Se dice que en la última década se ha ido generando una situación de parálisis o bloqueo social. Los efectos de la crisis económica iniciada sobre 2007 de la que no acabamos de salir, los efectos del cambio climático que se van haciendo más evidentes, el impacto de los avances tecnológicos en todos los ámbitos de la vida y del mundo laboral, las nuevas estrategias en la globalización económica, la polarización y las tensiones políticas a nivel internacional, entre otros factores, han ido llenando de incertidumbre el futuro y la vida cotidiana de la ciudadanía. Y para acabar de rematar nos invade la pandemia del COVID-19 que remarca y agudiza todos los factores anteriores y cuestiona en gran medida nuestro modus vivendi, ocupa nuestras preocupaciones, energías y pensamientos y nos condiciona de forma sistémica. La pandemia ha llevado a extremos desconocidos la problematización de la vida personal y familiar en la salud, el trabajo, la escolarización, la libertad de movilidad, la participación en actividades de ocio y culturales, la falta de recursos económicos para subsistir y, lo que es más angustioso y bloqueante, la falta de perspectivas de solución a corto plazo y las limitaciones para poder participar o incidir en la salida de una situación tan vital.
En algunos foros se habla de que, paralelamente a las dinámicas de las superestructuras económicas y los ámbitos políticos institucionales que llevan su vida propia, tenemos una sociedad de a pie paralizada, desorientada y escéptica en cuanto a su capacidad de autonomía y poder de decisión. La situación parece que supera la capacidad de respuesta de la ciudadanía y ha generado una especie de saturación, de escepticismo e impotencia ciudadana. El pensamiento de los ciudadanos está ocupado por la agudización de problemas sociales que llevan a polarizar las conductas entre la subjetividad de las necesidades y opiniones individuales y el seguimiento de las orientaciones y normativas oficiales, supuestamente basadas solamente en el conocimiento científico. Los medios de comunicación colaboran en esta saturación con avalanchas de informaciones, necesarias pero repetitivas, poco dosificadas y muchas veces guiadas por el control de las cuotas de pantalla. Este escepticismo e impotencia puede estar llevando a la ciudadanía a la indiferencia, a dejarse orientar o llevar por actitudes y comportamientos individualistas e irracionales guiados por las emociones y necesidades o intereses personales o en el otro extremo a una fidelidad acrítica a las orientaciones y pautas de infinidad y diversidad de fuentes de información oficiales, paraoficiales y/o con consignas de intencionalidad política.
Es en esta situación compleja de bloqueo social cuando se necesita afianzar uno de los principales objetivos de la educación, el de formar una ciudadanía reflexiva y con un pensamiento social crítico. El desenlace de esta situación social, económica y también política comportará cambios en muchos de los ámbitos de nuestra vida ciudadana y por ello es necesario estar abiertos al análisis crítico del proceso y a poder incidir en los cambios que puedan resultar en nuestra vida como ciudadanos. Se necesita que la población esté expectante y sea más crítica que nunca.
Pero ciertamente en las condiciones actuales es difícil mantener un pensamiento y una actitud crítica ante los hechos sociales. La acumulación de problemáticas y las tensiones generadas tienen ocupadas y saturadas nuestras mentes de pre-ocupaciones, con el peligro de que nos conduzca a una desmotivación o desactivación que harán más difícil tener un pensamiento crítico. Un pensamiento que, partiendo de la duda como actitud inicial, necesitaría poder seleccionar, contrastar y evaluar la información sobre los temas más relevantes que nos invaden e intentar formar una idea o posicionamiento propio argumentado. Como decía Giroux, un pensamiento que incida en la necesidad de analizar la naturaleza ideológica de la vida, del conocimiento social, de las creencias y de los valores que lo sustentan.
Pero como bien sabemos, incluso para dudar de forma intencional es necesario un estado de motivación y curiosidad en conocer los fundamentos y propuestas sobre temas o hechos de relevancia social. Puede resultar difícil, pero necesario, estar motivados o interesados, dudar de las cosas, no aceptar cualquier explicación y tener una mente abierta y flexible que nos permita escuchar, analizar y cuestionar la diversidad de informaciones, enfoques y argumentaciones. Realmente, ante la cantidad ingente de información que nos llega, no desconectar supone un esfuerzo.
Estamos bombardeados con informaciones de detalle, cifras, imágenes, estadísticas, localizaciones, casos, declaraciones, todo ello repetido en diferentes momentos del dia y por diversos medios de comunicación que nos envuelven todas las horas del dia. En esta situación es difícil que un ciudadano que intente ser crítico pueda reflexionar sobre la complejidad de los hechos en términos abstractos, establecer correlaciones con la realidad, con la diversidad de interpretaciones y posibles implicaciones de cada una y sacar conclusiones. Quizá si se centra en un aspecto o tema por el que esté más motivado pueda analizar y reflexionar sobre cuestiones como la objetividad de la información, la intencionalidad, intereses, causas y posibles consecuencias de las propuestas, los valores que sustentan las propuestas, etc… Además, a la avalancha de informaciones, en el dia a dia continuamos con los inconvenientes y limitaciones para desarrollar las actividades de la vida cotidiana.
A pesar de las dificultades es necesario que la ciudadanía piense y actúe de forma crítica y reflexiva con una mente abierta, con la duda razonada y razonable, seleccionando y contrastando información, eligiendo un tema o aspecto prioritario si esto lo facilita, analizando propuestas, argumentando y actuando en base a conclusiones propias. Es evidente que el contexto actual de confinamiento con sus condicionantes dificulta la práctica de todo esto. Pero mientras se mantengan las condiciones bloqueantes habría que intentar participar en foros, debates, charlas, coloquios, en casa, en el bar, con más seguridad de forma virtual, etc. En ellos tendremos la oportunidad de ser empáticos, de poder entender otras ideas y como se han llegado a ellas. Y también ver o entender mejor la lógica de lo que analizamos y los sesgos de las afirmaciones o postulados que se defienden.
En esta situación de parálisis social, de incertidumbres y de saturación mental, la ciudadanía no puede renunciar a continuar siendo critica, a estar motivada y a pensar, sentir y actuar en su contexto. No se puede renunciar y se ha de fortalecer el pensamiento socialmente crítico pues es fundamental para el proceso y para el desenlace de esta situación.