El segundo sábado de mayo está señalado en el calendario como el Día Mundial de las Aves Migratorias. Es una manera de recordarnos que muchas van y vienen por el ancho mundo, en busca de lugares más propicios para vivir o criar, desempeños vitales para la supervivencia de la especie. También que son importantes para el medioambiente y que su presencia va decayendo debido a la alteración de sus hábitats por la intervención humana. En verdad no tienen un día muy concreto de salida/llegada pues depende de varias condiciones que solamente ellas conocen.
Esas jornadas de revuelo primaveral tienen su equivalente en otoño –de ahí que haya otro Día Mundial de las Aves Migratorias por esas fechas–, cuando se da el trasiego de otras aves que huyen de los duros inviernos hacia lugares menos fríos. La zona templada es un observatorio privilegiado para observar el ir y venir.
En realidad lo que hacen es conectar nuestro mundo, como decía el lema de su día del año pasado, el de la irrupción pandémica y el aislamiento que imaginamos notaron ellas por las ausencias de la gente en la naturaleza. La ecoescuela de las zonas templadas se asoma fuera del aula para verlas pasar, pues unas van y otras vuelven. Unas lo hacen en silencio, sin causar el mínimo revuelo mientras otras anuncian su paso. Así actúan esas grullas que en formación en V surcan el cielo de manera ruidosa para migrar hacia el norte y pasar allí el verano. Todo un espectáculo visual y vital que nos trae National Geographic; en este caso de Nebraska pero es similar en otros muchos lugares. Mirar fuera de sí mismo para ensanchar el mundo interior es lo que hacía el profesor/poeta Antonio Machado en Apuntes, aunque él admiraba a una lechuza sobrevolar el olivar, si bien hoy tendría más dificultades para observarla pues está en peligro de extinción en algunos lugares.
La mayor parte de las aves son más discretas, aunque enseguida se hacen notar. Es el caso de las golondrinas (Hirundo rustica). Aparecen de pronto, cantando (trisar es su verdadera expresión comunicativa) para anunciar su llegada. En las zonas rurales las asocian al verano, bien lo saben en las escuelas de los pueblos; siempre han abundado menos en las ciudades aunque ahora ya no se sabe. Las que vemos por España retornan después al África subsahariana, aunque las hay que hibernan en el suroeste peninsular. Su plumaje negro dorsal las identifica, si bien los no entendidos las confunden al nombrarlas con sus parientes los aviones comunes (Delichon urbicum). Estaría bien que a la escuela llevásemos algunas imágenes de ambas especies, más que nada para disfrutar, no para alcanzar la categoría de ornitólogos.
Las migraciones son una parte de la historia universal, tanto que la biodiversidad es en parte su resultado; han migrado millones de especies vivas por medios muy diversos y durante millones de años. En el caso de las golondrinas, han servido de enlace entre Eurasia y África; también en América lo hacen muchas aves entre el norte y centro o sur. La Sociedad Española de Ornitología (SEO Bird Life) -ONG que se ocupa en España de descubrirnos el mundo de las aves y forma parte de una organización mundial Bird Life, digna de ser conocida en la escuela- calcula que son unos doscientos millones las que hacen cada año este viaje; quienes tengan curiosidad del fenómeno también pueden mirar en Audubon. Las golondrinas siempre han tenido buena relación con la especie humana, y así se ha expresado en la literatura universal. Don Juan Manuel, un escritor español de los siglos XIII-XIV que dejó varios cuentos moralizantes, hacía en El Conde Lucanor una alabanza de las golondrinas. Resaltaba su prudencia, su acercamiento a los hombres, con quienes decía que concertaban su protección y les aconsejaban arrancar los males desde el comienzo. Quienes amen la literatura o quieran descubrirla no deberían perderse el poema El vuelo de Pablo Neruda o el Pájaro del agua de Juan Ramón Jiménez.
Desde este blog siempre hemos animado a combinar naturaleza, vida y literatura, pues esta última no es sino una expresión de lo cotidiano: realidades, ficciones, lamentos y esperanzas, presente y futuro, lo individual en relación con lo colectivo, lo natural con lo social, lo posible y lo inventado. En El Príncipe feliz de Óscar Wilde encontramos uno de los más tiernos relatos con protagonismo de aquella golondrina perdida en su viaje desde Egipto. Vagó por la vida hasta encontrar al príncipe triste. Este antes fue feliz, porque vivía en el País de la Despreocupación. Al final, el pequeño pájaro se dedicó a ayudar a los demás, aunque para ello se tuviera que hacer residente y acostumbrarse a los gélidos inviernos. Murió en la contradicción: ligada por amor a la estatua del príncipe y poco considerada por quienes en aquel país gobernaban. Eso sí, al menos, con el tiempo le salieron imitadores. Queremos creer que organizaciones como Bird Life son en cierta manera sus seguidores. Como aquella diminuta golondrina, ayudan y trinan por lo que ven, para que las aves sean una parte afectiva y conservacionista de la especie humana.
Las aves migratorias van y vienen sobrevolando mares y tierras. Probablemente cuando miren hacia abajo observarán a los migrantes humanos que cruzan continentes enteros para llegar al norte rico. ¿Qué contarán de lo que ven cuándo retornen a sus lugares de origen? Seguro que hablan de gente que deambula por el amplio mundo sin una brújula como la que ellas tienen. Puede que relaten cómo viven los que llegan, o avisen de que desde el aire ven el penoso viaje de los paisanos que buscan la esperanza, pero sus trinos utilizan lenguajes difíciles. ¿Los entenderán los subsaharianos, los latinoamericanos que las ven llegar cuando se disponen a partir?
Probablemente más de una vez nos habremos preguntado qué querrán decir los pájaros con sus cantos. Podemos imaginar que se cuentan lo que hicieron en el pasado, o los planes que tienen para ese día y los siguientes. Otras veces emitirán llamadas de aviso, de búsqueda, se sentirán contentos simplemente y querrán que el resto lo sepa.
En más de una ocasión advertirán a otros colegas de que están en territorio privado, o eso creen, pues en la naturaleza no hay esas fronteras tan ideológicas. Acaso muestren su prevención ante desapariciones de otras especies como puede ser el gorrión común, un sedentario que quizás por eso se encuentra en tal peligro de desaparecer, tanto que la gente de SEO/Birdlife le dedicó el año 2016 para reclamar su protección.
Los pájaros cantan, trinan, y hablan con múltiples lenguajes. Algunos figuran en cuadros que representaban conciertos de aves, que pusieron en boga los pintores flamencos del siglo XVII. Los hay tan afamados como “Concierto de aves” (1629-1630) de Frans Snyders o el del mismo título de su discípulo Jan Pyt, pintado en 1661; ambos se pueden admirar en el Museo del Prado de Madrid. En su Web se dice que estos conciertos pueden significar una alusión al sentido del oído, acaso a la sabiduría de la lechuza por ejemplo. Acaso los recitales se refieren de forma simbólica al “concierto y reglamentación natural, como sentido de equilibrio con la naturaleza, idea plasmada en la sistematización musical del canto de los pájaros”. El CDAMAZ (Centro de Documentación del Agua y Medio Ambiente del Ayuntamiento de Zaragoza) recomienda tres lecturas motivadoras con motivo del día mundial: La sabiduría de las aves, de Tim Birkead, Aves que veo en invierno de Lars Jonsson y Aves y humanos, y viceversa de Carlos Álvarez-Cros. Contemos y cantemos algo de lo que en ellos se trata en un coloquio para conmemorar este día.
Otras aves componen secuencias sonoras que asombran. Llevemos al aula el canto de algunos de estos. Juguemos con el alumnado a adivinar lo que querrán expresar. Con sus trinos se podría componer una bella sinfonía que titularíamos “La naturaleza alada habla y nos lanza mensajes”. Pero hay más. Los pájaros son protagonistas en la música clásica como explica Julio Andrade en este artículo; quien lo desee de verdad, seguro que enlazará fácilmente con las obras citadas y los pájaros. Sirva la soberbia interpretación de Emmanuelle Bertrand de El canto de los pájaros de Pau Casals como ejemplo de música para escuchar más de una vez en clase. Pájaros y música, de la cual también se puede disfrutar en otras versiones orquestadas, que se han convertido en símbolo de la paz y libertad en todo el mundo. Aves migrantes o sedentarias que se agrupan en El lenguaje de los pájaros de Jean Sibelius interpretada por la NHK Shympony Orchestra. Por cierto, el lema elegido para este año internacional 2021 dice: ¡Canta, vuela, vuela como un pájaro!
Al final, o al principio, el futuro de las aves migratorias está ligado a la especie humana; y viceversa. Todo depende de si queremos volar en compañía.