La sostenibilidad bien dimensionada ayuda a entender la vida propia y la ajena. Lo hace en el contexto social y dentro del marco escolar. ¿Quién asegura que la sostenibilidad solamente se puede abordar desde las ciencias sociales? Me temo que el profesorado que opina así no entiende ni el término ni su función ecosocial, ahora mismo y para pasado mañana. En algunos ámbitos educativos se sienten satisfechos al concederle un pequeño espacio conceptual en las ciencias, llamemos ambientales, o la educación en valores. En este blog hemos publicado distintas experiencias relacionadas con el arte o la literatura para acercarnos al concepto de sostenibilidad. Seguimos en ello con esta ilusionante experiencia.
La creación artística que comentamos se llevó a cabo con alumnado de los últimos cursos de educación primaria. Una profesora amiga demandaba mi opinión de “experto sobre el medioambiente” ante una actividad internacional en la que participaba con su alumnado. Debía preparar un collage dentro de un proyecto apadrinado por el Departamento de Educación de la National Gallery de Londres. Se trataba de expresar una idea global de forma artística, inspirándose en “¡Sorprendidos!, por una tormenta en la selva” de Henri Rousseau. Suponemos que el primer sorprendido sería el tigre del cuadro, que sin duda se sintió amenazado por esta tormenta. Para la interpretación escolar habían de utilizarse materiales que se pudiesen encontrar en casa. Un ejemplo de creación en torno a la reutilización de recursos; otra mirada a la sostenibilidad.
El reto era tan importante que no sabía qué decirle. Cuando trabajamos con chicos y chicas no importa sólo el mensaje, sino cómo se lo comunicamos para que ayude a la acción, y quién sabe si al compromiso. Ante mis dudas le comenté mis sueños sobre cómo podría haber sido el planeta de no configurarse en una esfera. En nuestras conversaciones preparatorias brotaron ideas, conjeturas diversas, posibilidades de tratamiento en el aula. Todo un complejo panorama.
No sé por qué recordé que el gran Leonardo da Vinci había interpretado el planeta como un tetraedro. Puede que Platón mucho antes que él. Buscando en internet encontré una cita determinante. Daba cuenta de la muestra Da Vinci, un ecologista en el Renacimiento, organizada con motivo de los 500 años después de su muerte.
En verdad, según dicen los escritos o uno se ha inventado, Da Vinci (1452-1519) había dado muestras de su interés por entender el planeta y la vida que albergaba. Se dice que pasó toda su vida intentando comprender el funcionamiento del cuerpo humano, el vuelo de las aves, la disposición de las hojas de las plantas; o la relación entre los anillos de los árboles y su edad. La historia del arte dice de él que sostenía que no había fronteras entre la naturaleza, el arte y la ciencia. En pocas palabras, que se había acercado por la razón y el arte a la ecología; ¿o había penetrado en la idea de sostenibilidad?
Esto me animó a decirle a mi amiga Mari Carmen que, elucubrando mucho, me atrevía a proponerle que llevásemos a cabo la representación de la Tierra antropizada con forma de tetraedro. Imagino, no sé la razón, que esa figura nos va mejor que la imperfecta esfera para entender un poco la socioecología de la sostenibilidad, en tránsito permanente. Dije casi textualmente: «Supongamos que representamos la Tierra como un tetraedro; volvemos al fuego platónico, que asimilamos a entropía energética permanente que gestiona la vida en la Tierra».
Así fuimos avanzando en metáforas, unas descartadas y otras anotadas en sus mínimos detalles. Las cuatro caras del tetraedro se nos representaron en forma de la ecología, el clima, la sostenibilidad, y el espacio/tiempo. En aquel momento preferimos olvidarnos de lo estrictamente físico y pensar solamente en el mundo antropizado; en las relaciones de interacción y ecodependencia, que también el tigre sorprendido se encontraría por su selva. Cada una de las cuatro puede ser base o no, dándole un empujón más o menos fuerte. Con lo cual las tres caras que vemos en un momento dado son el todo al que la falta algo.
Por mi parte, fuera de la primera conversación y sirva esto solo para el profesorado, imaginé que en la base se podría ubicar el tiempo acelerado o lento y el espacio sin fronteras. Si lo miramos desde la distancia adecuada las otras tres caras dicen algo pero pecan de quietismo, casi como una foto. Supongamos que la base es la sostenibilidad: nos quedamos en lo estrictamente asociado a la ecología variada en el espacio tiempo y al cambiante clima. No nos servía pues en estos años nuestros la sostenibilidad es la bruma que todo lo cubre. Si la base fuese la ecología reduciríamos las variaciones climáticas a una sostenibilidad cambiante en el espacio/tiempo; nos acercamos más a la comprensión pero eliminaríamos el valor de la ecología, que ahora vemos también social. Por último, si pusiésemos el clima oculto pareceríamos unos incultos, visto desde la dimensión actual del cambio climático.
Tiempo después Mari Carmen me llamó para mostrarme “Un tesoro traemos ya”, una grabación del tetraedro realizado por las chicas y chicos de primaria y sus profesoras del colegio La Salle Montemolín de Zaragoza. No puedo describir mi asombro. Quienes quieran disfrutar de la expresión artística ligada a la sostenibilidad, tienen la filmación en Youtube en español y en inglés. Pero es que el asunto no quedó ahí. El corto fue presentado al festival escolar Ecozine de Zaragoza y fue seleccionado.
Para quienes deseen conocer algo más, les diré que Leonardo había hecho los dibujos poliédricos para el manuscrito De Divina Proportione de Luca Pacioli. También en la ecoescuela abierta se puede soñar en clave de sostenibilidad, expresada de muchas maneras. Sin duda, la artística es una de ellas. Todo el arte nos muestra algo, incluso cambia nuestras ideas previas.