Hemos de reconocer que todo lo que lleva delante o detrás bío se asimila a lo natural, al menos esa es la señal que queda en nuestras relaciones sociales; en buena parte será porque ha venido pegada a los productos de consumo. Una búsqueda en Google a la hora de redactar estas líneas me proporciona 1.030.000.000 resultados en 0,67 segundos; pocos términos tienen tanta presencia en los buscadores. Las marcas comerciales lo saben y lo explotan a su conveniencia; solamente hace falta girar una visita al supermercado para comprobarlo. Hasta la RAE lo entiende de esta forma y lo añade tanto a alimentos como a consumidores. Es más, alguien dijo que la vida futura será preferentemente bío o no será.
Indaguemos entre el alumnado para hacernos una idea de cómo identifica el distintivo en su vida cotidiana, la manera bío de ser y pensar; con lo que aporte delimitemos en conjunto su concepto y extensión para el grupo concreto y proyectemos si será parecido en el resto de la gente. Vayamos más lejos. Hagamos la apuesta de relacionar estrechamente bío y sostenibilidad con presente y futuro. Dialoguemos sobre si lo uno se compagina con lo otro. Seguramente por nuestras conversaciones circularán alimentos, productos, combustibles que descubren una generación, la de los escolares de ahora, que bien que lo aprecie o no está ligada a lo bío/vivo.
Imaginemos que una escuela de un lugar idealizado entiende que pensar y consumir en clave de bíosostenibilidad se ha convertido en una necesidad para asegurar el mañana, en un eje que impregna el quehacer cotidiano. Seguro que tal dimensión merecerá un debate entre el profesorado sobre la posibilidad de elegir materias nuevas sobre esta cuestión o redimensionar las ya existentes. De cualquier forma, se trata de hacerlas más acordes con el conocimiento que los alumnos necesitan para moverse por la vida, que a este paso y sin ser catastrofistas se podría calificar como el arte (capacidad, habilidad, maña, disposición, etc.) de vivir. Como quiera que el mundo corre y corre, con más o menos arte, hay que dotarse de capacidades nuevas para entenderlo. Para seguirlo es imprescindible una sólida y amplia cultura de sostenibilidad; esa es la idea básica para hacer frente al despiste ambiental y social que planea ante las crisis que ya tenemos encima. La sostenibilidad es el museo de arte vital, pleno de personas y seres vivos que interactúan.
Pero esa visión artística de la realidad hay que dotarla de contenidos más bío, y aquí empiezan los problemas. Imaginemos una sesión del equipo pedagógico de una escuela que quiera ser un poco bíoartística, pues ambos estilos de ver las cosas se complementan. Cuando se despierta el interés aumentan las dificultades: una paradoja de la vida educativa. Tanto se quiere incluir en el quehacer diario escolar que al poco tiempo se cae en la cuenta de que no cabe nada más; tanto se quiere abarcar en cada curso que se dejan vacíos a los restantes, que en realidad se parecen al anterior y a los siguientes. Como el asunto va para largo se buscan otras opciones, entre ellas algunas aproximaciones hasta ahora ausentes de la escuela para acercarse a la naturaleza y su percepción, al encaje de la sociedad en ella, a la visualización de las desigualdades en ritmos y afectados. La realidad siempre es cambiante.
Podrían utilizarse muchas expresiones artísticas para centrar el camino a seguir, la literatura o los documentales entre ellas, pero en esta entrada proponemos el bíoarte para ligar, cual eje transversal, escenarios de los currículos, más bien para mirarlos de otra manera. Es una forma de iniciación al desciframiento; en muchas ocasiones un misterio bío desvelado nos esconde otro porque la naturaleza y las convenciones sociales siempre están por aclarar: un rompecabezas prodigioso a la hora de presentarlo al alumnado. Si fuese posible esta mirada fascinante supliría la de muchas asignaturas, no solo las Ciencias de la Naturaleza o el Conocimiento del medio, de Ciencias de la Naturaleza o Biología. Como bío es preferentemente vida natural, disculparán que nos centremos en dos miradas a obras de arte, cuadros para ser más concretos y en una al medio natural sensu estricto.
Nos vamos a apoyar en un artículo de Francesc Miró que se publicó en elDiario.es en julio de 2017. Comenzaba con una explicación de una imaginada conversación de Voltaire con la naturaleza, de la que le asombraba que fuese tan bruta creando montañas y mares, pero a la vez tan minuciosa y detallada dando vida a animales y plantas. A semejante pregunta, la naturaleza contestaba: «¿Quieres que te diga la verdad? Me han dado un nombre impropio; me llaman Naturaleza, y soy toda arte». Aquí estamos y a eso vamos. El artículo del que hablamos lleva a cabo una lectura de pasajes de bíoarte en la que defiende la relación entre ambas ideas mutantes, aquí unidas pero siempre mutantes.
Proyecten en clase varios cuadros en donde la naturaleza esté presente y coméntenlos desde su variante artística y de la naturaleza representada. También caben aquí Las estaciones de Giuseppe Arcimboldo. En estos cuadros quedan presentes los ciclos de la vida en primavera, verano, otoño e invierno; parecen un acertijo. Dejen que el alumnado se explaye, anoten todas sus opiniones y compongan un discurso compartido que acerque o diferencie la una cosa o la otra. Por si interesa, el Museo del Prado muestra una selección de naturaleza en sus fondos, incluso permite una selección por fauna y flora; aprovéchenlo. No es la única pinacoteca que ofrece este servicio.
Una visión diferente es la que nos ofrece NEO2, en su entrada Arte y naturaleza. Merece una detenida exploración porque evidencia un tono de protesta ante la acción humana para remendar el arte libre de la naturaleza. Las obras que incluye suscitan muchas emociones, tanto de sus creadores como por parte de quienes las interpretan desde fuera, que pueden coincidir o no en los mensajes expositivos. Alrededor de ellas se puede organizar una lluvia de ideas o cualidades, a veces contradictorias, que nos suscitan al contemplarlas. Seguro que si acogen estas dinámicas se acercan a una ecoescuela, más abierta que nunca.
También se puede apreciar el bíoarte, al estilo de lo que afirmaba Voltaire que le respondió la naturaleza, asomándose a ella. Simplemente salgan a su encuentro, sean parte de ella. Si por alguna razón no pueden, si la escuela debe permanecer en su escenario, miren estos diez ejemplos de fractales en la naturaleza. O deténganse en el visionado de este documental La geometría fractal en la naturaleza alojado en Youtube. ¿Alguien duda de su arte?
Hemos recogido unos sencillos ejemplos de lo mucho que se puede ver en la escuela, que podría constituir una nueva área o ámbito de reflexión, marcadamente adisciplinares. Redimensionar la vida cotidiana es un ejercicio de artesanía, mejor un arte cambiante expuesto en cualquiera de las dimensiones de la vida. En la escuela sucede algo parecido. Aquí tenemos un eje transversal, quizás una esfera acogedora, para explorar y disfrutar de sus posibilidades, que serviría para escribir deseos en torno al arte y la naturaleza dentro del Proyecto Educativo de Centro. Animen al alumnado a mirar la vida como una experiencia artística, porque resolver muchos momentos lo es, tanto a escala personal como colectiva. Si se me permite, todo podría quedar recogido en un cuadro de enigmas bío, alguno de los cuales se aclaran con el tiempo y el desarrollo de destrezas aproximativas. Difundan lo que han trabajado desde su ecoescuela abierta.