La costa este de los Estados Unidos se vio sacudida por violentas nevadas en las navidades pasadas, como sucede en muchas ocasiones. Los hechos, más bien las incomodidades causadas a la población, llevaron al presidente Trump a tuitear algo así como que anhelaba un poco de calentamiento global para evitar esos fríos. Por lo que se ve, ningún asesor del mandatario americano le ha explicado que tiempo y clima no son la misma cosa. Claro que el señor Trump también dijo que lo del cambio climático es cosa de los chinos; en parte tiene razón pero también de los americanos, de los europeos y de todos los habitantes que consumen una parte del futuro del Planeta. Desde aquí le invitamos a nuestras clases para explicarle algunas relaciones y las enormes diferencias entre tiempo y clima; también nos interrogaremos con él sobre qué puede suceder si las temperaturas globales siguen con su ritmo ascendente y continuado.
No resulta fácil utilizar con corrección tiempo y clima. Cuando un fenómeno meteorológico sacude puntualmente con violencia en cualquier lugar del mundo, no es raro escuchar a los periodistas que “hace un clima desapacible”, o que “en días sucesivos se prevé un empeoramiento del clima”. Seguramente, cuando estudiaron, les explicaron las diferencias entre tiempo y clima, pero es un asunto que tarda en ser asimilado; a nuestros chicos y chicas del instituto les pasa algo parecido, ven un episodio pero no entienden sucesiones. En los últimos meses hemos vivido situaciones meteorológicas extremas: sequías junto con destructoras descargas de agua. Se dan en todos los lugares del mundo, también a un lado y otro del Atlántico. Cuando se desata uno de esos eventos poco puede hacerse, excepto proteger a la población; sin embargo, vale mucho lo que se prevé para evitar su sobredimensión. Así lo aseguran los científicos que investigan cómo anticiparlos y disminuir sus efectos. La OMM (Organización Meteorológica Mundial) constata que estos sucesos meteorológicos extremos son 4 veces más frecuentes que en 1970 y avisa de que esto puede ser el preludio de climas extremos –sucesión, continuidad, concatenación, etc.–.
Los negacionistas climáticos, o los despistados, dicen que siempre ha habido fluctuaciones climáticas; es verdad. Los científicos se han preocupado desde hace tiempo por conocer las causas y duración de la llamada “Pequeña Edad de Hielo” que comenzó bruscamente entre finales del siglo XIII y principios del XV y duró casi 500 años, y que afectó espacialmente al norte de Europa y América. Algunas investigaciones achacan el cambio brusco de aquellos años a las erupciones encadenadas y duraderas de cuatro volcanes de las zonas tropicales que proyectaron a la atmósfera enormes cantidades de partículas que reflejaban la luz solar y provocaban el enfriamiento troposférico generalizado.
En Europa, tenemos textos de aquella época escritos en los monasterios que hablan del avance y retroceso del olivo y la vid, incluso de la influencia de las oscilaciones climáticas en la navegación. El fenómeno también es constatable a partir de unos dibujos Tableau phisique del Chimborazo ecuatoriano que nos dejó el geógrafo Alexander von Humboldt –un pre ecologista investigador– en 1802; sirven para constatar hoy que varias especies de plantas andinas han ascendido casi 500 metros buscando temperaturas más bajas.
El tiempo se descontrola debido al caldeamiento global. Detrás de todos los zarpazos del tiempo extremo, visible en sequías o lluvias torrenciales, están el calentamiento de las aguas oceánicas y la modificación de sus corrientes, que no intercambian como antes su energía con la del aire y la tierra. Una ojeada a la Máquina del Tiempo Climática (Climate Time Machine), accesible fácilmente en Internet, ilustra sobre la evolución en los últimos 15 años del hielo marino y el consiguiente aumento del nivel del mar, de la acumulación de ciertas emisiones al aire –lo cual mata a millones de personas cada año– y del incremento de la temperatura global; signos que alertan de una inflexión climática. Hasta los árboles y arbustos caducos reverdecen cada vez antes, contradiciendo lo que hasta hace unos años llamábamos primavera.
Aunque en realidad todos somos un poco inexpertos en las interacciones climáticas, afortunadamente no todos ignoramos las mismas cosas, hubiera podido decir Albert Einstein. Para no caer en los errores sobre tiempo y clima cultivemos en la escuela el pensamiento crítico. Si queremos, impulsados por Antonio Machado que avisaba de que “todo lo que se ignora se desprecia”. Pensemos en positivo de la mano de Aldous Huxley que opinaba que en la mayoría de los casos la ignorancia es algo superable, Platón la recomendaba como lanzadera hacia el conocimiento. En la cuestión climática se hace realidad cada día aquello que Cicerón dejó escrito: “Nada perturba tanto la vida humana como la ignorancia del bien y el mal”. Aprendamos en la escuela, como los cinco sabios nos recomiendan, cosas sobre ese recambio climático que tanto necesitamos; en él tendremos mucha influencia, para bien o para mal.
Sí, también desde la escuela, en donde desde siempre los libros presentan los climas como algo estático en el espacio y en el tiempo, como si su distribución zonal y estacional estuviese regulada para siempre. ¿Será por eso que nos equivocamos tanto al hablar de tiempo y clima? Si quieren pueden utilizar para el debate The age of stupid (La era de la estupidez); se accede fácilmente en Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=Gs9nVKbC-F4
Carmelo Marcén Albero (http://www.ecosdeceltiberia.es/)