Este artículo y otros anteriores ya publicados quieren compartir de forma sintética, con el riesgo de no hacer grandes aportaciones, mis casi certezas sobre lo que funciona en el aprendizaje y la enseñanza; casi certezas construidas a lo largo de toda mi vida profesional como docente.
En alguno de los artículos anteriores de forma resumida decía que los centros educativos forman parte de su contexto y que son comunidades que enseñan de forma globalizada mucho más de lo que se aprende en las aulas. Pero, lo que debe aprender el alumnado y el profesorado debería enseñar, viene prescrito en gran medida por los currículos oficiales. Los currículos de los niveles educativos obligatorios, que son muy extensos y bastante repetitivos, deberían tener un grado muy amplio de apertura y flexibilidad para poder ser adaptados a la diversidad de proyectos de los centros, a la diversidad de agrupaciones de contenidos, de proyectos de aula, de necesidades del alumnado y de contextos físicos y sociales. Asegurando contenidos y competencias básicas, progresivamente, los currículos deberían ir cerrando y especializando según se acercan a los niveles superiores (bachillerato / ciclos formativos). Deberían establecerse unos objetivos generales, diferenciados por etapas y ciclos remarcando las competencias básicas y dejar autonomía a los centros para su desarrollo tanto en la selección y organización de contenidos como en las metodologías y recursos a utilizar. Deberían ser currículos mucho más simplificados y con una estructura y planteamiento globalizador e interdisciplinar centrado en núcleos temáticos relacionados, especialmente desde la metodología y el desarrollo didáctico, con hechos, situaciones, problemas, interrogantes, retos, centros o temáticas de interés etc., de la actualidad cultural, política, económica, demográfica, científica… y desarrollados mediante una gran diversidad de metodologías y estrategias pero con un peso significativo de las interactivas tales como la indagación, el trabajo cooperativo, el trabajo por proyectos, los proyectos con servicio a la comunidad, resolución de problemas, el análisis de casos, simulaciones o representaciones, etc…
Debería ser un currículum que, además de facilitar el aprendizaje de los conocimientos necesarios para desarrollar las competencias básicas y específicas, asegure que los aprendizajes y la construcción de conocimientos se realiza individualmente pero también de manera colectiva y comunitaria, formando personas críticas, curiosas, creativas, comunicativas, que sepan trabajar de forma cooperativa y que utilicen el diálogo, la argumentación, el consenso y el respeto como base en las relaciones. Es importante remarcar la construcción colectiva del conocimiento y su finalidad de mejora social.
Se debería asegurar que todo el proceso de enseñanza y aprendizaje (diseño, planteamiento, desarrollo, resolución y evaluación) esté impregnado por la dimensión ética y, por tanto, para la educación en valores. Es necesario analizar los valores que subyacen en las diferentes situaciones que se estudian y los que se construirán o reforzarán con las diferentes propuestas educativas y las opciones o soluciones que se den. En este sentido una posibilidad podría ser revisar las programaciones y proyectos con la intención de romper la rigidez de la estructura disciplinar de los contenidos y tratar la educación en valores de forma transversal.
Las metodologías de trabajo dominantes deberían ser de tipo interactivo y resolutivo, que faciliten la diversidad de ritmos de aprendizaje y el desarrollo de la diversidad de competencias e inteligencias del alumnado. Además, estas metodologías fomentan el trabajo en equipo, la reflexión, la cooperación, la responsabilidad ante el grupo, el respeto a la diversidad y la autoestima entre otras cualidades. Esto no quita, y es necesario que se utilicen, otras formas de trabajo y estrategias que entre otras cuestiones fomenten el trabajo y el esfuerzo individual.
La evaluación debería formar parte del proceso de aprendizaje, siendo útil, informativa, preventiva, motivadora, es decir con una función educadora y reorientadora. La evaluación debe ser pensar y programar para llevarse a cabo durante el desarrollo de los proyectos o actividades educativas. También al final del proceso de los objetivos previstos, los aprendizajes realizados, de la organización y del desarrollo de la planificación del proyecto. Todos los participantes en las actividades de aprendizaje deberían ser evaluados y evaluadores en aspectos diferenciados y con criterios específicos. Se debe considerar que en todo el proceso de aprendizaje se producen aprendizajes emergentes, ocultos, emocionales, etc .., difíciles de evaluar pero que es importante evidenciar y ponerlos en valor.
En definitiva, un curriculum simplificado, flexible, que permita un enfoque globalizador, contextualizado y impregnado de valores. Un currículo que en su desarrollo deberá considerar que el alumnado es el centro del proceso de aprendizaje y que aprende de forma muy significativa con la experimentación y la interacción.