El escritor y periodista Ramón Gómez de la Serna (nacido en 1888 en Madrid y muerto en 1963 en Buenos Aires), pintó la vida de ocurrencias –greguerías las llamaba él–. En realidad, la vida es así: plena de idas y venidas de cosas que no entendemos aunque nos sucedan una y otra vez, ideas sobre la naturaleza y las personas que cambian con el tiempo, días fríos seguidos de calores y viceversa, jornadas de trabajo escolar seguidas de vacaciones. Estas se nos han acabado ya y recomienza el curso, aunque no lo haga el mismo día a un lado y otro de Atlántico, porque se adapta a las estaciones, más o menos. En Europa las vacaciones se asocian al calor; que algunos lo sobrellevan con aparatos refrigeradores de aire o con simples ventiladores. Gómez de la Serna decía que el ventilador afeita al calor. Puede que sí, pero la cosa no funciona a escala global porque al calor se le han revuelto los pelos de la barba.
La temperatura global se ha desmelenado y las olas de calor no entienden de vacaciones; nos visitan todo el año. El pasado mayo leímos los resultados de una investigación de la NOA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE UU) que decía que desde1977 hasta ahora todos los meses han sido más cálidos que la media del siglo XX salvo uno, diciembre de 1984. Los mayores aumentos de promedio se dieron en el sur de Sudamérica, Europa central, el este de Rusia y Australia donde las temperaturas fueron tres grados más altas que el promedio. Las personas mayores, que tienen la sabiduría de la experiencia, aprecian que hace más calor que antes. La gente de la escuela también se queja cuando sube mucho la temperatura y no son vacaciones; incluso demanda aire acondicionado en las aulas, algo imposible por razones económicas y ecológicas. Aunque siempre hay en cada clase quienes rebaten esos datos objetivos sobre las temperaturas diciendo que personalmente no lo sienten así; esperemos que algún trabajo de investigación saque a los resistentes incrédulos de su agujero refrigerado. Por cierto, ya hay libros de texto que hablan de las olas de calor, aunque sea de pasada.
También se puede trabajar el tema de si el calor, más de lo habitual, es bueno o malo, según para quién y cómo, si a la naturaleza le irá mejor o peor, si se ganarán o perderán cultivos, si habrá más enfermedades ligadas a insectos que migran de latitudes donde son conocidos a las nuestras, etc. Para los curiosos hay que decir que la ciudad iraní de Ahvaz alcanzó 53,7 ºC el 29 de junio del año pasado. Claro que el tostadero no nos asombra pues los científicos dicen que los últimos veranos han sido los más cálidos desde los romanos; no se lo inventan pues utilizan medidas indirectas como los anillos de los árboles y simulaciones rigurosas con potentes ordenadores. Aseguran que los últimos 30 años presentan un calentamiento sin precedentes. Seguro que alguien de la de la familia se acuerda de los calores vividos en España en 2003, 2010 y 2015.
En la escuela siempre se nos potencia el valor de la excelencia. Sin embargo, ser los primeros de la lista muchas veces no es una buena noticia. Viene esto a cuento para decir que España está expuesta a las peores olas de calor, que lo sepan nuestros alumnos por lo que les va a venir y para lo cual se deben preparar; que se enteren también los compañeros de las escuelas de América por si por allí se enfrentan al mismo problema. Lo saben bien en Perú con episodios ligados a “EL Niño” y en Ecuador, pero allí se da en otros meses debido a su latitud. Según una investigación del “Environmental Health Perspectives” realizada en año 2017 en 400 ciudades, y en la que colaboró el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del español CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas), España está entre los países azotados por más olas de calor cada año y dónde más duran, unos 4 y 5 días de media. Este hecho confirmado tiene graves afecciones en la vida de todas las especies y afecta también a la salud de la gente. El mismo estudio antes mencionado asegura que los riesgos de fallecimientos en esos días aumentan entre un 10 y un 20%.
Un buen tema para empezar después de las vacaciones, para cuestionar lo que en los libros se dice sobre los climas y las zonas climáticas, para revisar la influencia antrópica en la cogeneración de tendencias, en las irregularidades meteorológicas, para saber buscar información. También se puede emplear para debatir sobre la necesidad de los aparatos climatizadores y refrigeradores: solución que mucha gente ve sencilla. Pero no se paran a pensar los peajes energéticos de esos aparatos. Estaría bien comentar lo que supone “Cooling for all” (Climatización para todos), que se pregunta cómo combinar la necesidad de asegurar algo que parece esencial para la vida cotidiana: cadenas de suministro de frío para productos frescos, almacenamiento de productos de salud que salvan vidas, incluso entornos educativos y de trabajo seguros que aumentan la productividad, etc. Para todo esto se necesita un elevado consumo de energía, que puede faltar y no ser nada limpia para el cambio climático. Anoten este dato: según un informe de la Universidad de Birmingham, en la actualidad hay 3.600 millones de aparatos de refrigeración en todo el mundo y se prevé que en 2050 sean 14.000 millones de dispositivos, lo cual supondrá un consumo de energía cinco veces mayor. ¿Cómo hacerlo?
Definitivamente, hay que darle una vuelta a los libros de texto, para que el calor no los achicharre, pues no guarda vacaciones. Y este tema no es sencillo, hay que mirarlo desde distintos puntos de vista, valorando el beneficio particular en eso de las temperaturas y sus repercusiones en la vida colectiva y en el medio ambiente. Habrá que darle la razón a Gómez de la Serna en que el ventilador simplemente afeita el calor, pero este vuelve a crecer enseguida y a menudo se desmelena.
Carmelo Marcén Albero (www.ecosdeceltiberia.es)