La escuela lleva muchos años hablando de migraciones. Lo hace para explicar la aventura de la especie humana en su expansión por todo el mundo desde las tierras africanas –por allá donde cae Etiopía–. ¿Quién no tiene noticias de Lucy?, aquella Australopitecus affarensis que caminaba erguida y dejaba la permanente vida arbórea para demostrarnos con su esqueleto fosilizado la evolución de los homínidos –por cierto, las últimas investigaciones dicen que murió por la caída de un árbol, ¡qué ironía!–. Los currículos escolares recogen las migraciones en Educación Primaria si bien suelen hacerlo con un mero tratamiento fenológico. También en la cultura popular planean muchos animales migrantes: “Por san Blas (3 de febrero) la cigüeña verás, y si no la vieres año de nieves”, o “A 15 de marzo da el sol en la umbría y canta la golondrina” decimos en España, pero los ciclos migratorios no están nada claros hoy; vamos a tener que cambiar libros y cultura popular. Esas dos aves podrían representar al resto de migrantes pues resultan universalmente reconocidas: la una hasta se ha idealizado trayendo los niños de París y la otra sale tanto en poemas como en obras pictóricas, ya desde “La Anunciación” de Fra Angélico. Tal recorrido social, metafórico y paradójico, ha tenido la migración de las golondrinas que hasta llegó al cine en forma de canción con Sam Peckpinhah, que contrapuso su violencia en Grupo salvaje (1969) con un final músico y lírico escalofriante en donde habla de una golondrina mexicana que marcha de la patria querida porque no tiene cielo y se halla extraviada buscando abrigo, y no lo encontrará. Pero a la vez le ofrece su pecho para hacer de nido en donde pueda la estación pasar, porque el que canta también está perdido -¿será migrante?- y sin poder volar. No dejen de escuchar esta canción, figuran muchas ediciones en Youtube pero gustan especialmente las de Los Panchos, aunque no se pierdan las de Alfredo Kraus o Nana Mouskouri, y tantos cantantes latinoamericanos. ¿Por qué será? Usemos una parte de esta lírica en el aula y unamos ambas intenciones formativas: las especies migrantes con el fenómeno de la migración humana, la actual especialmente. Podemos abrir en clase debates, disponemos hoy de bastantes documentales que pueden servir de referencia, para acercarnos a la historia vivida –cambiante y anónima- y dejar de lado la historia contada –excesivamente ligada a grandes hombres y conquistas-.
Desde la ventana de nuestra aula las vemos que van y vienen en un día cualquiera de primavera. Estas aves nos recuerdan que el mundo animal es un libro vivo; otras muchas especies lanzan millones de animales alados –aunque su número es menor que hace unos años- que se desplazan para asegurarse la pervivencia. Dicen que más de 200 de las 3000 que viven en Sudamérica migran estacionalmente. Hay viajes extremadamente largos (4000 km) como los que hacen cada año las mariposas monarca, famosas en Norteamérica por su eclosión multicolor; o los que efectúa el zarapito trinador entre Chile y Alaska. Apetece leer el poema “Migración” de Pablo Neruda: “Todo el día una línea y otra línea, /un escuadrón de plumas, /un navío/ palpitaba en el aire,/… Sobre el agua, en el aire,/ el ave innumerable va volando,…/ construye la unidad con tantas alas,/… y solo un ala inmensa se desplaza». O releer El Príncipe feliz de Óscar Wilde que fue auxiliado por una golondrina viajera.
Pero no solo los animales realizan semejantes desplazamientos. La migración como esperanza de vida es también el argumento de partida para otros paisanos suyos que recorren tantos o más kilómetros, para llegar de África a Europa, del sur y de Centroamérica a Norteamérica. Pocos migran por una simple placer; las guerras y el hambre -en parte motivada por la desertización efecto del cambio climático pero también por las maniobras especulativas de grandes compañías internacionales que han dejado sin tierras a muchos pequeños agricultores para cultivas productos comerciales que hacen llegar al primer mundo- los expulsan de sus países de origen. En su viaje caerán muchos, pero no hay listas de embarque. El desierto africano o los peligros mafiosos en América reducen sus posibilidades de alcanzar la tierra de la esperanza; tanto que su tiempo ya no lo miden los calendarios, sino el día superado. Algunos viajan, al contrario que los pájaros, con sus retoños inmaduros; nuevos peligros añadidos y otras esperanzas frustradas. Los contemplarán los migrantes voladores en sus vuelos y repararán en varias escenas de dolor.
Animales y personas atraviesan lugares en donde dos mundos se unen y confrontan: el de la esperanza de los que llegaron –en Estados Unidos puede haber 47 millones de latinos– y el de la sobreprotección excluyente de los que estaban. ¿Qué contarán los animales cuando retornen a sus países de origen? Seguro que hablarán de que han encontrado gentes migrantes como ellos. Puede que relaten cómo viven los que llegan, o avisen de las penalidades que observan desde el aire, pero sus trinos utilizan lenguajes difíciles que no entienden quienes se disponen a partir hacia el paraíso imaginado que se llama Europa o EE.UU y Canadá. En Europa la oficina Eurostat ofrece estadísticas de migración y población migrante en su página.
Una pregunta bienintencionada para continuar el debate escolar y hacerlo colectivo: ¿Podían funcionar los ecosistemas naturales y sociales de los países receptores sin las aportaciones de los migrantes temporales o definitivos, sean animales o personas?
Carmelo Marcén Albero (http://www.ecosdeceltiberia.es/)