Hace unos años, frente a una escuela de primaria se instaló una residencia para la tercera edad. La profesora de música vio la oportunidad de motivar y mejorar los aprendizajes musicales del alumnado a través de colaborar con la residencia y animó a los niños y las niñas a preparar y llevar a cabo un concierto para las personas mayores pensando y ensayando bien canciones que conocieran o que encajaran con sus gustos, recuerdos o aficiones.
Los niños y las niñas se movilizaron con entusiasmo, buscaron y aprendieron canciones antiguas, seleccionaron de las modernas aquellas que creyeron que más gustarían a los usuarios de la residencia y la función resultó un éxito absoluto.
Sin embargo, al curso siguiente la profesora marchó de la escuela. La nueva profesora de música entendió que había sido un proyecto particular de la anterior profesora y no se planteó continuarlo. Prefería realizar otro tipo de salidas con el alumnado, a fin de ofrecer otras oportunidades de aprendizaje.
La residencia, por su cuenta, había entendido implícitamente que se trataba de una experiencia a consolidar, incluso se había propuesto desarrollar alguna actividad de reciprocidad con los ancianos, los cuales, por supuesto, esperaban repetir la función y volver a ver a los niños y las niñas de la escuela.
La institución no entendió la negativa de la escuela a repetir la actividad y la escuela, por su parte, priorizó que el alumnado fuera variando de contexto.
En este ejemplo, queda claro que las expectativas de ambas partes (escuela y residencia) eran diferentes. Más allá de los déficits de comunicación entre ambas -porque se podía haber pactado de buen comienzo si iba a ser un proyecto puntual o no- se trata de una situación antinómica característica del aprendizaje-servicio, que se da entre los requerimientos del aprendizaje y los requerimientos del servicio: ¿es mejor repetir o es mejor ir cambiando?
La antinomia existe porque precisamente el aprendizaje-servicio tiene una doble identidad: educativa y social y, al menos en teoría, hay que encontrar un equilibrio satisfactorio entre ambos enfoques.
Reconozcamos que un proyecto no se consolida si no se repite. Pero… ¿es deseable la consolidación? Atendiendo al impacto social que se persigue, que es una de las razones de ser del aprendizaje-servicio, es mejor consolidar los proyectos, estableciendo vínculos fuertes con la comunidad y sus entidades sociales, que coleccionar proyectos, llevando a cabo uno diferente cada año.
Esos vínculos estables con las entidades sociales son los que nos van a permitir precisamente innovar y mejorar el servicio a la comunidad y poco a poco, convertirlo en excelente, algo que no se consigue casi nunca a la primera.
Pero, además, atendiendo estrictamente a los aprendizajes, cuando se repite un proyecto no sólo se profundiza el impacto social sino que tenemos la oportunidad de mejorar «la primera edición», proporcionando una estructura sostenible y facilitadora y afinando en el alumnado los conocimientos, habilidades, actitudes y valores.
De hecho, ¿cuántas veces necesitamos repetir una canción para aprenderla bien e interpretarla correctamente? ¿sólo una vez?
De esta manera, cuando el proyecto de aprendizaje-servicio se estabiliza en un centro educativo, pasa a ser un rasgo de identidad pedagógica e incluso un cierto rito de transición para los niños y niñas, que saben, por ejemplo, que cuando lleguemos a 6º podremos organizar nosotros mismos el concierto en la residencia.
Algunas prácticas exitosas de proyectos que se consolidan
Un proyecto llevado a escala: la Ruta de la Tapa Saludable;
El CEIP Atalaya, de Cartagena puso en marcha en el curso 2021/2022 la I Ruta de la tapa infantil saludable. Tras realizar internamente unos talleres minichef y un concurso de recetas con productos del huerto, consiguieron la alianza de 7 restaurantes de la ciudad y del Ayuntamiento para impulsar una jornada cívica en la ciudad de promoción de la alimentación saludable, el consumo de alimentos de temporada y proximidad, el turismo responsable y la hostelería, donando además el dinero recaudado a una entidad social.
En el curso 2022/2023 ha tenido lugar la segunda edición del proyecto, al que se han sumado cinco CEIP y cuatro IES más a la iniciativa. El número de restaurantes ha pasado de 7 a 14; han colaborado el Conservatorio Superior grabando con el alumnado la canción del proyecto y la Universidad Politécnica de Cartagena con unas guías de realidad aumentada y una exposición fotográfica, y se han implicado otras dos asociaciones en tareas diversas.
El aumento del impacto social del proyecto es evidente y también del educativo, tanto por el número de centros involucrados como por la fuerte implicación que suscita en el alumnado el participar en una iniciativa con esta evolución.
Una línea temática que fructifica en proyectos ApS con matices distintos.
El colegio Claret Larraona de Pamplona viene trabajando desde el 2017 con alumnado de ESO y Bachillerato en un abanico de proyectos ApS sobre política y cultura democrática. En ellos el alumnado busca incidir socialmente en valores como la dignificación del ejercicio de la política y la consolidación institucional a todos los niveles, haciendo propuestas de regeneración o de convivencia política y social tras el fin de ETA. Actualmente, la fidelidad a una línea de trabajo y la trayectoria lograda abren puertas y propician objetivos que serían impensables en los inicios de este recorrido.
El ApS como vertebrador de proyectos transversales de centro.
El Colegio La Corolla de Gijón relata que su experiencia con la repetición de proyectos ApS es estupenda:
- El Jardín Animado (Educación Ambiental + Artes+ cuidadanía+ ODS) se repite anualmente desde hace 8 años.
- La Mar de Vida desde hace 5 (Educación Ambiental +Ciencia Ciudadana+ Participación+ ODS 13,14, 15).
- Guardianes de las palabras desde hace 4 (fomento de la lectura +intergeneracional+ «cuidadanía»).
Los tres proyectos de Infantil y Primaria son proyectos transversales de centro, reconocido así en el Plan Anual. En el colegio afirman que este planteamiento funciona porque pese a tener la misma base curricular y una red de colaboradores estable, en todos los casos prima tanto la necesidad del entorno que siempre ha resultado ser poliédrica, como el perfil del alumnado, la comunidad y sus intereses. Su repetición hace que el impacto del servicio haya crecido, así como la red de entidades colaboradoras y el surgimiento de proyectos que involucran diversos centros educativos de la ciudad.
Ámbitos de servicio específicos para cada nivel educativo
El CEIP Malala de Mairena del Aljarafe (Sevilla) se propone que el alumnado pase por 9 proyectos distintos de aprendizaje-servicio a lo largo de su escolaridad: un proyecto en cada nivel:
- A los 3 años trabajan con una asociación de acogida de animales que busca el sacrificio cero de animales abandonados.
- A los 4 años colaboran con la Policía Local en proyectos de educación vial y movilidad sostenible.
- A los 5 años colaboran con varios departamentos del Ayuntamiento, el banco de alimentos de la localidad y con una asociación local de personas con discapacidad intelectual en proyectos que tienen que ver con la alimentación saludable y la falta de alimentos de familias vulnerables.
- En 1º de primaria colaboran con la ONG Madre Coraje en proyectos para ayudar a poblaciones empobrecidas de Perú.
- En 2º de primaria colaboran con ACCEM en proyectos para ayudar a personas migrantes y refugiadas.
- En 3º de primaria colaboran con la Casa de Mayores de la localidad en proyectos intergeneracionales.
- En 4º de Primaria colaboran con Greenpeace y otras entidades locales en la lucha contra el cambio climático.
- En 5º de Primaria trabajan con la Asociación Colibrí proyectos sobre diversidad.
- En 6º de primaria colaboran con el Centro de Transfusiones Sanguíneas en campañas de donación de sangre.
Los proyectos tienen el mismo ámbito y agentes externos pero son diferentes cada año.
Dudas, riesgos y confusiones
A pesar de los cada vez más numerosos proyectos de aprendizaje-servicio que se consolidan a través de la repetición y la consecuente mejora continua, el hecho de repetir suscita no pocas dudas entre los educadores, todas ellas cargadas de razón de ser, puesto que hacer cada año el mismo proyecto también tiene riesgos:
a) El riesgo de caer en la rutina
Si repetimos un proyecto, ¿no estamos facilitando el caer en la rutina, con todo lo que ello conlleva de pérdida de sentido? ¿no estaremos quitando al alumnado la oportunidad de conocer otras necesidades sociales, no les estaremos limitando y, por tanto, conduciendo a tener un conocimiento más deficiente de su entorno?
Si bien ésta es una duda razonable, tal vez vale la pena reflexionar sobre quién repite exactamente cuando un proyecto se consolida en un nivel educativo concreto, pongamos por caso en 2º de la ESO: ¿el profesorado o los chicos y las chicas que ese año llegan a 2º de la ESO? Porque para éstos no hay repetición…
b) El riesgo de debilitar el protagonismo e iniciativa de los chicos y las chicas
Si repetimos un proyecto, ¿no pasa que los chicos y las chicas pierden la creatividad, la energía y el nivel de participación que alcanzaron cuando se pusieron por vez primera?
Por otro lado, ¿la participación intensa sólo se trabaja cuando los chicos y chicas deciden cada año qué proyecto quieren hacer?
c) El riesgo de no atender a las necesidades y motivaciones de cada grupo-clase
Si repetimos un proyecto, ¿no estamos dejando de tener en cuenta la situación particular del alumnado en cada curso, sus necesidades y sus motivaciones?
¿No estaremos forzando el interés hacia una causa social cuando su abanico de intereses y sensibilidades va para otro lado?
d) El riesgo de no responder a los desafíos de la actualidad
Si repetimos un proyecto, ¿no corremos el riesgo de olvidar situaciones sobrevenidas y retos del momento que demandan una respuesta solidaria? Por ejemplo, una oleada de agresiones xenófobas en el barrio, una catástrofe humanitaria imprevista, un accidente o un acontecimiento que sacude fuertemente a la comunidad…
A modo de conclusiones y consejos
De entrada, consolidar cualquier proyecto educativo no es fácil por muchos factores, entre ellos la rotación de docentes en el centro educativo y de voluntarios o técnicos en las entidades sociales; la diversidad de motivaciones e intereses dentro del grupo clase de un año para otro; las experiencias fallidas, que las hay y forman parte del proceso de ensayo y error inexcusable… Por tanto, hay que asumir que no siempre, aunque queramos, va a ser posible consolidar un proyecto.
Aportamos algunas ideas para clarificar la toma de decisión respecto a la conveniencia de consolidar un proyecto:
- Repetir un proyecto no tiene que implicar forzosamente repetir los aprendizajes, ni tampoco los servicios concretos a la comunidad. Esto se puede conseguir, por ejemplo, con una estructura donde cada nivel educativo atienda no a una necesidad social, sino a un ámbito de necesidades sociales: medio ambiente, personas mayores, inmigración…
- El respeto a las necesidades, motivaciones e iniciativas del alumnado no puede traducirse en una elección caprichosa. Es más, podríamos decir que, precisamente en un proyecto de aprendizaje-servicio, las decisiones de los chicos y chicas deben tener en cuenta la voz de las entidades de la comunidad centradas en resolver las necesidades sociales. Y esa escucha y colaboración puede proporcionar al alumnado una experiencia tan intensa de participación como una decisión exclusivamente autónoma.
- Generar y mantener vínculos con las entidades de la comunidad es básico en el aprendizaje-servicio. El mínimo sería respetar los compromisos adquiridos expresa o implícitamente y gestionar las expectativas de las entidades sociales y personas o colectivos que estén implicados en el proyecto bien como receptores de la acción de servicio de los chicos y las chicas, bien como agentes colaboradores. Lo que no podemos hacer es decepcionar a la comunidad, dejar colgadas a las entidades sociales con las que nos hemos comprometido, o basar nuestro enfoque de aprendizaje-servicio en un picoteo frívolo de proyectos.
- Asumir que en casos concretos puede ser mejor aplazar la consolidación de un proyecto, por ejemplo cuando vemos necesario afrontar retos que aparecen en el horizonte de la actualidad, como pueda ser la erupción del volcán de la Palma, la guerra de Ucrania o cualquier circunstancia local que conmueva a la comunidad educativa. Una apuesta es la consolidación de proyectos ApS estables y otra es la creación de nuevos proyectos que dan respuesta a situaciones sobrevenidas. Ambas son soluciones igualmente válidas y necesarias.
Puesto que los proyectos de aprendizaje-servicio no sólo son educativos, sino que también son sociales, no es siempre fácil encontrar el equilibrio para dar respuesta positiva a ambos enfoques.
La misma búsqueda de este equilibrio, con una mentalidad abierta y empática, requiere que la escuela vaya comprendiendo y asumiendo las prioridades de la entidad social y ésta vaya comprendiendo y asumiendo las prioridades de la escuela.
Lejos de representar una limitación para ambas, adoptar esta mirada amplia nos permite cargar de sentido los aprendizajes y profundizar el impacto social.