Todo lo que sigue es un despertar provocado por una reciente noticia que publicaba elDiario.es con un título alarmante: La cantidad de animales vertebrados en el planeta se desploma un 69% en 50 años. A lo cual añadía que hasta un millón de especies están al borde de la extinción por la acción humana. Lo dicen los científicos pero cualquier persona naturalista que observe se dará cuenta de que “cada vez se detectan menos ejemplares de mamíferos, reptiles, peces o anfibios en sus hábitats. Esta disminución de poblaciones deteriora los servicios ecosistémicos de los que depende la vida humana”. En estas tres frases iniciales de la noticia está resumido el proyecto educativo de centro que queremos impulsar desde aquí: los vertebrados se desploman, no solo ellos sino un millón de especies están al borde la extinción, lo cual deteriorará los servicios ecosistémicos en los que se sustenta la vida humana. O sea, inciertos tiempos para la biodiversidad, también para nosotros. Por eso se merece una larga entrada en este blog.
Cada vez existe mejor información sobre la evolución de las relaciones ecosistémicas y de la potencia de sus poblaciones. Los peligros citados los proporciona una investigación de la Sociedad Zoológica de Londres y la conocida por todos WWF (esta ya alertaba en su informe Planeta vivo 2020 de la caída de un 68% en “21.000 poblaciones salvajes -mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios- monitorizadas entre 1970 y 2016”). La investigación no se fija en el número concreto de especies sino la evolución de la cantidad de ejemplares de variedades de vertebrados, no domésticos, detectados en una zona a lo largo del tiempo. Porque los científicos saben que si se encuentran menos ejemplares es que la especie está en riesgo. La noticia dice mucho más sobre qué continentes pierden más especies; hay que leerla y ver sus datos y gráficos; varios de ellos sirven para el trabajo escolar. Pero nos quedamos con una premonición: tal situación, ya estructural, supone también una ruina para la especie humana, algo en lo que viene insistiendo la FAO, que se fijaba concretamente en El estado de la biodiversidad para la alimentación y la agricultura en el mundo. En fin, como sabemos más (la ciencia nos ayuda) nos tememos lo peor, la ciencia y la conciencia nos avisan.
También los escolares están hoy mejor informados que antes sobre las repercusiones que las actuaciones humanas tienen sobre la naturaleza. Esta se puede considerar un espacio indeterminado y complejo pero diferente a los demás; más o menos alterado por la especie humana. Interesa que el alumnado valore que la ciencia aplicada ha acercado a la ciudanía problemáticas concretas para darle claves de su origen y del proceso que siguen determinadas cuestiones. La escuela ayuda a entender la vida; siempre se aprenden cosas útiles. Pensemos simplemente en la biodiversidad, una palabra/idea totémica que se pronuncia en demasiadas ocasiones de una forma gratuita. Por cierto, no estaría de más empezar el tema pidiendo al alumnado que apunte en su cuaderno qué entiende por biodiversidad, si es buena o mala, necesaria o no, si conocen que está en peligro y por qué, etc.; al menos tres líneas. Después se ponen en común y se ven tendencias y ausencias.
Cuando desarrollamos un proyecto de centro buscamos una aproximación razonada al problema, con distintas fases, diferentes según los niveles del alumnado. Algunas de las actuaciones tendrán más rigor de ciencia escolar y otras menos. En la que se propone aquí tropezamos con un problema de partida. La biodiversidad parece únicamente asociada al medio natural. Será por eso que su presencia nos pasa desapercibida en el ambiente urbano. Sin embargo, basta un paseo para comprobar que no vivimos solos en la ciudad, que la vida se expande fuera de nuestra casa. Posiblemente, conocer la existencia de esa vida, identificar alguno de sus componentes, es un primer paso para despertar el interés individual, para sostener el quehacer pedagógico. Animemos al alumnado a observar mientras pasea o recorre el camino desde casa al centro educativo, a detenerse frente a algo vivo, a que se pregunte qué le permite vivir ahí a ese ser vivo y si desempeña un papel vital en el ecosistema que es la ciudad a la que pertenece. Incitémoslo a apreciar la biodiversa belleza de nuestro día a día; a que tome nota y la exprese. Lo bello, en palabras del dramaturgo noruego del XIX Henrik Ibsen es el acuerdo entre el contenido y la forma, es frágil. No podemos resignarnos a perder lo bello o lo útil, a aumentar la fragilidad existencial. Algo de eso hay porque según recoge este artículo más de 500 especies de animales no han sido vistas en los últimos 50 años lo cual afecta especialmente a zonas tan biodiversas como Indonesia, México o Brasil. Como siempre hay personas interesadas en ampliar la visión, añadir incluso sentimientos, pueden hacerlo leyendo Animales habladores, de Eva Meijer.
Estos detalles, bien ordenados, nos pueden aproximar a la percepción de la diversidad presente, a un conocimiento más riguroso de la problemática ambiental, que quizás acerque a una valoración crítica y transformadora de nuestro papel. Si se quiere, será una vaga aproximación a la ciencia pero quizás abra la puerta a la conciencia de que la biodiversidad, en este caso urbana, es una de las variables de la sostenibilidad global. Cuando se considere adecuado hay que reflexionar sobre una anotación de la FAO del año 2019: Menos biodiversidad significa que las plantas y los animales sean más vulnerables a plagas y enfermedades. La pérdida creciente de biodiversidad para la alimentación y la agricultura, agravada por nuestra dependencia de cada vez menos especies para alimentarnos, está llevando nuestra ya frágil seguridad alimentaria al borde del colapso. Por entonces, el artículo de The Guardian, recogía el asunto de la biodiversidad global, no solo de los mamíferos, de forma sencilla y a la vez contundente.
Se mejora la percepción si se organizan proyectos en los que el alumnado siga la evolución de ciertas especies, aprecie si abundan o no en nuestras calles, tejados o parques. Algo de ciencia tendría fijarse y anotar cuándo divisó a tal o cual especie animal y comparar los resultados de año tras año. También observar con rigor al cielo para ver cuando llegan o se van vencejos, aviones y golondrinas, avefrías o grullas, dónde tendrán sus nidos; en pocas palabras, preocuparse por su vida. Para lograrlo habrá que buscar y fotografiar, ahora que todos llevamos cámara en nuestro móvil, a los vertebrados (no olvidamos mamíferos, anfibios o reptiles) que aparecen cuando hace menos frío; también a los insectos, en particular abejas y mariposas, pues alguna especie pasa por un mal momento. Lo dice una y otra vez la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), que elabora periódicamente sus Listas rojas de especies en peligro. Mirar al suelo para ver qué tipo de tierra hay en determinados lugares permite aventurar cuáles sostendrán mejor a las plantas que a su vez, con mediación o no del resto de los seres vivos, mantienen la vida de los animales vertebrados. Una propuesta didáctica interesante es desarrollar un proyecto de investigación sobre los ríos urbanos y su biodiversa existencia.
Estas y otras muchas acciones ayudan a formar conciencia de que la malla que une a toda la vida, en este caso urbana, está pendiente de unos factores que genéricamente se llaman sostenibilidad. Si el profesorado quiere adentrase más en el mundo biodiverso puede visitar y descargar Ciencia ciudadana, naturaleza urbana y educación ambiental. Desarrollo de observatorios ciudadanos para la conservación de la biodiversidad y la transformación ambiental de las sociedades metropolitanas. Por qué no acordar con las autoridades municipales tener uno observatorio propio o para varios centros (no supone un gran desembolso), incluso abierto a la ciudadanía, en un parque o en un entorno natural próximo y plantear allí lecciones biodiversas, elaborando incluso paneles explicativos.
Si así miramos la biodiversidad nos dejaremos llevar a esos parques o entornos urbanos para soñar emociones. Este podría ser un paso intermedio, un camino para transitar hacia el problema genérico que supone la pérdida de la biodiversidad en lo que genéricamente, y por exclusión, denominamos naturaleza. Es decir, en los ambientes no urbanos. Atendamos al STOP que nos avisa de que la biodiversidad amenazada clama oportunidades, como alertábamos ya hace tiempo. Como hace constantemente la Convention on Biological Diversity. También se puede acudir al IPBES (Panel Internacional de Expertos en Biodiversidad de Naciones Unidas) para apoyar la necesidad del proyecto, para convencernos de que un millón de especies pueden desaparecer para siempre. También es interesante descifrar lo que dice Unearte: “Estamos perdiendo la red de la vida”: por qué la crisis global de la naturaleza es tan peligrosa como el cambio climático, que por cierto tiene su protagonismo en la pérdida de la biodiversidad. Todo esto sucede a pesar de que allá por 1993 entraba en vigor el Convenio de las NU sobre Diversidad Biológica (CBD) que buscaba aminorar su pérdida a escala global. De esto y mucho más que puede ser útil en las aulas aporta en su página la Fundación Biodiversidad.
El proyecto de centro aúna las intenciones de varias materias escolares. Hace unos años publicaba Leer el medio ambiente es una aventura emocional porque te encuentras con la biodiversidad que va y viene. Allí recomendaba leer sobre la naturaleza y la biodiversidad para viajar a un mundo imaginado, para entenderse uno mismo. Recuerdo que animaba a emocionarse con la belleza creativa de Gerald Durrell; a buscar la biodiversidad en la fantasía viajera de Julio Verne, en el realismo perceptivo de Antonio Machado o en los poemas de Juan Ramón Jiménez. No debería faltar la modernista visión de Rubén Darío o el pausado ritmo castellano de Miguel Delibes. Invitaba a imaginar con Verde que te leo verde, una antología de libros que sueñan con naturaleza y seres vivos publicados en los últimos 5 años.
Hace un tiempo preparé para Cuadernos de Pedagogía un conjunto de artículos agrupados en el genérico “Biodiversidad a la baja, educación al rescate”. Aparece replicado en la revista mexicana El mundo de la Educación enero/febrero 2019, en un monográfico dedicado a la biodiversidad que incluye otras aportaciones que hay que leer despacio. En aquel artículo, además de algunas consideraciones previas, planteaba ciertas cuestiones básicas a debatir entre el profesorado cuando se trabajan proyectos de este estilo. Algunas de las ideas estarán presentes durante el trabajo; someterlas antes a la consideración de profesorado y alumnado quedarían resumidas así:
- La biodiversidad existe per se. La especie humana llegó de las últimas, por eso debe respetar las interacciones y entender que es una más, no la única o principal.
- La interacción de los elementos y fenómenos que configuran la naturaleza es continua. La biodiversidad lo nota.
- Poco a poco, las diferentes poblaciones humanas empezaron a entender las fluctuaciones de la biodiversidad. Como quisieron asegurar su propia supervivencia, se ocuparon en dominar las especies productivas; inventaron la agricultura y la ganadería.
- Con el paso de mucho tiempo las sociedades organizaron un adiestramiento sobre la naturaleza y sus habitantes. Nacía la educación reglada bajo la denominación de Ciencias Naturales, que incluyeron entre sus contenidos la enseñanza de algunos matices de biodiversidad.
- Esta enseñanza reglada se preocupó casi exclusivamente de la biodiversidad acumulativa y se olvidó de la biodiversidad relacional.
- Se podría decir que la biodiversidad tiene dos dimensiones: local y global, en varios escenarios temporales.
- Aún con todos avances, la biodiversidad -que era un sistema ecológico- se ha convertido hoy en un producto social, cultural. Las dimensiones social y ecológica se retroalimentan, aunque a veces no lo percibamos.
No nos olvidamos de revisar la biodiversidad que la Lomloe lleva a los centros educativos. Algo se dice en la Competencia específica Biología y Geología: La destrucción de hábitats, la alteración del clima global y la utilización de sustancias xenobióticas están reduciendo la biodiversidad de forma que, en los últimos 50 años, han desaparecido dos tercios de la fauna salvaje del planeta. Todas estas alteraciones podrían poner en peligro la estabilidad de la sociedad humana tal y como la conocemos. O cuando se propone como criterio de evaluación, en la Competencia específica 5 de BG de 1º a 3º de Secundaria: 5.1 Relacionar, con fundamentos científicos, la preservación de la biodiversidad, la conservación del medio ambiente, la protección de los seres vivos del entorno, el desarrollo sostenible y la calidad de vida. Más presencia tiene en Saberes básicos de la materia Educación en Valores Cívicos y Éticos junto con otros retos del mundo actual: Biodiversidad; Dinámicas y amenazas de los ecosistemas planetarios; Formas y procesos de modificación de la superficie terrestre; Riqueza y valor del patrimonio natural; La influencia humana en la alteración de los ecosistemas en el pasado y la actualidad; Conservación y mejora del entorno local y global. Esta presentación sí que supone un reto cualitativo, ausente en anteriores currículos, que denota que en el ánimo de los legisladores se mantiene la esperanza de que la educación en biodiversidad sea una seña de identidad en el centro educativo. Aún con todo, nos parece poco; debería haber sido uno de los saberes básicos a lo largo de toda la educación obligatoria. Así los colegios e institutos se animarían más a convertir la biodiversidad en un proyecto de todo el centro.
Con todo lo anterior, con la cantidad de enlaces que incorporo, y mucho más que no recojo aquí, lo verdaderamente transformador es incitar al alumnado a que sea protagonista principal en la búsqueda de la/su ciencia de la biodiversidad que está presente en su vida cotidiana.
Por cierto, hablando de biodiversidad nunca debemos olvidar a Rachel Carson y su Primavera silenciosa, de cuya primera edición se cumplen 60 años. Ella iluminó al ecologismo protector de la biodiversidad, entre otras cosas, para transitar desde las amenazas a las oportunidades. Su luz todavía continúa encendida, ya sea en grandes documentales como los de National Geographic o en pequeñas historias como estas que nos cuentan Los Lunnis. Alguien escribió que la enriquecedora biodiversidad se esfuma ante la presión antrópica y la dejadez universal. Por eso, educar en el conocimiento de la biodiversidad, todos lo somos, se ha convertido en una necesidad social para que su conservación, la gestión de los espacios naturales o la atención a los seres vivos cercanos sean una realidad generalizable. En este cometido, los escolares, deberían participar con actuaciones construidas en los debates y proyectos educativos. Para que no se cumpla del todo aquello que decía el pedagogo suizo Pestalozzi (a finales del siglo XVIII), que tarde o temprano la naturaleza se vengaría de todo lo que los hombres hiciesen en su contra. Para ello hay que cooperar con ciencia y conciencia en la supervivencia de los animales en riesgo de extinción en España, México, Perú y el mundo, según nos cuenta National Geographic. Pero atentos a lo que más de una vez nos ha dicho Jonathan Osborne, experto en educación: “La escuela falla a la hora de transmitir el asombro que provoca la ciencia”. A lo que nosotros añadiríamos: la biodiversidad es el reino del asombro; aprovechémosla para aprender ciencia con sentido y conciencia.