Lo que puede una escuela. Oportunidades y herramientas para introducir prácticas artísticas en las comunidades educativas. Un título largo que escarba en el trabajo cotidiano de los centros educativos que conforman la red de escuelas e institutos PLANEA para conocer de primera mano las dificultades y las soluciones que, desde diferentes perspectivas, han encontrado todos ellos para poner en marcha proyectos de artes y escuela que comenzaron el pasado curso.
PLANEA es una red de centros que formada por ZEMOS98, Pedagogías Invisibles, El Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana y Permea y que, además, cuenta con el apoyo de la Fundación Daniel y Nina Carasso. La investigación se ha realizado con estos siete centros educativos: CEIP Manuel Núñez de Arenas, CEIP República de Chile, CEIP San José Obrero, CEIP Santa Teresa, IES Bovalar, IES Cartima e IES Menéndez Pelayo, aunque en la red, hoy por hoy, hay 50 caminando en actuaciones artísticas en la escuela.
Palancas
El cuaderno se divide en tres capítulos diferentes pero interconectados. El primero de ellos está dedicado a un análisis de las propuestas que desde las comunidades autónomas en las que opera la red PLANEA (Andalucía, Comunidad de Madrid y Comunitat Valenciana) se ofrecen a los centros educativos para desarrollar proyectos relacionados con el arte y la cultura. Propuestas muy variopintas que van desde certámenes de teatro y canto hasta otras centradas en el patrimonio cultural.
También se pone el ojo en los centros de formación del profesorado de cada una de las comunidades y en cómo, de una manera más o menos exhaustiva, pueden apoyar o iniciar procesos de arte y escuela en los centros.
Una vez visto esto, nos adentramos de lleno en las prácticas que han desarrollado los centros de la red.
Se trata de una suerte de recetario de buenas prácticas en el que se van desgranando algunos de los puntos clave que se han ido encontrando en común entre los diferentes centros de la red: autonomía pedagógica; organización de tiempos y asignaturas; formación docente; trabajo por proyectos y aprendizajes procesuales y, por último, relaciones con el exterior.
A través de estos cinco epígrafes se van diseccionando las palancas que han activado colegios e institutos para dar sentido y seguridad a sus propuestas.
La investigación también da algunas pinceladas sobre proyectos, redes de centros o iniciativas que trabajan temáticas o dinámicas diferentes a las artísticas pero que pueden dar más pistas o apoyos a la hora de comprender las formas de trabajo a las que tienen que recurrir en muchas ocasiones los centros.
Caja de los deseos
Este es el último de los capítulos del libro y en donde el equipo investigador formula una serie de necesidades que detecta en todos los centros educativos, ya sean de PLANEA o no, para llevar a cabo proyectos más o menos innovadores sin morir en el intento y para que sean lo más sostenibles posible.
El primero de ellos sería la necesidad de que el sistema educativo, desde diferentes instancias, diera tiempos y espacios para la creatividad en los centros. Esponjarlos para que entrase el aire suficiente como para imaginar otras posibilidades.
Tras un primer paso, una verdadera autonomía pedagógica que evitase, primero, un exceso de rigidez en los planes y proyectos que las administraciones ponen en marcha y, segundo, una vez evitada esta, no supusiera un esfuerzo titánico contra la burocracia, tanto en la necesidad de rellenar papeles y más papeles como ante la propia inspección educativa.
Por supuesto, y como siguiente paso, es necesaria una formación docente de calidad que sostenga esta autonomía pedagógica. Una formación que se diera dentro del centro, atendiendo a las necesidades que se detectasen, una formación que, apoyada por administraciones locales, por ejemplo, pusiera en comunicación a las y los docentes con entidades interesadas en hacer proyectos con ellos. Una formación que, en definitiva, fuera transformadora.
Todo esto, claro, con el apoyo desde arriba. Apoyo y sostén que podría pasar por recursos humanos específicos, con tiempos y espacios para la coordinación (evitando así el voluntarismo insostenible en el que, muchas veces, se mueven los cluastros); un apoyo que se encarnase en la estabilidad de los equipos docentes, que dejaran de sufrir la perpetua renovación cada curso escolar. Un reconocimiento más allá de una placa que colocar en la puerta.
Y, por último, una concepción expandida de la educación que rompiera los muros de la escuela para encontrarse con otros agentes, culturales, artísticos, administrativos, del tercer sector… un largo etcétera de posibilidades que ayudasen a los centros a llevar la educación más allá del currículo formal generando y alimentando un auténtico ecosistema educativo más allá de la comunidad del centro.
La investigación dio sus primeros pasos durante el confinamiento producido por la pandemia de la Covid-19 y en ella han participado, como equipo investigador: Marta Malo, José Rodrigo, José Antonio Gómez y Pablo Gutiérrez del Álamo. Además de los equipos directivos de los siete centros de la red, se ha hablado con responsables autonómicos de formación del profesorado, con responsables de los nodos de la red con los centros educativos, así como con personas que desarrollan su labor en otros ámbito independientes de PLANEA para conocer otras realidades que pudieran ofrecer información de interés: Comunidades de Aprendizaje, Red Amara Berri y Red Estatal de Aprendizaje-Servicio.