Una conferencia internacional de la dimensión de la Cumbre del Clima de Madrid COP25 celebrada cerca de casa es algo que se debe aprovechar para generar cultura social. Es de esos eventos que los jóvenes nunca deberían olvidar, aunque en principio les atraiga más el estreno de una serie o la celebración de determinado concierto o competición deportiva. Sería deseable que este hito se asociase al curso escolar en el que se encuentran ahora, porque los jóvenes y adolescentes serán los más afectados por la crisis climática, como alerta UNICEF entre otras entidades. Su futuro climático y, por tanto, personal está marcado con rayones negruzcos, pero también podrían disiparse en parte y recordar este diciembre por ello.
Todo empieza el lunes de la semana próxima, el 2 de diciembre. Podríamos darle notoriedad en los centros educativos replicando un escenario similar en los colegios e institutos, durante los 12 días que dura; en caso contrario, la comunidad educativa en general sería cómplice de algún que otro desajuste futuro. Si la conferencia reclimatizadora escolar se organizase bien, con compromiso, ayudaría a la sensibilización ante problemas que afectan a muchas personas aquí mismo y en todo el mundo, podría fomentar valores democráticos de participación activa. Además, serviría para compartir esperanzas y deseos y, lo más importante, para llegar a acuerdos en el centro escolar y decidir cuándo y cómo se ponen en marcha las actuaciones. Para avanzar en la búsqueda de compromisos hará falta emplear estrategias atrevidas que primen el trabajo colaborativo. Porque esta conferencia debe incrementar para siempre el interés educativo en los problemas ambientales, de los cuales la crisis climática se ha convertido en una emergencia planetaria y así lo denuncia la OMM (Organización Meteorológica Mundial), que se manifiesta muy crítica y combativa en temas tan próximos como la salud global y de la infancia y adolescencia. También lo recogen la OMS (Organización Mundial de la Salud) y el reciente informe La cuenta atrás sobre cambio climático y salud publicado en The Lancet. Aquí cerca, en Barcelona, por ejemplo, hay investigaciones que demuestran que el aire que respiran los escolares por su ubicación no es nada saludable como vienen denunciando plataformas como Eixample respira, entre otras. Por eso, insistimos en que los centros programen su propia Conferencia sobre el Clima Saludable.
El clima es muy nuestro, por activa y por pasiva. Suponemos que los colegios e institutos ya habrán mejorado su gestión ambiental, o estarán camino de hacerlo (de esto hemos hablado en otras entradas de este blog). Tendrán planes para la reducción de la energía que consumen, para minimizar la carga contaminante de los desplazamientos de sus miembros, para gestionar mejor los recursos materiales que emplean. Caso de que no sea así, urge concretarlos y revisar los efectos positivos que conllevan, tanto en las emisiones de gases como en la reducción de los gastos del centro.
En el escenario escolar cuentan mucho los ejemplos: se imita lo que se quiere ser, mejor si se puede ver. Hay que aprovechar el impacto mediático de movimientos como Fridays for future, iniciado por Greta Thunberg, y otros más como Extinction Rebellion que muestran una juventud preocupada por un futuro incierto. La idea principal de esta actividad formativa, avalada por la ciencia y resaltada por la reciente llamada de 2.000 científicos, avisa de que los plazos para resolver esa crisis se agotan, ya es una emergencia planetaria. Por eso, han surgido plataformas como Teachers for future, que quieren ayudar desde la escuela a mejorar el clima global o las recientes Escuelas Andaluzas por el clima.
En este cometido del compromiso colectivo por la mejora personal y global del clima saludable, se deberían potenciar los debates de clase, escenarios útiles para favorecer la percepción escolar y social del cambio climático, para entender cómo estamos posicionados ante sus vectores visibles, o no tanto. El debate crítico favorece una cierta rebelión escolar, en este caso específicamente encaminada a la consecución de uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): el número 13, que no es otro que lograr que el clima sea más saludable, lo cual significa múltiples interacciones con el resto de los ODS. En las sesiones de trabajo colectivas debe hablarse de causas, consecuencias, acciones para frenarlo o mitigarlo. Seguro que se exponen ideas para la adaptación; también surgirán compromisos personales y colectivos.
Las actuaciones escolares que se programen –entendido que no es una moda efímera, sino una necesidad estructural– deben apoyarse en la adquisición de valores democráticos mediante estrategias, ya conocidas por el profesorado, como: rigurosa búsqueda de información, organización, comunicación, diálogo, debate, propuestas, acuerdos, resoluciones y, sobre todo, compromisos ante un clima que es nuestro. En algunos centros funcionan los “clubes del Clima”, a los cuales se apunta el alumnado y el profesorado de forma voluntaria. De su trabajo aportan sugerencias para la adaptación y la mitigación del cambio climático en cada centro escolar.
Si se quiere dar forma a un proyecto de innovación que aglutine al centro, y pueda ser presentado a las autoridades educativas para su reconocimiento, se podrían considerar los siguientes objetivos:
- Reconocer que el cambio climático es, al menos, una parte cada vez más significativa de todos nosotros, lo mismo por sus causas que por las consecuencias.
- Conseguir las implicaciones personales (profesorado y alumnado) y de la comunidad educativa como colectivo en la mitigación de las causas y en la adaptación a las consecuencias.
- Crear conciencia de ciudadanía activa, crítica y comprometida, en materia de desarrollo sostenible, en todas sus dimensiones espaciales y sociales.
- Mejorar las habilidades comunicativas y la práctica de los valores democráticos entre el alumnado a través de la práctica del debate u otras metodologías en torno a la crisis/emergencia climática, tal que lleven a compromisos reales.
- Reclamar una actuación contundente de las administraciones para resolver los problemas de contaminación ambiental que afectan a los centros escolares y dañan la salud colectiva.
Para darle forma, a modo de ejemplo, cabría realizar una serie de estrategias sencillas:
- Presentación de las temáticas objeto de debate.
- Trabajo en equipos para anotar las causas de la crisis climática, escribir las repercusiones y relacionarlas con las causas. Habría que dedicar atención especial a la contaminación del aire, a la movilidad intra o interurbana, etc., dado que es aquí donde más insiste el informe de The Lancet. También para avanzar las responsabilidades y compromisos en las propuestas de solución.
- Trabajo en grupo clase para la búsqueda de consensos y elaboración de las propuestas, así como la selección de unos compromisarios, representantes, que lleven lo acordado a las reuniones generales.
- Sesiones de debate, bien programadas y con tiempo suficiente, en el centro entre los representantes/compromisarios de todas las clases para acordar unas prioridades del centro de cara a aminorar las causas de la crisis climática y adaptarse a sus efectos. Conduciría a la elaboración de la Ruta de compromisos del centro.
- Remisión a los responsables municipales y educativos de las conclusiones del trabajo y de las demandas del centro para que se reclimaticen y así cuiden la salud de los escolares.
- Comunicación a las familias de que el centro se ha organizado para ser un foco activo en la lucha contra el cambio climático.
El clima saludable nos afecta mucho; es, en buena parte, cosa nuestra; luego en su solución algo podemos decir y hacer. Convendría que se formasen comisiones ambientales (profesores y alumnos, personal laboral y familias) que hagan el seguimiento de los proyectos o compromisos pactados. Esto no es cosa de una semana, debe durar años y ser parte fundamental en los Proyectos Educativo y Curricular; por lo visto, el clima no dejará de ser algo nuestro.
Hasta que llegue la evaluación del trabajo llevado a cabo, habrá que dejar constancia en lugares visibles de las acciones positivas, ya sean del centro, de una determinada clase o de los individuos. ¡Suerte y perseverancia!, pues cuesta más hacerlo que decirlo.
Aunque hay que avisar de que lo que se necesita en realidad es algo más: transformar el mundo, no el clima. Interesa que el profesorado lea –debata con el alumnado para identificar la posición de cada cual– los veinte indicadores y medidas para lograrlo que propone Ecologistas en Acción, organización siempre atenta a lo que pasa hoy y puede suceder mañana en nuestro complejo medioambiente.
Carmelo Marcén Albero