Antes, dejadme recordar una experiencia que ayudará a situar la cuestión que planteamos. Se trata del proyecto La Murga, una propuesta educativa que impulsan los Escoltes Catalans para tratar el derecho a una vivienda digna. Es un campo de trabajo destinado a rehabilitar pisos en malas condiciones en los que viven personas en situación precaria. Durante unos días un grupo de jóvenes de entre 15 y 17 años trabajan para completar los arreglos que necesita la vivienda –pintura, electricidad, retirada de muebles viejos y otras reparaciones– y a la vez, y quizás principalmente, conviven con la persona que se beneficia de su servicio. Este aspecto es muy relevante porque el proyecto, además de movilizar competencias para realizar el trabajo manual, requiere empatía y disposición a entenderse con la persona que les ha abierto su casa. Deben conseguir ganarse su confianza para que la acción no se limite a una fría reparación material, sino que proporcione una oportunidad para conocerse y explicarse todo lo que cada uno desee. Un espacio de convivencia entre personas de diferentes generaciones que viven en situaciones sociales distintas: un espacio de encuentro y de toma de conciencia. Sí, también de toma de conciencia. Antes de empezar, La Murga incluye una formación sobre las causas y la situación actual del cuarto mundo, una realidad a menudo invisible que ahora conocerán de primera mano. Y durante todo el proyecto, y especialmente en la parte final, es una oportunidad para reflexionar, para conocerse mejor y afilar la conciencia crítica y el compromiso de los jóvenes.
Esta presentación debe servir para mostrar los diferentes conocimientos que se ponen en juego en una experiencia de aprendizaje servicio. Distinguiremos tres tipos de conocimientos: el conocimiento científico-técnico, el socio-moral y, por último, el autoconocimiento. Quiero recordar que esta tripartición fue desarrollada ampliamente por Habermas en su libro Conocimiento e interés (Taurus, 1982). Miremos paso a paso cómo la aplicamos al aprendizaje servicio.
El conocimiento científico-técnico explica cómo funciona el mundo y da herramientas para intervenir sobre la realidad con la intención de modificarla y alcanzar los fines que en cada situación nos proponemos. Es un conocimiento que se obtiene a partir de su experiencia inmediata o aplicando una metodología científica. Un saber que se prolonga en un saber hacer que permite actuar con eficacia y optimizar la realidad. Estamos en el ámbito del trabajo humano.
En el proyecto La Murga, los chicos y chicas deben aplicar conocimientos con habilidad para concluir con éxito la reparación de la vivienda. Pueden hacerlo con pocos conocimientos y habilidades en las artes de la pintura, la electricidad, la construcción o la decoración, o bien pueden convertir alguna de estas artes en el ámbito de un aprendizaje casi profesional. Sea como fuere, los participantes usan cierto nivel de conocimientos y, durante la realización de las tareas de reparación, aprenden nuevos saberes y habilidades. En todas las actividades de aprendizaje servicio existe un momento técnico que permite producir una mejora en la realidad.
Pero el aprendizaje servicio supone desarrollar al mismo tiempo conocimientos socio-morales. Esta tipología de conocimiento nos pone en condiciones de comprender cómo funciona la sociedad en su conjunto y captar las vivencias singulares de sus miembros en cada una de las situaciones analizadas. Estos saberes –entender la dinámica social y comprender por dentro a sus actores– permiten mejorar las formas de convivencia: ganar en reconocimiento mutuo, en solidaridad y en justicia. Estamos en el ámbito de la relación intersubjetiva y la comprensión. En el caso de La Murga, hemos visto los múltiples aprendizajes socio-morales que proporciona. Primero durante el período de formación destinado a conocer más sobre el cuarto mundo (charlas, películas, novelas, periodismo, etc.) y, por encima de todo, después durante el tiempo de convivencia con la persona que recibe la ayuda. Los chicos y chicas viven en primera persona lo que probablemente sólo conocían de lejos. Se acercan, escuchan, hablan, se dan cuenta de detalles y empatizan con una persona que de modo singular les muestra lo que no funciona bien y debería cambiar en la sociedad.
Por último, el aprendizaje servicio es una oportunidad de profundizar en el autoconocimiento y en la identidad del yo. Este saber, en estrecha relación con la experiencia del trabajo y de la comprensión, ayuda a repensar la imagen que cada uno guarda de sí mismo/a, así como de su posición en relación a las diferentes concepciones del mundo. Es, por tanto, un conocimiento que resulta de un esfuerzo de reflexión crítica que va curando cegueras y dogmatismos. Un proceso que libera y ayuda a conocerse mejor y que, por último, apodera y dispone a un comportamiento más apropiado. Estamos en el ámbito de la crítica y la toma de conciencia. De nuevo en la experiencia de La Murga encontramos este tipo de conocimiento. Los participantes no sólo adquieren destrezas prácticas y mejoran el conocimiento de su entorno, sino que también viven sacudidas y cambios personales. Se dan cuenta de lo que son capaces, ven que valen más de lo que pensaban, que pueden más de lo que creían y, por tanto, su imagen y su autoestima salen mejoradas de la experiencia. Darse cuenta de todo esto les refuerza como personas y les compromete como ciudadanos.
Como siempre decimos, las buenas propuestas educativas tienen la virtud de ofrecer a la vez muchos aprendizajes: son como la vida, que nos da todas las lecciones mezcladas y vinculadas. Y el aprendizaje servicio es vida porque reúne trabajo, comprensión crítica y reflexión personal.