Andamos muy preocupados en las aulas de la enseñanza obligatoria por ese cometido que nos encarga formar en competencias, que se podría resumir en una entente de saber ser para actuar de forma individual para que la vida global discurra por unos caminos acordes. En el caso de la Competencia en Sostenibilidad (CS), esa compleja idea que solo se puede entender como una coincidencia de intereses y actuaciones compleja, se podría asimilar a una manera de obrar acorde con esa sociedad nuestra que tiene sus límites. Difícil en la educación obligatoria, pero imprescindible. No va a resultar fácil. Nombrarla una y otra vez en la Lomloe no significa que impregne el día a día en los centros. Por allí circulan personas diversas, con intereses no siempre coincidentes, con facilidad o dificultad para asumir compromisos que les quedan nuevos o lejanos. En fin, que la “doctrina” sobre la sostenibilidad es todo menos doctrina: son pactos de vida, el bien ser de cada cual para conseguir compromisos que nos llevan a obrar pensando en todos. Casi nada.
Supongamos, y es arriesgado aventurarlo, que el ambiente social favorece una idea compartida de sostenibilidad. Si así fuere es posible que la comunidad educativa se impermeabilizase de semejante misión; se sintiese competente para abordar el asunto. En ese supuesto, nos atrevemos a proponer aquello que se formula en Greencomp, accesible en español elaborado por JRC (Joint Research Centre, por su siglas en inglés) que es el Centro Común de Investigación, en un documento muy completo. Es una de las acciones propuestas en el Pacto Verde Europeo. Que así mismo se define como “la respuesta a la creciente necesidad de que las personas mejoren y desarrollen los conocimientos, las capacidades y las actitudes para vivir, trabajar y actuar de manera sostenible”. Vamos a reproducir aquí, en algún caso textualmente, algunos de sus argumentos. Como se asegura en el material, elaborado de forma colectiva tras consultar a muchas personas expertas en el complejo tema que nos ocupa. Reproducimos la descripción que el documento hace (pág. 2) para “desarrollar competencias de sostenibilidad y para evaluar los avances en el apoyo a la educación y la formación para la sostenibilidad”:
– Incorporar valores de sostenibilidad, que incluye las competencias siguientes:
- apreciación de la sostenibilidad;
- respaldo a la ecuanimidad;
- promoción de la naturaleza.
– Asumir la complejidad de la sostenibilidad, que incluye las competencias siguientes:
- pensamiento sistémico;
- pensamiento crítico;
- contextualización de problemas.
– Prever futuros sostenibles, que incluye las competencias siguientes:
- capacidad de proyecciones de futuro;
- adaptabilidad;
- pensamiento exploratorio.
– Actuar para la sostenibilidad, que incluye las competencias siguientes:
- actuación política;
- acción colectiva;
- iniciativa individual.
Supone una primera mirada que habla de cuatro tópicos educativos en sostenibilidad que forman ámbitos interconectados: valores, complejidad, futuros, actuación. Luego este entramado sería el primer distintivo de las actuaciones educativas programadas: deben trabajar el sistema de valores presente a cada edad y en el conjunto social, hay que ser conscientes de la complejidad del distintivo que merece nuestra atención, se dirige a prever futuros mejorando presentes, para lo cual solamente sirve una actuación comprometida.
Como quiera que la enseñanza obligatoria está sometida en España al estrés renovador, se nos ocurre proponer que se haga toda esta reflexión en los centros educativos, de forma pausada analizando fortalezas y debilidades, antes de proponer currículos y presentar programaciones. Es más, la iniciativa comentada GreenComp se ofrece como:
“herramienta de referencia, puede servir para una amplia variedad de fines, como la revisión de los programas educativos; el diseño de programas de formación del profesorado; la autorreflexión, la formulación de políticas, la certificación, la valoración, el seguimiento y la evaluación.”
Convendrán conmigo, quienes lean estas líneas, que la marabunta organizativa a la que debe hacer frente el profesorado, muy lastimado tras la gestión escolar de la COVID-19, es considerable. Por eso, todo el texto del Greencomp y los anexos finales son algo así como la guía imprescindible para conocer y desarrollar la tarea compleja de la sostenibilidad en la enseñanza obligatoria.
Así, el Apéndice I incluye casos que pueden ser perfectamente posibles en nuestros centros. El completísimo apéndice II desentraña “Enunciados sobre conocimientos, capacidades y actitudes”, al lado de las cuales vienen unos enunciados que servirían para cualquier centro educativo, modulados al nivel correspondiente.
Finalmente, el glosario ayuda a movernos por este proceloso objetivo que es desentrañar la sostenibilidad (real, compleja, dimensionada, etc.) y comprometernos con ella (posible, acciones más urgentes, etc.).
Merece la pena intentarlo para transformar la escuela y que sea más útil a la sociedad que la sustenta.