Seguimos encontrándonos por la noche. Nos pagamos la gasolina y los cuadernos. Estiramos las hojas de la agenda como el chicle para dejar sitio a nuevos contactos. Trabajamos en equipo y dejamos la puerta de la habitación siempre abierta. Nos pasamos materiales, comentamos libros y escuchamos palabras que nos ayuden a hablar, a estar presentes. Investigamos. Subvertimos.
Somos prácticos y conscientes de que hacemos teoría. Nos gusta el debate y la crítica. Practicamos la asamblea. No pensamos todas y todos igual y lo decimos. Tenemos buenos amigos y unos cuantos nos tienen manía. Somos molestos, incómodos en algunos despachos. Reclamamos lo que es nuestro: el tiempo para encontrarnos, la voz y la palabra, el pensamiento autónomo, la historia y un trozo de tierra libre… el dinero para comprar las chinchetas, pagar los carteles, limpiar el local, abonar el teléfono y continuar haciendo memoria de un esfuerzo colectivo para combatir la miseria escolar.
Nos gusta la fiesta, el arroz al horno, el “nardo” y la luna reflejada en un gin-tonic. Estamos cerca del mar y no somos una isla. Pisamos tierra y pisándola hacemos senda. Nos movemos. Renovamos. Somos un puñado de hombres y mujeres. Un grupo de trabajadoras y trabajadores. Somos un Movimiento de Renovación Pedagógica, La Escuela de Verano… Y hacemos una revista.
Renovació Pedagògica nº1, Octubre 1985
Con este texto nos presentábamos, nos hacíamos presentes como colectivo, nos comprometíamos con una voz que se hacía pública a través de la escritura. Éramos un Movimiento de Renovación Pedagógica y ahora, cuarenta años después, he de encontrar palabras para convertir la memoria en un ejercicio de problematización del presente. No puede ser un ejercicio de nostalgia. Quiero que sea una invitación a pensar históricamente para avanzar posibilidades de futuro. La reconstrucción de la experiencia como herramienta para pensar el futuro.
Veníamos de la larga noche del franquismo y no nos gustaba la dictadura tanto como no nos gustaba la escuela autoritaria. Éramos maestras y maestros por algo, para algo. Había en nuestra decisión y nuestro deseo un compromiso ético. Y desde nuestra juventud anunciábamos que el tejido social de la educación se teje con mimbres diversos y que decimos profesorado y escuela con demasiada ligereza si no pensamos que estamos hablando de una experiencia social en la que la educación es un campo de batalla y eso que llamamos profesorado es un colectivo humano en el que cada cual toma una posición respecto de la disputa en ese complejo y conflictivo territorio. Sí, pertenecer a un MRP era una opción política en el sentido más hermoso de esta palabra.
Cuando decíamos Renovación no nos obsesionaba una nueva tecnología, un tramposo término en inglés o el anuncio de un premio otorgado por cualquier ignorante burócrata. Al contrario, pensábamos en un derecho, el que tiene todo niño y toda niña a crecer en su plena capacidad de autonomía y libertad, ese derecho que negaba la escuela autoritaria, la escuela capitalista. Y para hacer posible ese derecho educativo hacen falta un maestro y una maestra que alcancen un grado de saber y compromiso coherente con ese derecho. Por eso el Movimiento, que es decir búsqueda de un desarrollo profesional basado en la construcción de un saber experiencial que se cultiva, se ensaya, se experimenta y se regala y comparte en espacios propios basados en la horizontalidad y la colaboración. Un saber de emancipación profesional para trabajar la emancipación del ser humano. Una búsqueda que no puedo imaginar individual porque ese saber basado en una reflexión crítica sobre la práctica necesita de la generosidad y el apoyo mutuo del colectivo. Es un saber nacido de la conversación y el diálogo. Es un saber en círculo, como el que nos enseñó a practicar Pablo Freire. Pero sobre todo es un saber contrahegemónico, disidente, interseccional, decolonizado. Porque se enfrenta a un modelo de formación docente hegemonizado por una Academia monocultural, sectorial, obsesionada por la parcelación disciplinar. Toda la nefasta influencia cultural del individualismo neoliberal ha colonizado los espacios institucionales de la formación inicial, pero también de la formación permanente, del profesorado.
Por eso creamos las Escuelas de Verano, un territorio propio. Una convocatoria abierta y un espacio de intercambio de saberes traídos desde nuestros propios huertos pedagógicos. Un territorio propio, ese era el problema. El Gobernador civil franquista lo tenía muy claro cuando en 1975 prohibió la convocatoria de la primera Escuela de Verano (nuestra Escola d’Estiu). Para la formación del profesorado -decía- ya tienen ustedes las Escuelas de Magisterio y los ICEs, únicos espacios reconocidos para el desarrollo de esa actividad. Pero la gente de los MRPs buscábamos otro conocimiento que se construye, en un campo alternativo al del Estado, sobre experiencias y saberes nacidos de la reflexión sobre la práctica y el intercambio solidario. Ese era el sentido profundo de la Escuela de Verano, y por eso me atreví, en algún lugar, a nombrar esto como la posibilidad de un diálogo crítico con el Estado, desde la mayoría de edad del maestro. Un diálogo “crítico” porque rechaza toda forma de colonialismo cultural para el conocimiento docente. Es decir, rechaza una forma de conocimiento regulador de la formación docente y las prácticas de la enseñanza que se ha hegemonizado e institucionalizado al margen de la crítica social a esa formación y esas prácticas.
¿Alguien se pregunta en las actuales facultades de educación cuál es el significado más profundo, el sentido más político y comprometido de la palabra maestro o maestra?
Un diálogo “crítico”, también, desde la voluntad política de tomar la palabra, de saberse en el debate público sobre el sentido emancipador de la educación y el análisis, por tanto, de la función social de la escuela.
Las Escuelas de Verano en las que yo participé constituyeron también un reto permanente al modo que las formas de construir la interacción son también un problema de renovación pedagógica. Por eso, los encuentros informales, los pasillos, el bar, las fiestas, constituían espacios que había que cuidar porque a veces era en esos territorios informales donde se mostraba con más profundidad la enriquecida humanidad del mensaje pedagógico.
Y desde esa autoorganización comunitaria, desde el territorio propio, la construcción de la Escuela Pública, la utopía de los Movimientos de Renovación Pedagógica. No me refiero al inalienable derecho a un servicio público de educación de calidad, gestionado por el Estado. Las históricas reivindicaciones de los movimientos sociales, sindicales, vecinales, ciudadanos y políticos fueron materializando un estatus jurídico que cristalizó en un sistema de derechos y deberes que en educación se concretan en la oferta de un servicio público de educación que debería garantizar la posibilidad y la voluntad emancipadora intentando detener a través de la escolarización la reproducción de las desigualdades de origen. Ese era el discurso y ese puede ser el punto de partida, pero es aquí donde se inicia el camino de la Renovación Pedagógica hacia la educación pública, hacia la Escuela Pública. ¿Con qué sujetos y desde qué deliberaciones sobre el sentido profundo de la educación? ¿Desde qué saberes? Se puede reclamar al Estado más financiación, mejores y más cuidadas instalaciones, más contrataciones, y un sin fin de reivindicaciones en las que no olvido la reinversión de la perspectiva con la que se firman los conciertos con la privada, o la derogación de la inexplicable y vergonzosa vigencia, todavía, del Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre Enseñanza y Asuntos Culturales. Pero esto no es aún la Escuela Pública. Los currículos, academicistas, separados de la experiencia cotidiana, fragmentados, basados en una epistemología elitista, androcéntrica y colonial, no pueden ser Escuela Pública. Ni tampoco los libros de texto que los reproducen.
El camino hacia la Escuela Pública requiere otro profesorado con un claro compromiso ético con el bien común de la educación
El camino hacia la Escuela Pública, entonces, es un camino de rebeldía en el que la palabra profesorado identifica a un colectivo de mujeres y hombres que convierten la palabra enseñar en un trabajo bien hecho que ponen al servicio del crecimiento de un ser humano que toma las palabras autonomía y libertad como herramientas para la transformación social.
Pero el aprendizaje del compromiso no se hace tomando apuntes en las aulas de las Facultades de formación del profesorado. Es un aprendizaje desde la experiencia, y en la experiencia de la acción comprometida. El capitalismo es también un modo de producción cultural al que es necesario enfrentar una contracultura ciudadana alternativa. Los futuros maestros y maestras y actuales estudiantes de las Facultades de Educación –como cualquier otro individuo- viven en una orientación vital marcada por el individualismo posesivo que, en términos de un determinado consumo de bienes culturales, es reproducido en las instituciones universitarias.
La cultura política de implicación ciudadana se aprende a través de formatos alternativos a la industria cultural de masas, al anquilosamiento institucional del poder académico y a la perversión de la política por las organizaciones políticas separadas. La metáfora de la red y de la horizontalidad indican formas de producción de conocimiento, cultura y política, en las que diferentes identidades personales y políticas puedan reconocerse en un proyecto común que entienda la escuela como un espacio social privilegiado –pero no exclusivo- para aprender las virtudes públicas del altruismo, la solidaridad y la cooperación, y la participación social. Los programas de formación inicial podrían promover en las Facultades de formación de profesorado pequeños laboratorios de ciudadanía en los que se ensayen y se comuniquen diferentes propuestas cooperativas de formación para la cooperación; e identificar en otros ámbitos no institucionales diferentes prácticas que se asocien a esas redes de aprendizaje. Como las de los Movimientos de Renovación Pedagógica, entre otras.
Si quieres participar y unirte a esta red, puedes escribir un correo electrónico a: redunirenovacionpedagogica@gmail.com