Ecoescuela es ecología, lo que quiere decir más o menos conocer la casa en que vivimos. Es escuela, el lugar en donde se enseñan y comparten aprendizajes, allí donde alguien va construyendo sus pensamientos y destrezas: una parte de su manera de ser y actuar. Pero también acerca a la cimentación del escenario global, tanto en lo que se refiere a las capacidades de las personas como a su relación con ese conjunto que llamamos planeta Tierra.
La ecoescuela debe ser inclusiva por sentido común. Sin embargo, a pesar de diversos esfuerzos, todavía hemos de recorrer un largo camino para conseguir que esa cualidad se convierta en una seña escolar generalizada. Todavía es un derecho que se invoca pero no se practica, recordaba en un artículo Pablo Gutiérrez en este Diario en octubre de 2018; sobre el mismo tema se han publicado aquí otros muchos. En todos se subraya que la educación ha de cambiar su forma de mirar al alumnado. Inclusión como derecho y proceso, como final y camino, como escenario en suma. Por él se transita colectivamente, pero para que cada persona sea ella misma, se vaya asombrando de sus capacidades antes parcialmente ocultas.
El ciclo de vida colectiva no puede dejar a nadie atrás, tengan más o menos potencialidades en comparación con el conjunto. Debe preocuparse por acoger en la educación a todos niños y niñas, especialmente a quienes persigue la vulnerabilidad. El ciclo de vida de las cosas, no tan sublime como el anterior, es una estrategia material que aporta contenido social a lo que cada cual hace en relación con el consumo y el posterior aprovechamiento de sus productos y recursos; ahora lo llamaríamos sostenibilidad global. Ese cometido queda evidente en “La orquesta de reciclados” de Cateura. Su nombre lo dice todo: materiales e instrumentos reciclados que componen una orquesta que suena además a inclusión. Porque claro, habitar en las proximidades de ese vertedero de Asunción (Paraguay) tiene que condicionar la vida cotidiana y marcar el futuro. Chicas y chicos que viven en condiciones precarias, plenas de vulnerabilidad, se asoman a la música para motivarse y aprender, para tener a la escuela como un ámbito de desarrollo personal. Merece la pena escuchar sus melodías, ver qué tipo de instrumentos tocan. Varias grabaciones están accesibles en Youtube. Actualmente cuenta con el apoyo de diversas fundaciones, alguna española, pero los comienzos tuvieron que ser duros.
Sin duda, la educación debe componer una melodía social colaborativa, que tenga en cuenta el valor de cada uno de los personajes de la vida. En esa obra colectiva, en su pentagrama, todos aportan y todos ganan en la composición de la melodía ética como derecho universal. Ese es uno de los potentes mensajes de la inclusividad. En cierta forma, salvando las distancias, el reciclaje que lleva al aula objetos y hábitos para recuperar su valor, como educación aplicada, comparte algo del espíritu que mueve la inclusión. No se trata de aprovechar lo que ya no sirve sino dar nuevo valor a todo, buscando una y otra vez el desarrollo de las capacidades de las personas y las posibilidades de uso de los materiales u objetos. Si lo miramos con atención, vemos que cada cosa que usamos, cada persona que de ellas se sirve, tienen un lugar en el entramado social.
En un escenario parecido al de Cateura se desarrolla “La Música del Reciclaje”, un proyecto para la inclusión y la sostenibilidad apadrinado por Ecoembes. Chicas y chicos que atesoran capacidades no descubiertas dan nuevo uso a productos o materiales sobre los cuales se había perdido la atención; lo que hacen se convierte en melodía, llena de vida compartida mediante nuevas esperanzas. Fortalecimiento emocional en busca de algo parecido a coherencia educativa. Todo ello junto a sostenibilidad, que no es solo recuperar cosas sino vivir de otra manera, sentir la proximidad de las personas: inclusión y melodía. Del vídeo educativo que explica esta experiencia hemos entresacado algunas frases que proponemos sean comentadas con el alumnado: “El mundo nos da basura y nosotros le devolvemos fuerza”, inclusión social y música; la música reciclada, mucha de ella lo es, consiste en aprovechar y combinar sonidos e ilusiones, ritmos y melodías. Básicamente se trata de amalgamar un montón de cosas e intenciones para conseguir algo mejor, sin duda mucho más placentero para la cultura colectiva, y a la vez más cerca de lo personal. Si lo miramos bien, la vida circular de las cosas prende en el crecimiento de las personas, que se basa en ciclos permanentes, casi siempre diferentes. Ocurre a menudo en nuestras aulas, más todavía en proyectos de este estilo.
Se podría decir que esas experiencias también exhiben compromiso compartido, desarrollo colectivo en interacción. Un concierto es el final de muchas horas de convivencia dentro de un proyecto común, asumido por todas las personas que en él participan. También en España se pueden encontrar otras iniciativas que recuperan materiales y con ellos hacen música, como los talleres de construcción de instrumentos con materiales reciclados que preparan a los futuros maestros para llevarlos a las escuelas; es el caso de la Universidad de Almería. Tienen un marcado carácter de educación social. El proyecto Vibra-Tó (vibra todo) es un buen ejemplo de taller de recuperación que fue ampliamente recogido en “La aventura del saber” de RTVE.
Seguro que hay otras propuestas educativas similares en España y Latinoamérica. Descubrámoslas y démosles el alcance que se merecen la inclusividad y el reciclaje, por separado o en combinación. Si a la vez lo organizamos todo en una actividad artística que representamos para la comunidad educativa estaremos fomentando la formación integral y el trabajo colaborativo. Por cierto, aquí hemos encontrado un tutorial para la construcción de sencillos instrumentos musicales caseros.
La música y el desarrollo de niñas y niños, sensibilidad y creatividad, memoria y trabajo. El valor sanador de la música en el concierto emocional y social de una ecoescuela abierta, apoyándose en la recuperación y el reciclado de materiales y objetos. También hay que buscar la potenciación de otras enseñanzas artísticas, que debería ser un cometido principal en la enseñanza obligatoria; no solo de números y letras está hecha la vida. El sistema educativo tiene que adaptarse a las personas; ahora sucede más bien al contrario. Nos mantenemos expectantes con el deseo de que la melodía escolar y social suenen de otra manera, con bastante más armonía.
Referencias
https://www.recycledorchestracateura.com/
Instrumentos musicales material reciclado. Experiencias de España. Parte social
https://www.youtube.com/watch?v=hhknsAu22O4
http://www.vibra-to.com/taller/
https://issuu.com/rivuslupe/docs/200_instrumentos_musicales_caseros
https://www.youtube.com/watch?v=JUByMC3FS74
https://www.rfi.fr/es/cultura/20161122-la-historia-de-la-orquesta-del-vertedero-de-cateura
1 comentario
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