Vivimos momentos de importantes cambios culturales, sociales, naturales… La sociedad que nació con la revolución industrial y que tiene su colofón en la globalización es inviable. La crisis climática, la importante pérdida de biodiversidad del Planeta, el agotamiento de las energías fósiles que han sido el principal soporte de este modelo social i económico o el aumento de las desigualdades hacen inviable continuar por este camino. El club de Roma en su famoso informe “Los límites del crecimiento” del 1972 ya avisaba que podíamos llegar a esta situación.
Respeto a la disponibilidad de energía, uno de los temas clave para ver las posibilidades que tiene una sociedad, el paso de las fósiles a las renovables representa según algunos expertos como Antonio Turiel disponer de un 35% de la energía que nos pueden aportar las fósiles, advirtiendo que con este 35% tenemos suficiente energía para cubrir con suficiente calidad las necesidades básicas (educación, salud, vivienda, alimentación sana…) para todo el mundo, pero no para continuar con el mismo estilo de vida!. Ante esta situación se divisan dos grandes escenarios posibles a los que parece que ya hemos entrado y que tienen una gran trascendencia educativa. Si con el 35% de energía disponible se quiere mantener el mismo estilo de vida, de consumo – que es el modelo que desde la UE, instituciones y estados se quiere imponer con las renovables- es evidente que solo unos pocos podrán disponer de esta energía creándose una sociedad con profundas desigualdades y con la posibilidad de llegar a unos modelos sociales cercanos al neofeudalismo o al neofacismo. Pero podemos hacer lo contrario, repartir esta energía construyendo unas relaciones sociales basadas en “lo común” como las comunidades energéticas que ya se empiezan a dar, la economía social y solidaria, el cooperativismo… modelos que nos acercan a profundizar en la democracia y en el bien común.
A mitades del s.XX Lovelock lanzaba la teoría, actualmente aceptada por gran parte de la comunidad científica, de que la Tierra es un sistema que contiene un conjunto de elementos que se relacionan e interactúan entre ellos y la nombró Gaia. Gaia nos dice que somos seres interdependientes, que nos necesitamos y que a la vez para sobrevivir dependemos de los otros ecosistemas de la Tierra y que ellos también dependen de nosotros. Gaia nos enseña que el sobrevivir como especie no lo podemos plantear como una lucha para ver quien es el más fuerte y se impone sobre los otros sino que hemos de respetar la vida, colaborar entre nosotros y con los diferentes seres y procesos que la hacen posible. Como que todas las personas somos interdependientes, la justicia y la democracia son imprescindibles para que todos podamos disfrutar de una buena vida, así pues, la transición no se puede plantear solo como una transición ecológica sino como una transición ecosocial.
Y desde la educación ¿qué podemos hacer? ¿Qué líneas y marcos educativos hará falta desarrollar para una transición ecosocial?
Educar para una nueva relación con la naturaleza. Es el principal punto de partida. Educar sintiéndonos que formamos parte de Gaia, que tenemos necesidad de vivir en armonía con ella, cuidarla y no entender la naturaleza como un mero lugar lleno de riquezas extractivas a utilizar por el interés de unos pocos. No se trata solo de tener un conocimiento, que también, sino de introducir una serie de actividades curriculares que favorezcan el amor, el respeto y la armonía con la naturaleza y con sus ciclos naturales.
La escuela ha de preparar a los alumnos para que conozcan, entiendan y participen en la sociedad en la que están
Podemos empezar con actividades sencillas y cercanas como, por ejemplo, reverdecer los patios y cuidarlos o introducir en el currículum la riqueza de conocimientos y de experiencias que nos pueden aportar los huertos escolares. También hay una serie de temas necesarios a introducir como el conocimiento de los recursos naturales básicos (energía, agua, semillas, tierras…) y cómo funcionan y plantearse preguntas como ¿qué se hace con ellos?, ¿quién los controla?, ¿por qué? y el derecho de todos y el de las futuras generaciones a su acceso.
Educar para una relación de compromiso y de cooperación de la escuela con la sociedad y de la sociedad con la escuela. Para educar para una transición ecosocial la escuela ha de preparar a los alumnos para que conozcan, entiendan y participen en la sociedad en la que están. Para ello es importante adquirir conocimientos de los entornos físico, histórico… de la comunidad, de su cultura y tradiciones enriquecidas con todo lo que nos aporta la relación intercultural, de los avances científicos y tecnológicos y qué significan para la humanidad, de los modelos económicos y sus consecuencias y también de los principales problemas sociales que estamos viviendo (pobreza energética, el grave problema de la vivienda, les profundas desigualdades sociales tanto locales como planetarias, la crisis climática…) y promover respuestas activas por parte del alumnado. Algunas actividades que ya se están haciendo como las de aprendizaje-servicio nos pueden ayudar a introducirnos en estas relaciones entre la escuela y la sociedad.
El conocimiento de uno mismo y algunos valores que desarrollar. Entendemos que no es posible educar para la transición ecosocial sin educar para una transición personal. Algunos aspectos que creemos necesarios a desarrollar en este sentido son: la aceptación con alegría de las capacidades, sentimientos y límites de cada uno; la capacidad de alteridad, es decir, el reconocimiento del otro como fuente de riqueza y de intercambio; la educación para la resiliencia con todo lo que significa de perseverancia… Es importante también que en la escuela haya momentos de silencio y de meditación para poder descubrir nuestro mundo interior y aceptarlo con alegría.
Con el desarrollo de toda una serie de hábitos saludables hay que tener muy presentes una serie de valores como el de la pertenencia y justicia ecológica aplicados tanto al momento actual como a les generaciones futuras, la armonía con la naturaleza y con todos los seres vivos, el ecofeminismo, la importancia de los “cuidados” para la vida, la interdependencia de los unos con los otro, lo “común” como espacio de cooperación, de participación y de responsabilidades compartidas, el amor no como posesión sino como regalo y como fuente de liberación…
“La educación no es la responsable de arreglar la situación, pero puede hacer mucho”
La educación ha de fomentar el amor a la belleza en todas sus manifestaciones y conseguir que chicos y chicas disfruten de lo que hay de bello en la vida, en la naturaleza, en las artes, en las personas, desarrollando su creatividad artística y su capacidad expresiva en todos los campos y así fomentar la belleza a partir de la creatividad, la expresión de ideas y sentimientos o de la contemplación.
Podemos hacer algunas actividades educativas como:
- Dedicar unos momentos a contemplar la naturaleza y después expresarla a través de una creación plástica, sonora…
- Conseguir que en la escuela haya un ambiente de belleza, que los espacios escolares tanto interiores como exteriores, así como los parterres de los patios estén bien cuidados… Es importante responsabilizar en todos esos actos a los mismos alumnos y que participen en la creación de una escuela “bella”.
- Introducir a fondo la educación musical.
- Conocer y participar en proyectos creativos de otros, visitando talleres de creadores, hablar con ellos.
- Visitar museos. Participar en conciertos….
- Desarrollar actividades de huerto-arte.
- Establecer contactos permanentes entre alumnos y artistas.
Una serie de actividades que no darán sus frutos si en la escuela se reducen a unos momentos aislados o excepcionales y no forman parte de su proyecto educativo.
La educación ecosocial es uno de los grandes retos que la educación tiene en estos momentos si queremos que la educación nos prepare para vivir con más armonía con la Tierra, con nosotros mismos y con las generaciones futuras.