Preguntemos a cualquiera que nos acompañe en la escuela sobre lo que opina de la biodiversidad. Habrá unanimidad en reconocer su importancia. ¿Quién no se ha visto atraído por tal planta o animal que contenía no se sabe qué? Seguro que ese ser, aunque fuese diminuto, asombra a la vez que deleita los sentidos; otras veces acrecienta el deseo de conocer más sobre él. Otras veces entretiene y a la vez plantea preguntas nuevas. Esa mirada particular es una parte de la apreciación universal; la otra, que no hay que olvidar, es que desde siempre la vida natural ha estado ligada a la disposición de recursos para todas las sociedades que han poblado este ancho mundo desde tiempo inmemorial, lo cual en cierta manera ha sido una de las causas de su evolución y deterioros varios. Pero ya hablaremos más adelante del asunto.
Si el profesorado quiere disfrutar de su enseñanza puede echar mano de lo que dijeron pensadores ilustres; incentiva seguir sus pasos. Esos hombres y mujeres los miraríamos como parte de nuestra ética global, si bien en muchos casos más que hablar de biodiversidad se referían a la omnipresente naturaleza como concepto. Imaginemos que el colegio o la escuela quieren hacer de la biodiversidad uno de sus ejes educativos. Se organizan reuniones de trabajo dirigidas a revisar un poco la historia con el fin de vez si esto no es más que una moda actual. Pueden dialogar sobre aquello que decía el gran Averroes –la cultura antigua de la que él formó parte merece un reconocimiento en las aulas– en la Córdoba andalusí del siglo XII de que nada es superfluo en la naturaleza. El profesorado haría bien en leer y dialogar sobre algunos de los pensamientos de Michel de Montaigne, para ver si son merecedores de entrar en la pedagogía de la biodiversidad actual. El filósofo francés polifacético alababa en el siglo XVI el escenario natural con un gran espectáculo del que el hombre debería disfrutar. A la vez, seguramente por su pensamiento anticipador, aconsejaba cohabitar con sus pulsos vitales; si bien decía también, eran otros tiempos, que con su magnanimidad nos invitaba a tomar todo lo que ofrecía. Consejo que probablemente revisaría hoy tras los descuidos ecológicos que se han provocado desde entonces hasta llegar a la actual crisis que amenaza a la biodiversidad. Qué decir de Francis Bacon, otro pensador indispensable en los diálogos del profesorado, pues daba vueltas a esa idea de obedecer a la naturaleza, para concluir que los humanos somos a la vez sus siervos e intérpretes; ahora los llamaríamos ecodependientes. No olvidamos al universal J. J. Rousseau, del que tantas veces hemos hablado los docentes. Veía la naturaleza como un libro abierto cuyas innumerables páginas nos querían recordar lo que ya se sabía y enseñar lo desconocido. Nos atrevemos a proponer que alguien del equipo docente investigue un poco más y coordine la síntesis de las ideas expuestas. La relación de las más potentes serviría como libro de consulta, vivo y cambiante, que permanece curso tras curso y al que hay que acudir para elaborar los proyectos educativos que podríamos llamar simplemente “la biografía de la biodiversidad”, del cual en un apartado de hechos confirmados se recogerían cantidad de imágenes.
Por cierto, no se nos pasa por alto el homenaje que merecen personajes como Alexander von Humboldt, que tanto nos enseñó de América y otras muchas cosas o Raquel Carson, quienes deberían figurar en un lugar preeminente del centro junto con otras personas, grupos de pensamiento y acción, que han elevado la lucha por la biodiversidad a categoría universal. ¿Cómo piensa el profesorado llevar todo o una parte de lo hasta ahora dicho al tema biodiversidad que aparece en los desarrollos curriculares? Una estupenda tarea por concretar que afecta a los ciclos y a las diferentes materias. Algo más: hemos de entender aquella frase de Isaac Newton que más o menos decía que la unidad es la variedad, y la variedad en la unidad es la ley suprema del universo. Además, y no es poco, todos necesitamos reconocer que cada vez que se pierde una especie se rompe una cadena de vida que seguramente se habrá formado a lo largo de millones de años. Sobre todo esto se podría revisar lo que hace y promueve la Fundación Biodiversidad en España.
Todo esto viene a cuento de que el pasado 22 de mayo se conmemoró el Día Mundial de la Biodiversidad, con un lema digno de ser repetido muchas veces e interiorizado: Soy parte de la solución. Es una continuación del aquel del año pasado que decía: “Nuestras soluciones están en la naturaleza”. Solamente a título de información, recordamos que hace unos años se puso en marcha el Convenio sobre la Diversidad Biológica. ¿Qué se sabe de él en la escuela? Ese acuerdo mundial recogía la preservación de la misma, su uso razonable, la evaluación de los impactos que soporta y la necesidad de una educación pública para sostenerla. El año 2010 fue declarado por la ONU “Año Internacional de la Biodiversidad” (IYB). El alumnado podría dialogar sobre estas cuestiones y elegir los 5 principales retos que según su entender plantea ahora mismo la biodiversidad, la cercana por un lado y la más alejada por otro. Esa que está en los libros de textos pero también la que se aprecia en la vida corriente. Quienquiera que mire a su alrededor ve a esta última. A su pesar, le hacemos poco caso. Se cita continuamente en los medios de comunicación, donde hay noticias diversas que hablan de ella en positivo o en negativo. Entre ellas la relación entre biodiversidad y salud humana, como recuerda la ONU, y se ha evidenciado en la irrupción de determinadas pandemias.
¿Quién no ha escuchado comentar el peligro que corren algunas especies icónicas como los linces, o algunas águilas, y las grandes ballenas?, y los gorriones comunes por cierto que antes poblaban nuestras zonas rurales. ¿Qué pasa con los bosques y los espacios naturales protegidos, y los corales o la posidonia por citar solamente dos especies acuáticas? El seguimiento en los medios de comunicación, siquiera un par de semanas, proporcionará suficientes temas de trabajo para clase. Quienes tengan interés por conocer cómo va este asunto de la biodiversidad en España pueden acudir a la Lista Roja de Especies en peligro de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). O repasar aquella advertencia que hacía la ONU hace un par de años de que la pérdida de la biodiversidad ponía a la humanidad en grave riesgo. Si desean saber mucho más han de leer los informes que elabora el IPBES (Plataforma Intergubernamental de Política Científica sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas).
Si una escuela quiere que la biodiversidad transite por ella debe tomar ciertas prevenciones. Ha de mirar con recelo a esos libros de texto que potencian clasificaciones desde el reino a la especie, que abruman con descripciones morfológicas de animales y plantas. La biodiversidad es algo más. Las lecciones suelen olvidar el aspecto relacional: los seres vivos interaccionan con su medio y con sus semejantes o diferentes. Esa es su vida, un día sí y otro también. Hay que reconocer que los temas que hablan de ecosistemas sí que aluden a las relaciones pero entendidas como un concepto estático, como si la vida silvestre fuese una foto fija, por más que en ella aparezcan algunas cadenas tróficas, demasiado cerradas por cierto. Sin embargo, se olvidan de resaltar los cambios generados por los flujos de materia y energía que se hacen visibles en la nutrición, la relación y la reproducción de los seres vivos, tanto en la tierra y el aire como en el agua, pues esta biodiversidad es la gran olvidada como se lamentaba Yacques-Ives Cousteau cuando afirmaba «Tierra y agua, los dos fluidos esenciales de los cuales depende la naturaleza, se han convertido en botes de basura». Y esto, que parece cosa de mayores, deben empezar a escucharlo hasta los más pequeños.
Se nos ocurre que un buen ejercicio colectivo en clase sería proponer la adopción de un animal o planta, espacio natural; el día 24 pasado se conmemoraba el Día Europeo de los Parques Nacionales. Cerca o lejos tendrán ejemplos de amenazas. Defender las razones de esa proposición y seleccionar entre toda la clase aquellas figuras vivas, entornos, que van a estar presentes a lo largo del curso escolar. Cada año una intención consigue formalizar cultura conservacionista. En algún grupo de cursos superiores se puede indagar sobre la influencia del cambio climático en la biodiversidad utilizando recursos como noticias de medios de comunicación o grabaciones alojadas en Youtube. Un buen sitio para mirar es “Biodiversidad” de National Geographic. También la selección de enlaces y materiales que se propone desde el CDAMAZ (Centro del Agua y Medio Ambiente del Ayuntamiento de Zaragoza)
Poco a poco, los centros educativos van incluyendo actuaciones para la protección de la biodiversidad. Si bien buena parte de los materiales que utilizan la presentan ligada a especies icónicas o espacios protegidos, obviando el espacio global común y la interacción sociedad-naturaleza que se da cada época en cada lugar, su diversidad y consiguiente complejidad. Es una pena que debido a la pandemia se hayan suprimido o limitado las visitas a espacios singulares, que habrá que retomar. Pero siguen celebrándose semanas o días de la biodiversidad, etc. Aún con las limitaciones actuales algunos centros acogen actuaciones propuestas por organismos oficiales o grupos ambientalistas. Pero han de atender a tantas cuestiones que la buena intención formativa decae, no suele tener la continuidad necesaria para acercarse a un concepto básico ligado para siempre a la vida: la complejidad.
La belleza de la biodiversidad no es algo principal pues se encuentra asociada a su trascendencia. España todavía atesora la mayor diversidad de especies de Europa, pero corre riesgo de perder ese honor. Son situaciones que nos hablan de tesoros y nos impulsan a una mirada crítica, son motivos para llamar a los escolares a ser parte activa de la biodiversidad. Por eso, hay que rescatar el interés por conocer y el afecto por proteger las especies olvidadas, a la vez que sencillas y próximas, que corren el riesgo de extinción. Presentémosles imágenes para la esperanza. Estos días hay muchas viajando por las redes sociales.
Mal que nos pese, la educación por competencias no ha logrado provocar los cambios de estilo en la percepción biológica que su formulación nos sugería. A pesar de los planteamientos en las que se apoya parecen más acertados para abordar temas como el de la biodiversidad. Se nos ocurre que el modelo metodológico podíamos basarlo en unos contenidos en los que con diversas estrategias e intenciones se muestren con claridad los distintivos de los seres vivos (unidad, diversidad, interacción y complejidad), un contexto real y próximo a situaciones concretas de acción educativa participada y generalizable a todo el centro educativo, un proceso que se informe y rescate las biodiversas acciones episódicas o permanentes y las incorpore a la secuencia general. Pero siempre mirando ese futuro que dice que la biodiversidad somos también nosotros, por acción u omisión en vida o legado. Todo ello dentro de un diferente reto educativo, de una intención trasformadora doble: la familiarización con nuevas metodologías de enseñanza basada en el aprender a aprender lo conocido y lo nuevo; así como en la construcción progresiva de espíritu sociecológico que toda institución escolar puede incentivar, al margen de que la sociedad la acompañe o no.
Educar en el conocimiento afectivo de la biodiversidad y la acción comprometida en su favor se ha convertido en una necesidad social para que su conservación, la gestión de los espacios naturales o la atención a los seres vivos cercanos sea una realidad. Resultará más fácil lograrlo si la ciudadanía, los escolares, pueden participar con ideas construidas en los debates y consultas sobre actuaciones de alto impacto en el entorno. Algunas administraciones han puesto en marcha departamentos o gabinetes de participación sobre este tema u otros. Son también un buen motivo para construir una escuela viva. En realidad, todos somos biodiversidad, cualquier día del año.