Recordemos que con la Primera Revolución Industrial se pasó de la producción dispersa a concentrar la producción en las fábricas; y con los nuevos inventos y las nuevas máquinas se acabaría automatizando la producción y se transformarían las comunicaciones y el transporte. Espacio y tiempo dejarían de ser considerados categorías subjetivas (a prioris, había dicho Kant) para convertirse en condiciones físicas determinantes de las condiciones de vida y de trabajo de la población y de los nuevos procesos que afectarían a las sociedades industriales del siglo XIX y principios del XX, en todas sus dimensiones.
El conjunto de los problemas derivados de las transformaciones causadas por la Revolución Industrial y los cambios operados en las sociedades (económicos, en la estructura social, en el mundo del trabajo y de la cultura) serían conocidos como la Cuestión Social. La cuestión obrera sería una de sus más significativas vertientes, pero no la única. Así se daba a entender en el Pabellón dedicado a la Cuestión Social en la Exposición Universal de París, ya el año 1900. La Cuestión Social, nos decía Robert Castel en 1995, ha vivido una profunda metamorfosis, “que hace temblar todas las certidumbres y recompone todo el paisaje social”.
Un camino imparable hasta la digitalización
El camino hacia una automatización más plena, con la robótica y la digitalización sería ya imparable: del taylorismo (la organización científica del trabajo), a las Relaciones Humanas, al posfordismo y la producción ligera. Y así hasta los chips, las computadoras, Internet, los smartphones y ahora las «redes 5G» con «el Internet de las cosas» y la aplicación a la futura conducción. Han aparecido formas inéditas de existencia que han redefinido nuestra comprensión del tiempo y del espacio, de la mano «de una expansiva tecnologización de las existencias», de una «digitalización del universo», de una «vida on line» y «una irresitible expansión del liberalismo digital». Hoy, estaríamos pasando de la distinción entre «racionalidad sustantiva e instrumental» (Max Weber dixit) al dominio de una «racionalidad técnica o robótica primaria» que se nos presentaría como una «nueva socialidad», en un espacio-tiempo «universalmente distribuido», que tendería a una «progresiva abolición del azar» y a la promoción de una «humanidad híbrida», de individuos humanos «algorítmicamente asistidos»: una «humanidad aumentada», en expresiones de Sadin.
La actual Revolución Digital ha iniciado una nueva etapa, de la mano de la comunicación entre las máquinas. Una nueva Revolución Industrial, que pasa por la conexión de muchos dispositivos computacionales de manera simultánea. Como dice Joan Majó, estamos ante un cambio que es mucho más que una tercera o cuarta revolución industrial.
¿Cuáles son las consecuencias en el conjunto de nuestra Sociedad? O, dicho de otra manera, ¿cuáles son los rasgos carcaterísticos de la «cuestión social» en la Sociedad Digital?
En todos los procesos históricos de mundialización se deben distinguir cuatro vertientes esenciales: la económica, la social, la cultural y la política. Estos órdenes no funcionan por separado, pero en cada circunstancia histórica alguno de ellos puede tener primacía, como ha pasado con lo económico. Nos encaramos a una realidad compleja que no puede limitarse al análisis de cualquiera de estas cuatro vertientes, relativamente autónomas en su propia dinámica, en su contexto y su tiempo. Tratar estos aspectos por separado sería «desnaturalizarlos y prescindir de la complejidad de las motivaciones de sus protagonistas» (J. Fontana).
La cultura en la Sociedad Digital
Hoy la cultura está vindicando su autonomía, abriendo paso a nuevas posibilidades de acción y transformación de la vida colectiva, en un largo periodo de atropello social y de aparente desorden. En nuestros días «la cultura tiende a abstraerse de la historia y la geografía, quedando sometida a un hipertexto audiovisual digital: crear imágenes, crear códigos culturales es crear poder. Es la autonomía de la cultura respecto de las bases materiales de la existencia. La información es el «hilo básico» o «ingrediente clave» de nuestra actual organización social», como dice Manuel Castells. Este es un primer rasgo característico de la Cuestión Social de nuestros días.
Una nueva etapa del capitalismo
La Globalización de los años 1990 supondría una desregulación desenfrenada, al servicio de una nueva «clase corporativa», pero la ortodoxia neoliberal acabaría poniendo en evidencia que los mercados no son sabios, ni se autorregulan, ni son eficientes: a la hora de la verdad los Estados tuvieron que «rescatar» las finanzas, entre 2008 – 2013. Adam Smith había escrito que «la estabilidad del Banco de Inglaterra equivale a la del Imperio»: un principio liberal clásico que se había olvidado o escondido. En los últimos años, un nuevo orden, calificado por Martin Wolf como «ordoliberalismo», refundaría el capitalismo financiero internacional con una selva de normas sistemáticamente ignoradas por los gestores de las finanzas internacionales, mientras se imponían políticas de austeridad y se profundizaban en todo el mundo las desigualdades.
En este marco, las grandes corporaciones de las tecnologías digitales han disfrutado de oportunidades y posibilidades bien aprovechadas de actuación: sin control, sin límites, contra toda visión crítica y ética y supeditándolo todo al marketing. Un nuevo liberalismo digital se convertiría en el portavoz político de un fuerte determinismo comercial.
La tecnología, por otro lado, ha incrementado la productividad, ha mejorado el trabajo y el bienestar, a la vez que planteado desafíos imprevistos para los que no estábamos preparados. Retos que piden un replanteamiento a fondo de la noción misma de trabajo.
La lucha contra la brecha digital
La desigualdad económica y la polarización social está creciendo mucho, tanto a nivel mundial como estatal, y no hacen sino anunciar una espiral descendente de exclusión social, que la Pandemia no ha hecho más que agravar.
Se calcula que la brecha digital deja fuera a un 35% de la población, de personas y hogares vulnerables. Como denunciaba Ulises Cortés (UPC) «el analfabetismo digital es patente y creciente». Y añadía que hemos creado una discriminación porque «no nos hemos preocupado de facilitar el tránsito hacia lo digital», ni siquiera conocemos cuáles son los derechos personales y sociales en el mundo digital: «tenemos derechos digitales? ¿Es lo mismo la privacidad digital que la analógica? ¿Y la intimidad?». No parece que hayamos aprendido gran cosa de la experiencia de los dos últimos años. El futuro no nos vendrá dado por élites que lideren masas, sino de la mano de fuerzas sociales surgidas de abajo, de las luchas cotidianas de los hombres y las mujeres, como afirmaba Josep Fontana.
En este sentido es de interés saber que los dias 25-27 del próximo mes de mayo, Fundesplai y la Plataforma Red Conecta celebraran un Foro sobre el camino de la transformación digital, desde la triple perspectiva de los Derechos Humanos, la Inclusión Social y las Brechas Digitales.
La nuestra es la sociedad del riesgo y la inseguridad, especialmente para los sectores más vulnerables de la sociedad. Debemos aceptarlo, como un hecho, pero sin desesperanza, con una inquietud lúcida y activa que nos permita conocer la profundidad y complejidad de la vida colectiva, sumida en la desregulación de los mercados y en una sociedad cada día más flexible, más controlada, con más restricciones que nunca para el desarrollo del sujeto social (las personas). Hay que salvaguardar, de manera prioritaria, los derechos de los niños, de los jóvenes y de los mayores. Importa mucho tener claras las prioridades e identificados los sujetos más expuestos a acabar en los márgenes de un sistema digital que opera sin piedad ni ética. Se impone volver al común, al trabajo de comunidad en los barrios y en los territorios donde estamos presentes, yendo a lo esencial para abordar la complejidad.
Referencias
Éric Sadin: La humanidad aumentada. La administración digital del mundo (Caja Negra Editora, Buenos Aires, 2017) y La siliconización del mundo. La irresistible expansión del liberalismo digital (Caja Negra Editora,Buenos Aires, 2018).
Manuel Castells: La era de la información (vol. 1). La sociedad en red. Barcelona, Alianza Editorial, 1997.
Martin Wolf: La gran crisis: cambios y consecuencias. Eds. Deusto. Barcelona,2015.
Joan Majó: «Crisis y trabajo». El País, 2 abril, 2014, p.2. “Els robots son eines” (febrero 2022). Via Empresa. Revista Digital.
«Entrevista a Ulises Cortés» (catedrático e investigador de la UPC). La Vanguardia. Monográfico Especial. Jueves, 27 de enero de 2022, 4-5.
Josep Fontana: El siglo de la revolución. Una historia del mundo desde 1914. Ed. Crítica, Barcelona, 2017.