No hace mucho se ha publicado un nuevo libro de Gert Biesta (La buena educación en la era de las mediciones, Morata, 2023). No es el primero que podemos leer en castellano, contamos ya con otras obras suyas: El bello riesgo de educar (Editorial SM, 2017) y Redescubrir la enseñanza (Morata, 2022). Se trata de tres aportaciones de un relevante filósofo y teórico de la educación, que ejerce como profesor en las universidades de Maynooth, en Irlanda, y de Edimburgo, en el Reino Unido, y que tiene un extenso currículum, que se puede consultar aquí.
Centrándonos en el contenido de la obra, presentaré un resumen en forma de tesis que recogen, espero que fielmente, su línea argumental, aunque seleccionando tan solo una parte de sus numerosas ideas. Añadiré tres comentarios sobre su trabajo.
Tesis 1. El debate sobre el propósito de la educación, sobre sus finalidades y sobre qué es la buena educación y para qué ha de servir debería ser un tema central de la reflexión pedagógica, a no ser que estemos dispuestos a perder la dirección de la formación humana. Sin embargo, en la actualidad es una cuestión que parece haber desaparecido por completo de entre las preocupaciones de los profesionales de la educación. El libro no pretende responder a la pregunta sobre qué es una buena educación, sino plantear la necesidad de debatir democráticamente sobre esta cuestión, con la voluntad de ir más allá de las ideas personales.
Tesis 2. El debate sobre qué es la buena educación ha sido sustituido, en primer lugar, por el auge del lenguaje del aprendizaje. Se habla mucho de aprendizaje, de innovación y muy poco del porqué y el para qué de todo ello. No resulta positivo reducir la educación a la preocupación sobre el aprendizaje y olvidar el debate sobre los fines de la educación.
Tesis 3. El debate sobre qué es la buena educación ha sido sustituido, en segundo lugar, por una cultura de la medición de los resultados educativos y la rendición de cuentas. Una cultura que busca evidencias sobre qué funciona en educación, aunque lo hace sin tener muy claro para qué sirve lo que mide y si en realidad es lo que convendría evaluar: mide los resultados académicos más sencillos de cuantificar sin reflexionar sobre cuáles deberían ser las finalidades de la educación, dándolas por supuestas y evidentes. Además, la cultura de la rendición de cuentas acaba afectando la totalidad del sistema educativo: convierte en clientes al alumnado y sus familias, desprofesionaliza al profesorado, define la educación en términos económicos, olvida el bien común y daña la educación como relación de cuidado y responsabilidad.
Tesis 4. El lenguaje del aprendizaje y la cultura de la medición resultan perjudiciales para la democracia y para la responsabilidad profesional de los docentes. Eliminar el debate sobre la buena educación, silencia la pluralidad de voces sobre lo que debe ser la educación, impide el control democrático del proceso educativo y socava la posibilidad que los docentes piensen y emitan juicios de valor sobre su actividad profesional.
Comentario 1. Aunque el autor en algún momento lo apunta de pasada, estaría bien insistir en que la desaparición del debate sobre la buena educación, así como el auge del lenguaje del aprendizaje y la imposición de la cultura de la medición, no han ocurrido por casualidad: hay un pensamiento que fundamenta tales opciones y una actividad política que no ha cesado de impulsar acciones en este sentido. Cuando la lógica neoliberal se hace hegemónica, sus puntos de vista se convierten en sentido común, dejan de debatirse y se imponen como una opción sin alternativas. En este sentido, Biesta acierta cuando afirma que se ha perdido la discusión sobre los fines de la educación, pero creo que eso no significa que la educación no persiga fines, significa que no se discuten, que se han impuesto sin debate. Hay bastante literatura que muestra como la cultura de la medición ha servido para imponer fines relacionados con la formación de capital humano adecuado a las necesidades económicas y para establecer clasificaciones de los centros educativos, que acaban generando un sistema segregado, competitivo y meritocrático.
Tesis 5. La reflexión educativa debe recuperar el debate democrático sobre los objetivos, fines y valores de la educación. Debe hacerlo superando una simple suma de preferencias individuales, que tan solo aspira a imponer una mayoría. En su lugar propone debatir para convertir las preferencias individuales en una definición acordada de las necesidades colectivas y del bien común. Además se afirma que participar en este proceso de transformación de los deseos individuales en finalidades compartidas es un magnífico aprendizaje cívico.
Tesis 6. Participar en la deliberación democrática sobre qué es una buena educación supone reconocer que la educación cumple varias funciones diferentes que no se pueden olvidar. En este sentido, el autor propone tres funciones básicas de la educación: la cualificación o instrucción sobre contenidos útiles para manejarse en el mundo, la socialización o adquisición de las normas y valores de la sociedad y, finalmente, la subjetivación o formación de un modo de ser capaz de conducirse de manera autónoma.
Comentario 2. Las funciones de la educación que propone Biesta –calificación, socialización y subjetivación–, tienen un paralelismo con la teoría de los intereses cognoscitivos de Habermas (Conocimiento e interés, Taurus, 1989). Una teoría que distingue entre el interés técnico orientado al dominio de la naturaleza gracias al conocimiento científico, el interés práctico cuyo objetivo es la comprensión mutua y la adaptación a las normas e instituciones de la sociedad gracias a las ciencias histórico-sociales y el interés emancipatorio dirigido a la liberación de la dominación y la configuración de la identidad que se alcanza gracias a la autorreflexión y la crítica de las ideologías. Las aportaciones de Habermas pueden enriquecer los puntos de vista de Biesta y facilitar caminos para aplicarlos a la educación.
Tesis 7. Sin menospreciar la importancia de la cualificación y la socialización, Biesta reivindica la formación de la subjetividad como el aspecto central del proceso educativo. La educación debe comprometerse a crear una forma de ser orientada a la libertad; una libertad entendida como la capacidad de aportar al mundo iniciativas propias conectadas con las iniciativas de los demás. Al fin y al cabo, ser un sujeto libre es algo relacional, ético y político.
Tesis 8. La subjetivación debe entenderse también como la incorporación de los jóvenes a la democracia, pero no a una democracia acabada, cerrada y previsible, sino a una democracia que sabe interrumpir el orden establecido de las cosas en nombre de la igualdad. La democracia es la posibilidad de transformar el funcionamiento habitual de la sociedad.
Comentario 3. Creo que en esta obra quedan tan solo apuntados algunos aspectos de lo que Biesta entiende por subjetivación, pero que convendría, como en parte ha hecho en otras obras, aclararlos y articularlos. La subjetivación tiene que ver con la formación de un modo de ser capaz de conducirse con libertad, capaz de aportar novedades al mundo, capaz de hacerse irremplazable, capaz de deliberar sobre las aportaciones de los demás participantes y capaz de conseguir que tales aportaciones nos lleven a una transformación del orden establecido. No sé si ha logrado decir todo lo que quería con suficiente claridad y tampoco sé si yo he logrado entenderlo de modo suficiente. En todo caso, convendrá seguir leyendo y pensando.
Tesis 9. Como hemos visto desde el principio, la voluntad del autor es proponer a los educadores y educadoras que se alejen de la evaluación como forma prioritaria de pensar la educación y se involucren en un debate público sobre el propósito y la dirección de lo que debe ser una buena educación.
Acabar recordando que cuando se pretende ofrecer un resumen de una obra corta pero intensa como la de Biesta, es inevitable que numerosos aspectos queden relegados. Solo la lectura completa de la obra logrará hacer justicia a su autor.