La escuela se nutre, además de los contenidos curriculares, de las enseñanzas que dejaron en el tiempo personas y hechos. Por eso, en muchos momentos del curso escolar se celebran días o semanas dedicadas a algo especial. Sin duda, esas fechas sirven para medir el tiempo vivido, lo hecho o no en un año; pero también para recordar deseos, conjeturas o avances sociales, para reconocer qué hay detrás de muchas ideas, de algunos eventos y al lado de personajes. Siempre, en años o días concretos, en momentos más o menos críticos, es conveniente pararse a imaginar lo que hubiera sido del mundo sin determinados eventos o celebraciones; también sin las ideas de personajes plagados de espíritu crítico y creatividad, con deseos renovadores, globales, etc.
Hay años de suerte, como este 2019, en el que se cumplen 500 de la muerte de Leonardo da Vinci, y 250 del nacimiento de Alexander von Humboldt. Entre los artilugios e ideas que transmitió el primero y los viajes e investigaciones del segundo cambiaron la historia universal y la ciencia aplicada.
¿Qué sabe el profesorado de ellos? ¿Cuántos alumnos han oído hablar de sus descubrimientos? Imaginemos que esos ilustres personajes visitan nuestra escuela. Leonardo, joven a pesar del paso de cinco siglos, nos podría decir tantas cosas que demostrarían su ingenio que no cabrían en esta entrada; nos quedaremos con su percepción sistémica del mundo y su acercamiento a la botánica, dejando a un lado su ingeniería adelantada a los tiempos o sus cuadros más famosos, que son las facetas más divulgadas sobre su destreza.
En el primero de los campos resaltados, nos animaría a la búsqueda de la comprensión de cualquier fenómeno a partir del establecimiento de esquemas basados en las interacciones; sin duda, esto nos ayudaría a entender los ecosistemas, más sencillos o complejos, si bien él nos advertiría que lo hacía aplicado a la botánica. Nos recordaría que lo que ahora vemos claro, algunos profesores y libros de texto todavía no, fue enunciado con fundamentos empíricos e investigativos a finales del siglo XV y principios del XVI. ¡Ahí es nada!, cómo disfrutarían de su plática los chicos y chicas de secundaria, que a menudo escuchan hablar del asunto de las redes y cadenas tróficas en sus clases.
Humboldt nos acercaría su anticipación a la comprensión de las variaciones climáticas, su amor por la naturaleza -ya hemos alabado su figura en este blog- y las consecuencias de las pulsiones del complejo y multidiverso mundo natural en el espacio y en el tiempo. Nos avanzaría cuestiones sobre el ecologismo y su percepción/visión de los cambios climáticos.
La mejor acogida que ambos pueden tener en las aulas es leer cosas de ellos, viajar a su tiempo y traer al actual sus pensamientos. Todo servirá para comentar en las tertulias pedagógicas del profesorado lo que dijeron sobre asuntos científicos/ecológicos, pero también para llevar a clase cuestiones del pensamiento práctico moral, que son clave de la vida actual.
Leonardo nos legó aquello de que “el placer más noble es el júbilo de comprender”; del anticipado naturalista Humboldt podríamos anotar: “No hay razas inferiores, todas ellas están destinadas a alcanzar la libertad”.
La cultura colectiva los necesita, 500 o 250 años después, para deambular sin tantos riesgos por el complejo mundo en el que vivimos, en el que crisis ambientales, sociales y económicas nos mantienen alertas, y temerosos a la vez, de algún colapso. Podríamos celebrar a ambos en forma de pensamiento crítico hacia la percepción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Vayan recopilando más imprescindibles, como Leonardo o Alexander, para su escuela; algo de eso hemos traído a este blog y seguiremos haciéndolo. Colóquenlos en la galería de imprescindibles para el pensamiento; visítenlos de vez en cuando para entender el mundo de hoy. Aunque solo sea por curiosidad, anímense a hablar en clase de los más mayores del Hombre de Vitruvio, de su vigencia hoy, de lo que puede significar desde el punto de vista de la pretendida perfección humana. A lo largo del tiempo, ha tenido muchas lecturas e interpretaciones; incluso ha llegado a las monedas de 1 euro.
Puestos a recordar efemérides, el profesorado haría bien en leer al filósofo argentino Mario Bunge, este 2019 cumple 100 años, que nos ha legado reflexiones trascendentes: entre ellas, la importancia de la originalidad del pensamiento -cuando la verdad poco importa, atropellada por el éxito- y la solución de los problemas inversos, que ayudarían a profesores y alumnos a entender mejor el mundo actual; para desarrollar nuestra capacidad de vivir lo cotidiano. Contrasten lo que piensan en ese momento con la preocupación de Bunge, expresada hace varias décadas, de que “los grandes males de la Humanidad eran el belicismo, la contaminación ambiental, la explotación de recursos y una superpoblación que nos aboca a un excesivo consumo de los recursos naturales”. ¿Les suena a ODS? Hay tema para el debate.
Todos ellos, y muchos más, merecen ser parte activa en una ecoescuela abierta.
Carmelo Marcén Albero