Hay personas que merecen un reconocimiento especial en la escuela por las aportaciones que han hecho sobre la pedagogía de lo sencillo, de lo que tienes al lado y no ves, de lo que dependes y no cuidas, de lo que anhelas grandioso desde lejos teniéndolo tan espectacular muy cerca, del paraíso biodiverso aunque no esté lleno de colores, de la naturaleza sin más. Uno de esos referentes es Joseph B. Cornell, quien se empeña en que uno de los escalones de la vida pasa por compartirla de forma amigable con la naturaleza. Pero no se contenta con hablar del qué, se empeña en demostrarnos cómo. No solo a él le debemos un reconocimiento especial, ahora también personificamos en Heike Freire y su pedagogía verde el aprendizaje fluido/lubricante natural en nuestras emociones con la naturaleza.
El aprendizaje fluido se postula como una buena manera de establecer el vínculo emocional con la naturaleza. Pero para ello Cornell apunta que hace falta amor, disfrute y alegría en los contactos con ella. Difícil coyuntura cuando los humanos todavía no hemos conseguido entender que nuestras vidas se basan en la ecodependencia. La falta de su reconocimiento nos impide una estancia amigable; la visitamos casi como si fuera un parque de atracciones. Pero vayamos a una multiforme sospecha, en muchos casos empírica, que asegura que existe una clara relación entre la vinculación afectiva con la naturaleza y la construcción personal de actitudes y una buena parte de los comportamientos proambientales. Habrá que reconectar con la naturaleza, porque buena parte de los adultos y los escolares la vemos tan lejana que solo nos sirve para expansionarnos de vez en cuando. Qué olvidado tenemos aquellos de que todos nosotros somos naturaleza, y hacemos naturaleza por acción u omisión; que somos herederos de la naturaleza y lo serán las sucesivas generaciones.
Por eso propongo que la Pedagogía de la Reconexión sea vía de tránsito, una aventura que nos abra emociones de par en par. Se apoya en ámbitos sensoriales, intelectuales y emocionales; que juntos hacen vida propia y con los demás, seres animados u otro tipo de estructuras. Para entenderse a uno mismo hay que mirar hacia fuera, incluido el complejo medio natural. No se trata solamente de un aprendizaje sensu stricto sino de retomar la responsabilidad hacia el medio natural. Algunos autores lo conciben dentro de la Educación Ambiental o para la Sostenibilidad. Se trataría de poner una viva etiqueta emocional a nuestros aprendizajes practicados. Pero no será sencillo. La cultura imperante en nuestra sociedad, en la occidental especialmente sometida al consumo egoísta, se sigue conceptuando a la naturaleza un supermercado de cosas no un escenario de emociones o de arte libre.
Y la escuela, ¿qué dice? Según cuándo y de qué forma, pero las emociones siempre encuentran trabas curriculares para llevar a cabo la educación ambiental al aire libre. Es más, el aire libre no existe para la mayoría de los centros, acaso en forma de documentales o salidas superestructuradas. Hay que contar también que las trabas administrativas y de responsabilidad civil coartan muchas ilusiones de poner el corazón a aprender. Ni siquiera con los pocos especímenes de naturaleza encerrados en los patios escolares. ¿Quién se ha atrevido a llevar a sus chicos y chicas a jugar y divertirse con los árboles, a contarles un cuento, a hacerles partícipes de ese relato o historieta, o representar una obra teatral teniéndolos de actores? Y cuidado con pensar que con una salida esporádica, o durante un paseo por el bosque o la ribera de un río, se consigue la interacción emocional. Tampoco pensemos que encariñarse con tal o cual árbol o animal sirve para emocionarse ante el conjunto, y llevarlo permanentemente dentro del pensamiento. En el caso de que hubiese algún rasgo de emoción o afectividad es probable que no se manifieste en entornos diferentes. Hay que insistir en la experiencias emocionales.
La curiosidad y el asombro deberían ser vehículos de estrategia metodológica, pero cómo llevarlos sin trasgresiones a nuestra escuela que se estructura en cajas de currículos cerrados. Si la percepción se hace dentro de un aprendizaje escolar no siempre se traslada a la vida. Con cada etapa educativa pierde sensibilidad, en general. Lo percibido no llega a ser aprendizaje vivencial, la cultura circundante no acompaña mucho. Solamente se consigue cuando el equipo pedagógico elabora proyectos secuenciados en torno a exploraciones abiertas o medianamente guiadas, que incluyen varias estancias en los escenarios naturales. Porque no todos tenemos la sensibilidad de Heike Freire, Joseph B. Cornell o Paqui Godino para animar las emociones ajenas.
Pero no seamos pesimistas. Presentemos algo cercano al alumnado, que haya visto una y otra vez pero que no haya anotado mentalmente con el distintivo de importante. Copiemos esas fases imprescindibles en el aprendizaje fluido:
- Despertar el entusiasmo mediante estímulos físicos o mentales vehiculados en los juegos divertidos.
- Polarizar la atención hacia lo que vemos en ese momento, empleando la conciencia plena de encontrarnos en dimensión de atenta escucha. Qué dice, qué significa, cómo lo dice, para quién lo dice.
- Animar la experiencia directa favoreciendo aproximaciones más animosas a los más resistentes a dejarse llevar.
- Compartir las experiencias y traducirlas a distintos lenguajes de expresión.
Aun con todo, no siempre lograremos la secuencia aproximativa porque el alumnado vive en una sociedad poco estimulante, más proveedora de deseos y recompensas materiales. Poco se ha explorado la biomímesis, que sería el espejo permanente donde testear nuestras intervenciones. Además, es posible que la soledad dentro de la comunidad educativa condicione a las experiencias de clase o del centro educativo a la hora de programar actuaciones de este estilo. Porque no se piense que lo dicho sirve solamente para la enseñanza no formal, en entornos concretos. ¿Por qué no experimentarla en las aulas dentro de proyectos colectivos de la comunidad educativa al completo, o en actuaciones de educación ciudadana? Los/las resistentes deberían leer este artículo de Pedro Carrasco Quesada. El título “Educación socioambiental: pedagogía de reconexión con la naturaleza con enfoque sensorial, emocional y creativo” ya anuncia sus intenciones. Además hay que recordar experiencias extraescolares, algunas incorporadas al currículo en el formato de bosque-escuela o granjas escuela.
La Traviesa ediciones es un heraldo que anuncia continuamente que la naturaleza se debe compartir. Pero en su amplia misión atiende de forma especial muchos de los escenarios no reglados, no sometidos a los corsés curriculares. Esto no quita para que se concierten alianzas entre la educación no reglada en la escuela. La escuela de la vida real y la de los contenidos curriculares pocas veces se encuentran. Tampoco se promueven tal cual se debería coaliciones/alianzas entre asociaciones de educadores/as ambientales y centros educativos. Habrá que romper esa inercia diferenciada. Recuerdo lecciones del pasado en el instituto incentivando el deseo de aprender lo pocas veces visto, de dirigir la atención hacia situaciones límite o hechos concretos, experimentar en grupo para encontrar cualidades y afectos, comunicar las experiencias vividas. No siempre resultaba sencillo, incluso el alumnado de secundaría me reclamaba lecciones clásicas que “les hacían trabajar menos y no pensar tanto”. Por eso recomiendo el encuentro de hace unos días sobre “Claves para la naturalización de espacios educativos”.
Me viene a la memoria Henry D. Thoreau que en 1854 publicaba Walden. La vida en los bosques, en donde exaltaba el valor de la naturaleza y la necesidad de salvarla de la explotación. Quería demostrar que la vida en ella está sometida a la libertad impuesta por la convivencia del escenario, ajena a los avatares de la sociedad de entonces, que se industrializaba con prisas. ¿Apostaba por la pedagogía de la reconexión? Decía Niezstche que “aun el hombre más razonable tiene necesidad de volver a la naturaleza, es decir, a su relación natural ilógica con todas las cosas”. Hagamos de la naturaleza -muy antropizada, siempre compleja y sujeta a múltiples perspectivas- un eje permanente en nuestras clases. Pero debo reconocer que me preocupa la naturaleza enlatada en los currículos, que los tiempos de Cornell o Freire no son los de los maestros y maestras que deben hacer malabares para salir del centro o dejar que la naturaleza entre en él tergiversando los currículos. ¡Cómo un currículo puede ser cerrado! El currículo se va enriqueciendo con cada experiencia colectiva, abierta a múltiples emociones en interacción con elementos o hechos que habitan en la siempre cambiante naturaleza. Lo es en el espacio y en el tiempo, dentro de un mismo día la sentimos más o menos líquida. Nos falta por entender su autónomo proceder, por eso a veces nos alejamos de ella. ¿Puede una gran riada o una sequía provocar emociones positivas? La naturaleza no es un escaparate donde mirar sino una caja de sorpresas vital. Por eso, no deja de asombrarnos que en el currículo de primaria actual solamente aparezca ligado a la economía (sic), dentro de la conciencia ecosocial. Sin embargo, las emociones riegan el currículo, hemos localizado unas 64 citas. Si bien se concretan en emociones sentidas o ante los demás, un poco con el entorno próximo pero no en relación con la naturaleza, ni líquida ni sólida en elementos clásicos. Es curioso que sí que se habla de la emoción que provoca la resolución de una tarea matemática (sic).
Tenemos un contratiempo que nunca debemos obviar. Cuando el urbanita (al menos el adulto) se hace amante de la naturaleza algo siente o le falta. Según se mire. El hombre moderno busca en el campo la soledad, cosa muy poco natural. Alguien dirá que se busca a sí mismo. Pero lo natural en el hombre es buscarse en su vecino, en su prójimo. Así dijo Unamuno. No será que el hombre moderno huye de sí mismo, hacia las plantas y las piedras, por odio a su propia animalidad, que la ciudad exalta y corrompe (Juan de Mairena). Además, debemos estar atentos a aquello que sorprendía al poeta Luis García Montero: los montañeros buscan la pureza, llevan en su mirada y en sus pasos las elaboraciones de la ciudad. La pureza es siempre un invención; la otra cara de la moneda con la que pagamos nuestras facturas en el supermercado. Por eso reflexionemos sobre estas tres citas que he seleccionado y no exaltemos la pureza de la naturaleza toda. Si alguna vez, en algún rinconcito, existió nunca lo fue del todo porque si algo la caracteriza es la entropía permanente. Se me antoja que esto del aprendizaje fluido habría que contemplarlo conectado con la modernidad líquida de la que hablaba Zygmunt Bauman, más que nada para entender la fragilidad humana dentro de la sociedad de la incertidumbre. Máxime cuando la desvinculación con la naturaleza nos hace permanecer en estadios transitorios y volátiles. ¿Quién dijo que fuese sencilla la renaturalización de los aprendizajes?
Recuerdo que John Dewey decía aquello de que la educación no es una preparación para la vida, es la vida misma. Pero hay que matizarla con muchos solos, porqués, paraqués y según a qué edades sirve, siempre o a veces. Rebuscando en internet me ha venido a visitar ABP. Aprendizaje basado en proyectos, un librito que no conocía y del cual se aprovecha cada palabra, cada imagen. También me llena de interés sobre la naturaleza como proyecto/compromiso que he encontrado en 100 buenas prácticas de Aprendizaje y servicio, coordinado por Roser Batlle y Esther Escoda. De lo mismo habló en este Diario de la Educación Xavier Martínez Celorrio hace más de seis años. ¿Y qué es la naturaleza?, podríamos preguntarnos. También acerca de su densidad en el conjunto de los aprendizajes. Una respuesta muy acertada la de Heike Freire hace unos años en una entrevista en la que hablaba sobre su libro 50 cosas que los niños pueden hacer para salvar la Tierra. Venía a proponernos que la naturaleza sea el nexo de las materias y empape poco a poco todos los conocimientos.
Sobre todo esto, y mucho más, dialogarán el 11 de mayo de 2023, a las 18:00 (CEST España), Joseph Barat Cornell y Javier Benayas en el webinario El Aprendizaje Fluido, una práctica transformadora para favorecer el vínculo con la naturaleza. Quienes quieran inscribirse, desde España o Latinoamérica que también nos siguen, pueden hacerlo en este enlace de la página de La Traviesa ediciones, una editorial plagada de naturaleza emocionada.