Hace unos diez días me llamaron de un instituto con el que sigo manteniendo contacto para ver si podía intervenir en un conflicto que había tenido lugar en una clase de Ciencias Naturales. Mientras el profesor explicaba su materia, unas alumnas molestaron y acosaron a una alumna extranjera, echándole en cara el color de su piel e insultándola gravemente. Al parecer, el profesor pidió silencio y siguió con su explicación. Llamado posteriormente al despacho de la dirección, justificó su comportamiento diciendo que él era profesor de Biología, que esa era su tarea y que, si eso hubiera sucedido en la hora de tutoría del grupo del que es tutor, habría intervenido para cortar el incidente.
La idea de que un docente de secundaria es sólo profesor de una determinada materia es algo muy extendido entre el profesorado. Se trata de una idea que suele reforzarse con la queja de no estar preparados para abordar conflictos como el descrito, ya que nunca han recibido formación específica para ello y que, por tanto, no se le puede exigir nada más. Es curioso que, cuando se les ofrece a estas personas la oportunidad de asistir a formación específica sobre la gestión del aula, suelen decir que no, que no pueden en ese momento, que tal vez más adelante… Por experiencia propia, los cursos sobre los conflictos en el aula y la manera de gestionarlos han sido los que más suspensiones han tenido a lo largo de mi vida profesional.
¿Qué indica esta actitud y este planteamiento? ¿Es posible ser profesor o profesora de una determinada materia, sin tener en cuenta la tarea propiamente educativa, limitándose únicamente a la labor de instrucción? Hay que tener en cuenta que, en numerosas ocasiones, este grupo de compañeros y compañeras lo pasa bastante mal en las clases, las vive desde emociones claramente negativas, desde el enfado, la rabia o la frustración, terminando pronto muy “quemado/a” y buscando una salida a través del concurso de traslados, cuando no abandonando la profesión. O siguiendo en el mismo lugar y haciendo las mismas cosas aunque eso le genere malestar que, inconscientemente, traslada a los demás, sean docentes o estudiantes.
Es importante ayudar a reflexionar a estos compañeros/as y, con una actitud de comprensión que no les juzgue, mostrar la carencia fundamental de su argumentación. Como señala Mª Rosa Marchena: “Las tareas de aprendizaje realizadas en el aula son organizadores de conducta y marcos de socialización y convivencia”. O, dicho de otra forma, que todo lo que planteamos como docentes en el aula tiene una doble cara, la más académica y la más convivencial. Y que, querámoslo o no, la selección de los contenidos que vamos a explicar, las metodologías que vayamos a emplear, la forma en que vamos a evaluar a nuestro alumnado, la forma de organizar la clase, etc. tienen repercusión en la conducta y forma de comportarse de nuestros alumnos y alumnas.
No podemos olvidar que el proceso de enseñanza-aprendizaje tiene lugar conviviendo en un grupo concreto, en el que el tipo de relaciones y su calidad juegan un papel determinante en el proceso educativo y en el resultado final. Es imposible prescindir de las relaciones, es necesario dedicar tiempo a ellas, trabajar el grupo y constituirlo como tal desarrollando los aspectos básicos de comunicación y de gestión de conflictos. Y este trabajo es una parte ineludible del trabajo docente, íntimamente vinculado a la tarea tradicionalmente más académica.
Whittaker señala y define las relaciones interpersonales en el aula como el cimiento que hace posible la construcción del edificio de los aprendizajes, lo que le sirve de fundamento y apoyo. Invertir en la construcción de una buena relación interpersonal en el aula es invertir en un mejor aprendizaje, teniendo en cuenta, además, que la construcción de la relación positiva es uno de los elementos fundamentales que deben enseñarse y que nuestros alumnos/as deben aprender a lo largo de la escolarización.
La importancia de las relaciones y sus consecuencias en el aprendizaje debe ser una de las primeras enseñanzas que debemos transmitir a los nuevos profesionales. Mucho más importante que las condiciones materiales del espacio del aula, la relación interpersonal es imprescindible para crear un buen clima de clase, en el que todos los miembros se sientan emocionalmente a gusto, deseen estar en el grupo y encuentren la motivación necesaria para sus aprendizajes.
Suele ser un error muy común entre nosotros/as, los profesionales de la educación, pensar que el clima de clase se construye solo, o que la principal responsabilidad corresponde al alumnado, que son los alumnos y alumnas quienes deben cambiar y modificar su actitud y comportamiento para que los profesionales podemos hacer bien nuestro trabajo. Y, desde este planteamiento, se nos olvida que en el aula todo está relacionado con todo, que lo haga el profesor o profesora va a tener sus consecuencias en la respuesta que nos van a dar nuestros alumnos/as, que si queremos que algo funcione mejor somos nosotros/as los primeros que debemos cambiar y plantear las cosas de otra manera.
En la construcción de una buena relación en el aula juega un papel clave la comunicación. Coincidiendo con el hecho mencionado anteriormente, me llamaron de una cadena de TV para que valorara el caso de una profesora de Córdoba, procesada por, supuestamente, haber insultado gravemente a sus alumnos llamándolos repetidamente “tontos” y “vagos” y otras cosas. ¿Cómo va a ser posible construir una buen relación con el grupo desde este estilo de comunicación?
Aprender a comunicarse, saber cómo conseguir que los alumnos/as nos escuchen y se escuchen entre sí, se abran a nuestros mensajes y a los de los demás, poner en práctica una escucha activa dejando de lado la escucha selectiva, aplicar en la clase los pasos recogidos en la comunicación no violenta (observar sin juzgar, manifestar las emociones, descubrir las necesidades, hacer demandas no exigentes…) son tareas fundamentales en la preparación de todas las personas que nos dedicamos a la educación.
A la vez, es importantísimo plantear conscientemente la forma de transformar y gestionar pacíficamente los conflictos que, de manera ineludible, van a aparecer en las relaciones dentro del aula. Ocasiones como las descritas al principio no se pueden dejar pasar, es preciso prestar atención a ellas, y aprovechar su presencia para abordar los procedimientos que se van a establecer para evitar situaciones como las descritas.
Trabajar por la construcción de unas buenas relaciones interpersonales culmina, también, en la confianza en nuestros alumnos y alumnas, en reconocerles sus múltiples capacidades para la organización y creación del clima de aula y por otorgarles un protagonismo en el día a día de la clase y de la vida del centro. De esta forma les reconocemos como personas y sujetos autónomos, les damos ocasión de ejercer como tales y, trabajando su responsabilidad, les damos la oportunidad de crecer como personas y como ciudadanos y ciudadanas. Merece la pena intentarlo y trabajar por ello, ya que estaremos más a gusto en nuestro trabajo, habremos dejado de lado muchos de los problemas que ahora tenemos en las aulas y, además, seremos muchos más eficaces en nuestro trabajo.
Las relaciones interpersonales son el primer elemento que debemos tener en cuenta, pero hay otras dimensiones muy importantes y, lamentablemente, muchas veces olvidadas o preteridas. Está la consideración de los factores “motores” del alumnado, de sus emociones y motivaciones. Y, a la vez, los factores que podemos denominar “internos” del aula, es decir, la selección de los contenidos del curriculum, la metodología, la forma de evaluar, la organización del aula, las normas y sanciones que empleamos y la forma de dar respuesta a las conductas disruptivas. En todos estos factores la responsabilidad y el cambio no corresponde sólo al alumnado. También los profesores/as tenemos mucho que decir.
Sin duda, nuestro profesor de Ciencias dejó pasar una ocasión de oro para educar en convivencia positiva, debido a una idea errónea de cuál era su labor. Y esto me recuerda a una de las ideas que asumí al poco de empezar a dar clase, tomada de la profesora Juana Mª Sancho, que dio título a uno de sus libros: y es que “para enseñar no es suficiente saber la asignatura”.
Pedro Mª Uruñuela Nájera. – Asociación CONVIVES
4 comentarios
Suelo intervenir en grupos en los que existen problemas de convivencia. Habitualmente me siento en un lugar tranquilo con aquellos alumnos protagonistas de los conflictos. Todos ellos suelen repetir lo mismo: nadie les escucha. Se les juzga por cualquier acción por la que a otros alumnos más aventajados no reciben sanción alguna. Cuidemos las etiquetas, pues estamos tratando con niños en plena construcción de su autoestima. No nos convirtamos en jueces impartiendo justicia de forma arbitraria. Escuchemos sin juzgar. Y, si esto no nos es posible, está claro que necesitamos aprender primero a gestionar nuestras propias emociones. No nos damos cuenta muchas veces de hasta qué punto podemos marcar la diferencia enlace vida de alguien.
Eso sí es verdad porque a mí también me hacían bullying en la escuela
Excelente información.
Tiene las referencias bibliográficas, me interesa leer más (: