voz de niños y niñas, y se basa en la idea de que no se trata sólo de animar a hablar y participar, se trata de hacerlo de forma responsable, dando los soportes necesarios. Las tecnologías digitales facilitan enmarcar los problemas, crear mensajes y construir narrativas; amplificar el eco de las acciones, posibilitando llegar a una mayor audiencia; crear espacios que faciliten el diálogo en el ámbito público, alejándolos de las microdinámicas de poder tradicionales. Además, permite ampliar el alcance de la transmisión de las perspectivas de niños y niñas, frente a la omnipresencia de la voz adulta. Por último, permiten defender las ideas y decisiones, fomentando la responsabilidad y la crítica
– El tercer principio es aprender mediante modelos y simulaciones, así como mediante experiencias auténticas de aprendizaje, en actividades con un propósito claro y determinado. Esto aumenta la motivación por aprender hechos y habilidades, así como la participación directa en la actividad cívica. El uso de entornos virtuales puede facilitar el acceso y la resolución de problemas complejos mediante la experimentación y simulación. El reto, en estos casos, es pasar de la actividad lúdica a la conexión con el mundo real, identificando problemas similares y pensando acciones a desarrollar en las comunidades.
– Por último, el cuarto principio es generar conciencia crítica en cuestiones de justicia social y equidad y tiene que ver con cuestionar las estructuras que permiten que las desigualdades persistan. Las tecnologías digitales permiten tanto la visualización de situaciones que afectan a la vida de las personas o que son injustas, como la búsqueda colectiva de respuestas a las mismas. Además, también facilitan el relato de narrativas tanto de las propias identidades como de los contextos en los que se desarrolla el servicio, a través de la producción digital y la narración de historias digitales.
Así entendidas, las tecnologías digitales son herramientas que pueden ponerse al servicio de la mejora del compromiso cívico. Es más, posibilitan prácticas digitales al servicio de la actividad cívica, nuevas formas de participación y compromiso cívico, enriqueciendo prácticas que tradicionalmente se realizaban, y vivían, de otras formas.
Pero la participación cívica digital tiene también riesgos. Algunas voces han advertido de la necesidad de no confundir la participación con el “cliqueo”, al referirse a todas aquellas prácticas de participación digital pasiva, sin ninguna consecuencia más que una falsa ilusión de cambio, pero sin repercusión ni acción colectiva alguna. En contrapartida, otros autores defienden que la participación en actividades grupales online como blogs, redes sociales o plataformas de juegos interactivos representan formas de participación cívica. Afirman que las redes han ampliado las posibilidades de participación en el ámbito público, fortaleciendo, en consecuencia, la ciudadanía activa. Algunos ejemplos de los nuevos formatos de participación son el uso de las herramientas de interacción que posibilitan las redes sociales, como comentar y compartir los contenidos publicados, la gestión y diseño de perfiles en las redes sociales, la adopción de los símbolos de estos entornos (hashtivismo), o el uso de emojis como formas de adhesión y difusión a temas de interés.
En tanto que educadores, nuestra meta debe ser la facilitación y el apoyo para que niños y niñas puedan encontrar su voz pública en la sociedad digital, una sociedad en la que las fronteras entre lo que está o no está “en línea” son cada vez más difusas. Pero una sociedad que debe velar por defender y mantener los valores democráticos y por eso es necesario que la ciudadanía más joven pueda explorar, experimentar y expandir la democracia, sentando las bases para el desarrollo de lo común en la cultura digital, reivindicando que el conocimiento, las ideas, saberes y bienes son patrimonio común.