Con el tiempo, se ha querido identificar el Colegio Nacional de Buenos Aires con valores como el rigor, la excelencia y la libertad. Prestigio es una de las palabras que más resuenan en boca de sus autoridades, entre sus claustros y escalinatas de mármol de principios del siglo XIX. Una institución que “ha dado una pléyade de creadores, escritores, artistas, científicos, economistas, los dos primeros Premios Nobel argentinos, cuatro presidentes y, sobre todo, mucha gente de bien”, según la web de la UBA. Como yo no pretendo ganar el premio Nobel ni ser presidente de ningún país, les quiero explicar los valores que aprendí en el colegio y también algunas de las contradicciones que viví.
Le dice Rilke al joven poeta: «Intente amar las preguntes más que buscar las respuestas, viva usted ahora las preguntas». Creo que el colegio nos enseñó a estimar las preguntas. Teníamos que leer, teníamos que escuchar pero, sobre todo, teníamos que hacernos preguntas y dialogar sobre lo que escuchábamos y lo que leíamos. Aprendimos el valor de vivir las preguntas. Implicándonos, poniendo cuerpo y alma en lo que nos cuestionábamos cuando éramos adolescentes. Aprendimos, tal vez sin darnos cuenta, que el conocimiento es transformación o no es nada que merezca la pena.
Sin embargo, siempre viví con algo de recelo e incomodidad aquella confianza omnipotente en el saber que se transmitía en el colegio. Más cuando parecía que eso debía formar parte de nuestra identidad como alumnos: “Este no es un colegio cualquiera, aquí se estudia como en la universidad”, nos decían más de una vez. Pero la excelencia no se lleva bien con la diferencia. El conocimiento, el progreso, la exigencia, cuando no aceptan la diferencia, se transforman en vallas para cualquier adolescente en búsqueda de su identidad. Tal vez, fruto de la contradicción y de un poco de frustración, aprendí que la diferencia y la equidad son valores nucleares en la promoción de una educación de calidad.
Otra palabra, otro valor que ha quedado asociado al colegio, al menos para mí, es el compromiso. En el colegio había que comprometerse, el colegio era una institución que te empujaba al compromiso. Compromiso político y de cualquier otro tipo. Teníamos que tomar decisiones, incluso cuando esto implicaba tensionar la institución. Para un adolescente, que la institución reconociera nuestro derecho y nuestra capacidad de tomar decisiones suponía un gran valor. El colegio reconocía en la práctica que las instituciones viven en la permanente tensión entre reglas y personas.
Por eso me preocupé, pero también me emocioné, cuando un grupo de alumnas del colegio denunció públicamente abusos sexuales por parte de algunos profesores. Recuerdo que en el colegio había personas íntegras, personas honestas que educaban en valores. Y no sólo el profesorado de las asignaturas “comprometidas” (recuerdo a Carlos, profesor de hándbol, que nos supo transmitir valores fundamentales a través del deporte). Pero seguramente en el colegio también había personas que abusaban de su poder. Pienso ahora que, en su momento, no supimos darnos cuenta.
Pero si algún valor puedo asociar a aquella pequeña comunidad que atravesamos el colegio hace años es la amistad. Dice Fabián Casas que el mundo es un lugar hostil y que los amigos son un escudo contra esa hostilidad. Es una buena definición de lo que significa la amistad, especialmente cuando eres adolescente, y también cuando estudias en el colegio. Muchas de las personas que conocí en el colegio no eran, no son amigos de fin de semana. Eran y son personas que transformaron mi vida desde la amistad, y que todavía lo continúan haciendo. Hoy ya no estamos en el colegio, pero los valores que aprendí (y las contradicciones que viví) nos acompañan con más fuerza.
@BarbieriMuttis
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El Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA) es un colegio público de enseñanza secundaria laica, dependiente de la Universidad de Buenos Aires. Tiene como origen el Colegio de San Ignacio creado por los jesuitas en época colonial y en 1863 se funda con su nombre actual. Para acceder al CNBA es necesario realizar un curso de ingreso durante un año, a través del cual acceden 500 alumnos que se reparten en tres turnos (mañana, tarde y vespertino). Tiene en total aproximadamente 2.200 alumnos. Ofrece la posibilidad de cursar un sexto año, equivalente al ciclo básico común de acceso a la Universidad de Buenos Aires. Está ubicado en un edificio histórico del centro de Buenos Aires y cuenta con un campo de deportes, además de diversas actividades extraescolares. Más información (enlace artículo Wikipedia).