Vivimos momentos de grandes cambios sociales y culturales, como los que nos trae la inteligencia artificial, la necesidad de hacer que las tecnologías estén al alcance de todos, y los grandes movimientos de desplazamientos de personas que traen consigo riqueza intercultural y la necesidad de crear un marco de justicia universal para garantizar que los recursos básicos estén al alcance de todos.
Uno de los aspectos primordiales es la necesidad de establecer un nuevo marco de relaciones entre las personas y la naturaleza. Gran parte de los problemas y crisis que sufrimos han tenido su origen en que la sociedad ha vivido separada de la naturaleza a la que ha entendido como un lugar de explotación de recursos sin límite o como un espacio de disfrute. Explotación que ha llevado al colonialismo y a multitud de guerras, corruptelas, represiones… para que las élites financieras y políticas controlasen los recursos de la tierra, sin tener en cuenta las consecuencias de saltarse sus límites y sus leyes. Gran parte de la historia de las sociedades occidentales se ha organizado a partir de ese supremacismo del hombre sobre la naturaleza. ¡Pero la naturaleza nos está diciendo basta! y entra en crisis todo el modelo cultural, económico y civilizatorio que hemos construido. Yayo Herrero lo define como «el pecado original de la sociedad occidental».
La escuela no permanece al margen de los avatares de la sociedad y los diferentes modelos educativos han intentado dar respuestas, “educar”, según los modelos sociales que se han ido generando. A lo largo de la historia encontramos múltiples ejemplos. Si miramos el momento actual uno de los aspectos primordiales de la educación debe ser cómo educamos y nos educamos en las nuevas relaciones de conocimiento, respeto y colaboración con la naturaleza.
Tenemos la suerte de que no partimos de la nada, que tenemos una tradición pedagógica que nos aporta interesantes marcos. Rousseau y más tarde el romanticismo pedagógico, la pedagogía anarquista, recordemos, por ejemplo, la influencia de Paul Robin en Ferrer i Guardia, el movimiento de las colonias escolares, la importante aportación de Francisco Giner de los Ríos y del Instituto Libre de la Enseñanza, las escuelas del Patronat Municipal del ayuntamiento de Barcelona del primer tercio del s .XX, como l’escola del Bosc, la del Mar o la del Parc del Guinardó, l’Escola de la Natura del Clot y su influencia en el CENU a través de Puig y Elies, las ricas aportaciones de los maestros cooperativistas que en su escuela abierta al entorno y a través de la imprenta escolar nos han dejado unos hermosos textos escritos por niñas y niños de cómo se relacionan con la naturaleza. Y en tiempos más actuales el escultismo, los esplais, campamentos, las escuelas de la naturaleza… Todos ellos han hecho aportaciones muy valiosas que nos pueden servir de referentes.
Sin embargo, en el momento actual en el que se pone en evidencia este principio básico de la vida de que no podemos vivir sin establecer vínculos armoniosos con la naturaleza, la escuela y la educación deben hacer un planteamiento más atrevido, que vaya más allá y que se convierta en un eje central. Por ejemplo, que la distinción entre educación en general y educación ambiental pierde todo sentido, así Luis González Reyes en un tuit nos decía que: “Toda educación debe no sólo tomar en cuenta el medio ambiente, sino ser ella misma una práctica o una experiencia ecológica total” Y aquí también ligaríamos con otras pedagogías que también nos pueden aportar mucha luz como la de Tagore o la del MST (Movimientos de los Sin Tierra) del Brasil.
En tiempos de colapso, la distinción entre educación en general y educación ambiental pierde sentido. Toda la educación debe no solo tomar en cuenta el medio ambiente, sino ser ella misma una práctica o una experiencia ecológica totalhttps://t.co/SrUrd6R8hj
— Luis González Reyes (@luisglezreyes) October 17, 2023
¿Qué podemos hacer? ¿Cómo empezar este cambio teniendo en cuenta la organización y las estructuras actuales de las escuelas? Algunas han empezado con la buena práctica de hacer cambios en los espacios como reconstruir los patios escolares para hacer más presente la naturaleza, patios donde haya árboles, parterres con flores, espacios tranquilos… patios que los propios alumnos deben cuidar y que van dejando atrás la uniformidad y agresividad de las pistas cementadas. Una forma de entender los patios que el Ayuntamiento de Barcelona recuperó a principios del s.XXI y se está extendiendo. Creo que es una muy buena forma de empezar y necesaria. En este mismo sentido también habría que revisar las construcciones escolares, cómo son los espacios interiores y exteriores de las escuelas y dónde se construyen para favorecer esta relación con la naturaleza.
Sin embargo, si la escuela se queda aquí se queda corta. Una buena manera de empezar para ir más allá es aprovechar la cantidad de conocimientos, valores y actitudes que nos pueden ofrecer estos nuevos espacios y que no sólo sean unos espacios decorativos y de bien estar.
Algunas escuelas han visto también la necesidad de introducir huertos en los patios o en espacios cercanos. Una práctica que por lo general ha sido más una voluntad que una realidad de cambio. Durante unos años con un resto de compañeros hemos estado coordinando una red de escuelas hortelanas en la comarca del Vallès Oriental. Se inscribieron unas 25 escuelas y pudimos observar las posibilidades y dificultades que tienen los huertos para introducirse en las escuelas.
Las posibilidades educativas son muchas y grandes como el seguimiento de los procesos naturales, la importancia de los cuidados, los conocimientos sobre parte del mundo natural, el cariño hacia los seres vivos, el conocimiento y respeto a la tierra… todas ellas de un gran valor educativo. Pero las dificultades también son muy grandes. La primera es la falta de formación por parte de los maestros que se encuentran desamparados a la hora de llevar adelante esta tarea.
Desde el seminario intentábamos suplir esta carencia con charlas y sesiones de trabajo con campesinos locales, una experiencia que resultó muy enriquecedora para todos y en la que el saber campesino entró en las escuelas. El encuentro de los maestros con aquellos abre caminos muy interesantes de colaboración. Sin embargo, existen otras dificultades, más estructurales, del propio sistema, como los tiempos y los espacios escolares y qué valoración tiene el huerto dentro del claustro y en el currículum. Debido a ellas, la actividad del huerto muchas veces se ha delegado a un vecino o familiar, normalmente a un abuelo con tiempo libre, o con visitas puntuales a huertos cercanos.
Nos ha hecho reflexionar mucho sobre las contradicciones que han salido a la hora de introducir el huerto en las escuelas ya que cuestiona y pone de manifiesto la gran separación que existe entre los tiempos, espacios, currículums escolares, es decir, de como hemos construido un sistema escolar y los procesos y ritmos naturales a los que se les ha dado poco valor y que en el mejor de los casos han sido una anécdota puntual.
Un paso necesario para avanzar hacia la renaturalización de las escuelas es la revisión de los currículos escolares en los que la educación en las relaciones que establecemos con la naturaleza debe tener un papel central. Esto significa revisar objetivos conocimientos, valores, actitudes, metodologías de trabajo…
Es evidente que la envergadura de esta revisión, se escapa al trabajo de este artículo, pero aspectos como el conocimiento de donde proviene la energía y otros aspectos básicos de la vida como el agua, los límites del consumo, el conocimiento y defensa del mundo natural propio, el trabajo en el huerto escolar, la agricultura y la necesidad de una soberanía alimentaria, los valores de una justicia ecológica… son temas necesarios para ir educando en un nuevo marco de relación con la naturaleza.
Es verdad que el currículum sobre transición ecosocial de la Lomloe nos abre las puertas a hablar de todo esto, pero creo que se queda corto a la hora de plantear los motivos de la crisis lo que dificulta tener rigurosos puntos de partida. Por ejemplo, vemos la necesidad de plantear aspectos como las migraciones climáticas y su relación con un modelo social depredador, el negocio de la agricultura industrial y sus relaciones con las multinacionales farmacéuticas y sus consecuencias para el planeta y para la salud de las personas, las guerras y el control de las materias primas como es el caso del gas o el petróleo u ofrecer conocimiento y debates sobre qué alternativas se pueden plantear y se están haciendo por una vida que esté más acorde con el planeta y con el bienestar de la mayoría de las personas. Chico Mendes, uno de los líderes asesinados del MST, decía que la transición ecológica sin la transición ecosocial era pura jardinería. Quizás podríamos aplicarlo a la educación: que una educación ecológica sin una educación ecosocial puede convertirse también en pura jardinería.