Que el cambio climático es un gravísimo problema de salud pública solamente lo ponen en duda cuatro despistados, además de la cohorte comercial y mediática que solo busca en la vida un beneficio personal. Esa cohorte es similar a aquella que, cual flautista de Hamelín, atrae a los escolares hacia el consumo, con bombardeos en teles y redes que dejan absortos hasta a quienes más piensan. Y se ha demostrado que bastantes consumos -por crecientes, desmesurados o innecesarios- traen conexos aumentos del cambio climático. Los escolares lo saben, conocen lo del cambio climático, pero…
Pensemos en una escuela cualquiera de las que nos siguen. Esté situada a un lado u otro del océano Atlántico. Seguro que habrá recibido con interés la Guía aclimatarnos, del Instituto de Salud Carlos III y otras instituciones de España. Un fundamentado desarrollo de algunas estrategias didácticas sobre adaptación al calor. Se me ocurre aconsejar que en esa escuela hipotética a la que nos dirigimos se podría poner un cartelón que, en letras grandes, dijese: La crisis climática es una crisis de salud. Lo dicen con fundamento en la “Declaración de las sociedades pediátricas sobre la respuesta al impacto del cambio climático en los niños”, de la Sociedad Internacional de Pediatría Social y Salud Infantil divulgada por The Journal of Climate Change and Health recientemente. Cabe también dedicar una pestaña al problema de salud ambiental y personal en la web del centro. Ahí se enlazarían todas las noticias relacionadas. En algunas CC.AA. y escuelas de España y Latinoamérica ya lo han hecho.
La Guía nos conduce en un camino del descubrimiento poco nombrado. Los escolares han de ser conscientes, a través de ejemplos claros, de que el calentamiento global del planeta está afectando a la salud humana de forma directa e indirecta. Esas afecciones colocan en mayor riesgo a las poblaciones más vulnerables tal como se expresa en la presentación. Añade que son las que menos han contribuido al problema que nos ocupa. Una contraposición que enseña mucho a la población infantil y juvenil: las consecuencias de la desidia. Este hecho conocido y sentido es un buen motivo de debate. Para eso se celebran las cumbres climáticas, se editan cantidad de estudios y libros. Bastantes de ellos quedan recogidos en la selección de lecturas que ha llevado a cabo el CDAMAZ (Centro de Documentación del Agua y el Medioambiente del Ayto. de Zaragoza). Es algo así como una guía para no perderse entre cumbre y cumbre climáticas.
Una lectura reposada servirá para que el profesorado justifique la puesta en marcha de un proyecto de búsqueda para la reformulación de su Proyecto Educativo de Centro. Algo útil para trabajar con el alumnado acerca de la lejanía o proximidad al problema. Tanto en lo que se refiere a la aportación propia al incremento del cambio climático como a la necesidad de contribuir todos a aminorar el problema. Entra en escena una acción colectiva clave: la mitigación. Que se simplifica diciendo que hay que reducir urgentemente las causas, a cualquier escala social. Cabe rescatar aquí el concepto clave de ética que se llamaría algo así como justicia ambiental. ¿Cómo caracteriza al alumnado este principio bien visto y todavía sin resolver? ¿Es la escuela un escenario idóneo para trabajar estos temas problemáticos?
Permítanme recordar aquí que la ética y sus modalidades no solo se abordan en el contexto de una materia específica. De hecho está presente en la vida de cada día. Y este supuesto ha de condicionar la práctica educativa. La escuela de la vida facilita el conocimiento integrado. Además, seguro que el alumnado de los cursos superiores es capaz de expresar muchas situaciones propias o conocidas que ilustran esa afirmación. Elaboren una relación en clase y califiquen cada una de esas problemáticas de urgentes, importantes, conocidas, reversibles, etc. Después hay que añadir si son probables, posibles y si, en caso de que lo fuesen, no se sabe cómo abordarlas.
Están diseñando un plan de acción colectivo a partir de una focalización personal.
Retomemos una pregunta básica que el documento se hace al inicio: ¿En qué medida nos estamos adaptando al reto que el aumento de las temperaturas supone para la salud? ¿Qué aspectos debemos observar por si la situación es real y lo estamos haciendo mejor o peor? Sondeemos entre el profesorado y el alumnado esta cuestión. Quizás nos abra nuevos caminos. Porque en realidad es difícil actuar contra el cambio climático. Y quien les diga lo contrario a chicos y chicas les está engañando. Tampoco se trata de buscar culpables ni de generar “ecoangustias”. Simplemente han de ser conscientes de que es necesario un gran esfuerzo colectivo para que la situación global no empeore. Además de que cualquier acción particular, por insignificante que parezca, tiene su importancia dado los efectos acumulativos del cambio climático. Así pues, hay tres verbos claves que animan el futuro: actuar como colectivo, perseverar cada día y reconocer el papel individual.
Volvamos a la guía. En sus primeras páginas explica claramente la relación entre clima y salud humana. Muy útil para quienes todavía no estén muy familiarizados con el asunto. Aporta datos sobre la relación entre lo que supone una ola de calor –caracteriza cuándo se puede llamar así y cuándo no–, asocia las olas con mortalidad y se detiene en una análisis de los factores de vulnerabilidad. En este asunto de las olas de calor, la cultura ciudadana está algo alejada del conocimiento científico. De forma sencilla, la guía recoge lo necesario para entender lo que significa aclimatarnos. Aborda a continuación lo que supone la adaptación y lo relaciona con los ODS, esa esperanza global que tarda en concretarse. Se detiene de forma especial en el ODS 3, Salud y Bienestar; en el 4, Educación de calidad; en el 13, Acción por el clima y, en el 17, Alianzas para lograr los objetivos. Tras comentar algunos detalles de cada uno y de proponer acciones colectivas, en todos se hace una pregunta: “¿Qué podemos hacer nosotr@s para conseguirlo?”.
Después desarrolla una serie de actividades para la adaptación al calor pero también para entender lo que supone la mitigación de las causas de la emergencia climática. El “calor banda a banda” contiene preguntas en torno a la barra climática acumulativa temporal, a la relación con la salud. Incluye una cantidad considerables de enlaces y recursos. En otra propuesta didáctica anima a elaborar una infografía sobre medidas de adaptación y motivación. Sin duda, la iniciativa del Instituto de Salud Carlos III, junto con la Fundación Biodiversidad y la OECC (Oficina Española de Cambio Climático) merece una atención especial en la escuela y el acompañamiento de otros muchos recursos educativos.
En fin, que si en algún centro todavía se duda, aquí puede mirar para empezar a trabajar. Por cierto, hay otras muchas propuestas reflexivas y didácticas en otras web, como aquella El impacto de cambio climático en la infancia en España que elaboró Unicef. Algunas se relacionan en la guía; otras se pueden encontrar fácilmente en Internet.
Toca aclimatarse en todos los centros escolares. Pero habrá que empezar haciendo visible la realidad de que nos encontramos ante una emergencia climática. Este escenario debe ocupar un papel prioritario en los desarrollos curriculares, no añadido a ellos como hemos visto en algunas experiencias. Dicen las competencias clave de la Lomloe eso de saber (conocer), saber hacer (practicar) y saber ser (pensar y actuar). En el asunto que hemos tratado se dan las tres dimensiones. Es posible que la progresividad esté definida tal cual nos la presentan. En más de un caso no será así. Animamos a que cada proyecto educativo encuentre su dimensión en el trayecto de aprender a aprender todo lo que conlleva el cambio climático, en este momento y en el posible futuro de quienes ahora transitan por las aulas. Toca aclimatarse, sin “ecoansias” pero con mucha inteligencia ambiental.