Ser docente, en cualquier etapa educativa, no es una tarea fácil. La profesión se ve cuestionada en múltiples ocasiones y en distintos foros. Se habla de las necesidades de formación pedagógica y académica, de competencias docentes, de la preparación para asumir los cambios o de la capacidad de dominio de las tecnologías del aprendizaje y del conocimiento (TAC)… La presión es difícil de sostener, pero, aun así, hay docentes comprometidos que asumen retos con un gran riesgo pedagógico, por ser incomprendidos o invisibilizados y, desgraciadamente, no siempre acompañados por los agentes implicados en la educación.
Uno de estos retos es la creación de recursos pedagógicos propios. En el proyecto de investigación “Resituando la Renovación Pedagógica en España desde una perspectiva crítica” (PID2019-108138RB-C22), hemos tenido la oportunidad de conocer a docentes, que en cinco centros de secundaria de CCAA del estado español (Aragón, Castilla y León, Cataluña, Valencia y País Vasco) tienen la voluntad de desarrollar prácticas educativas renovadoras. Entendemos que en dichos centros la renovación pedagógica (en adelante RP) se vincula al compromiso ético (con el alumnado y su aprendizaje), político (con el centro y su proyecto pedagógico) y profesional (didáctico y curricular) del colectivo docente por mejorar la práctica educativa. La investigación ha propiciado algunas reflexiones sobre el uso transformador de los recursos materiales que ahora planteamos.
Con el proyecto hemos constatado el difícil equilibrio que se vive en la educación secundaria entre lo que se enseña y el cómo se enseña, lo que se aprende y el cómo se aprende. No es posible desligar los contenidos escolares, de los caminos con los que se exploran. La RP propone nuevas relaciones que responden a modelos educativos contemporáneos más centrados en desarrollar procesos de construcción de conocimiento conjunto entre alumnado y profesorado, con el fin de cuestionar la transmisión educativa basada en las áreas disciplinares.
La RP plantea nuevas relaciones con los materiales y recursos de aprendizaje, practicando la democratización en su contenido y en su forma, recortando la distancia jerárquica desde la que siempre habían sido elaborados y rompiendo con el poder hegemónico del mundo editorial. Los y las docentes cuentan con las aptitudes y los criterios necesarios para elaborar dichos recursos, pero ¿cuándo y cómo hacerlo? La RP en secundaria muestra cómo los docentes en los centros investigados pasan de ser consumidores de productos culturales ‒de elevado coste monetario‒ a ser creadores de materiales ‒de incalculable valor educativo‒, a menudo, en la intimidad del centro, sin otra ayuda que la iniciativa personal y colectiva de los claustros. Aunque este cambio implica un alto grado de satisfacción docente, también supone cierta invisibilidad de su profesionalización. Veamos porqué.
Cambiar el libro de texto por la creación de materiales de elaboración propia implica un compromiso docente con la complejidad de los saberes
La RP requiere de la innovación en el uso de los materiales bien sea en su concepción (contextualizada), en su concreción (personalizada), en su particularidad (según la experiencia docente), en su singularidad (aplicable en ese contexto y práctica) con capacidad de responder a la profesionalidad individual y colectiva (realizados por iniciativa propia y compartida con el resto del claustro y del alumnado). Estos materiales con formatos flexibles y heterogéneos que se crean con el uso de herramientas TIC, que promueven el acceso y la creación de contenidos audiovisuales, escritos o gráficos son posibles cuando la finalidad de dichos recursos no es reproductora sino transformadora de la realidad, al servicio de un aprendizaje complejo. Así, el uso de los recursos materiales en un centro renovador transforma el aprendizaje, pero ¿cómo se reconoce? Aunque tienen un alto valor educativo, singular y específico en la aplicación pedagógica y didáctica, y requieren de una alta cualificación profesional, no cuentan con la visibilidad económica ni física de los recursos convencionales.
En los centros investigados hemos observado que, cambiar el libro de texto por la creación de materiales de elaboración propia implica un compromiso docente con la complejidad de los saberes, y se necesita una gran implicación en la tarea, la complicidad con el resto de los agentes educativos, empezando por el propio alumnado que ve aumentado su protagonismo en la realización de las tareas escolares. Asimismo, las familias agradecen la reducción de los costes de escolarización de sus hijos o hijas, pero a su vez se incrementa la presión sobre la validez de los materiales substituidos.
Este proceso de renovación de los materiales muestra la existencia de profesionales que investigan y buscan herramientas pedagógicas con las que afrontar retos complejos de lo que implica aprender en la actualidad, construyendo una identidad profesional que se preocupa por los procesos de aprendizaje, más allá de los saberes y conocimientos propios de una disciplina de la especialidad escogida. Este perfil docente, que en los centros renovadores son militantes pedagógicos, dedican muchas horas (en ocasiones fuera del horario lectivo, invadiendo tiempos personales) a la elaboración de estos recursos; precisan de más coordinación docente con más áreas (y no solo aquellas afines a su formación y preparación pedagógica), y un mayor dominio de metodologías docentes, de tecnologías y saberes transversales. Y nos preguntamos ¿cómo se contempla esta inversión en la dedicación docente y se transforma esta ingente aportación en valor profesional?
La militancia pedagógica es necesaria para abrir condiciones de posibilidad, pero no suficiente
Hemos constatado que la creación de recursos materiales es necesaria por el planteamiento pedagógico que impulsan los centros investigados, pero pagan una factura elevada. El uso extensivo de los nuevos materiales requiere de grandes dosis de generosidad y una nueva manera de entender la autoría ya que:
- a) El sentido de su elaboración aumenta si se utiliza de forma compartida, y quedan depositados como materiales del centro, lo que implica que las personas autoras y creadoras pierden visibilidad.
- b) No se cobran derechos de autoría, a diferencia de los materiales distribuidos por editoriales.
- c) La oportunidad de que estos materiales sean revisados y actualizados, con profesorado que entra nuevo en el centro y que tiene la oportunidad de utilizarlos, implica una pérdida de reconocimiento de las personas autoras en beneficio de las personas que lo adaptan y reutilizan. Este proceso dinámico de uso de los recursos requiere de una reflexión compartida en los claustros y una exigencia a la administración educativa del reconocimiento laboral de dicha autoría.
En fin. El colectivo docente implicado en procesos de renovación pedagógica participante en nuestra investigación, no ha mostrado otra cara del saber hacer docente, en este caso en relación con los recursos materiales. Y nos han suscitado interrogantes a los que dar respuesta en el ámbito de reconocimiento profesional y laboral. De no hacerlo se puede poner en peligro su continuidad, porque la militancia pedagógica es necesaria para abrir condiciones de posibilidad, pero no suficiente para la sostenibilidad de procesos renovadores en la elaboración de materiales pedagógicos.