La alegría popular ante las normativas que impiden el uso de los móviles en las escuelas es semejante a la que tenemos cuando ante un problema de salud atacamos el síntoma y no abordamos la causa. Estoy a favor de la limitación en el uso de los móviles en los centros educativos y más en la infancia y adolescencia, pero no nos confundamos. Está bien, pero no es ni mucho menos suficiente y, en algunos casos, puede no ser conveniente para lograr lo que pretende: evitar la adicción y la pérdida de autocontrol.
Conviene que en la vida escolar, en el aula y fuera de ella, se eviten situaciones que generen adicción y pérdida de autocontrol, como es la exposición excesiva a pantallas y el uso de los móviles. Pero en concreto, en el caso de los móviles, conviene que las familias no deleguen la parte de responsabilidad que les atañe, en la escuela y en las normativas. Para que sea suficiente se necesita una alianza estrecha entre familias y escuelas en la que las familias colaboren responsablemente en la manera de educar a sus hijos e hijas.
Decíamos que en algunos casos la simple prohibición puede no ser conveniente porque sabemos que con frecuencia lo prohibido es atractivo y que a veces incluso produce el efecto contrario al que se busca con la prohibición. Por ello la simple prohibición no resuelve la cuestión. La prohibición de utilizar los móviles en la escuela puede incluso utilizarse como excusa por algunas familias para ser más permisivas en su uso ya que la escuela ya lo prohíbe durante el horario escolar.
El problema no es el uso excesivo de los móviles o la exposición a pantallas, eso es lo que vemos, el síntoma tiene una causa más profunda: la falta de una cultura de educación familiar que integre aceptación de contrariedades y de límites así como situaciones que cultiven el esfuerzo y la superación personal en la infancia y la adolescencia. Por supuesto en su justo punto, proponiendo metas sin generar angustia o indefensión. La escuela y sobre todo las familias deben estar convencidas de que establecer límites, y acostumbrar a sus hijos e hijas a aceptar situaciones no siempre gratificantes es tan educativo como potenciar la autonomía o motivar e ilusionar para aprender mejor y querer saber más.
Conviene educar la voluntad. Desde hace tiempo sabemos que la persona es razón, sentimiento y voluntad. Pues bien, la tercera pata de este trípode no está bien atendida. Educar debidamente la voluntad tiene efectos a título individual porque ayuda a perseverar, superarse, proponerse metas y ser capaz de lograrlas. Pero además tiene un especial impacto en la comunidad porque facilita, además del logro de intereses particulares, el del bien común cuando éste requiere autorregulación, autocontrol y en ocasiones renuncia a nuestros intereses.
Una buena parte de los conflictos entre padres y madres con sus hijos e hijas en el ambiente familiar están relacionados con la aceptación de límites en el uso de móviles y exposición a redes y medios. Pues bien, los móviles pueden ser una buena excusa para hablar en serio de responsabilidad familiar. No nos fijemos sólo en los síntomas: uso de los móviles, consumo en las redes… y centremos nuestra atención en las posibles causas de nuestros “temores”: adicción, pérdida de autocontrol, sometimiento al líder, falta de espíritu crítico y escasa implicación en causas de interés común.
Asumir lo anterior requiere prestar especial atención al tiempo de educación familiar, y en esta tarea conviene que el profesorado asuma su tarea convencido de que en las cuestiones educativas tiene autoridad moral por su saber y hacer pedagógico, como la ejercen en otros ámbitos los profesionales de la salud o de las cuestiones fiscales y legales. Tan necesaria es la actualización de conocimientos sobre su materia y su docencia como estar al dia en las cuestiones controvertidas socialmente que afectan a la educación fuera de la escuela y en los contextos de educación familiar. Y en estos contextos debe atreverse, estar capacitado y ser beligerante con autoridad, prudencia y sentido del matiz. Cuando familias y escuela van en la misma dirección el impacto del profesorado se amplifica y es más eficaz y eficiente.
Decíamos al principio que no siempre es conveniente prohibir. Ante cualquier avance tecnológico y de profunda implantación lo mejor es saber hacer un uso responsable del mismo. No olvidemos la aparición del automóvil, o del tranvía en algunas ciudades, o de la calculadora … Las visiones apocalípticas e integradoras de las que nos habla Umberto Eco siempre están presentes en momentos de cambio tecnológico. Hay mucho aprovechable en el momento tecnológico actual.
Sólo prohibiendo, no avanzamos. El contexto de las tecnologías digitales y el de los móviles sea bienvenido, si promovemos su uso responsable educando para no acceder de inmediato a la llamada y mensaje de los móviles, dominamos la situación, y autorregulamos nuestra relación. Está aquí y viene para quedarse. Y por ello conviene aprender a dominar la situación y crecer en autonomía y responsabilidad con los nuevos medios. Ahí, familias y profesorado en alianza son los mejores agentes del cambio. La educación va más allá de lo escolar y la escuela , sola, no puede.
Despertemos de la alegría popular porque nos han aliviado- aunque sólo sea en las escuelas- de los síntomas de ver a nuestra infancia y adolescencia colgados del móvil. La causa es la que conviene abordar. Actuemos en el tiempo familiar ofreciendo alternativas, ocupando el tiempo en tareas que comporten actividad, hacer cosas juntos, disfrutemos del mismo potenciar la lectura , para leer en compañía, ver películas y series conversando sobre ellas, preparando una lista de compra, yendo a comprar y cocinando, jugando y aburriéndonos de vez en cuando.
Estas alianzas entre familia y escuela en torno a cuestiones como las que comentamos no son algo nuevo. Muchos son los equipos de profesorado que trabajan con las familias y están contribuyendo a un uso responsable de los móviles y en general a evitar situaciones que generen adicción o consumos de tiempo excesivos ante los medios y las redes. El profesorado y la escuela no pueden ni deben asumir solos todas las tareas que la sociedad les delega: educación alimentaria, viaria, de la salud… Algunas son tareas que corresponden y pueden cultivarse mejor y de manera más personalizada en el contexto familiar. Sin embargo, el profesorado y la escuela sí deben asumir que son o deben ser un referente para las familias y estar convencidos de que su criterio – por supuesto bien fundamentado- no es simplemente una opinión sino una guía para la educación familiar, y deben atreverse a persuadir y convencer al respecto.