Hace seis cursos ya que llegó Arantxa Mitjavila llegó al CEIP República de Chile con la intención de darle la vuelta a un colegio que, como les pasa a los «república», tenía mala fama y unos cuantos puntos de mejora. La convivencia, el absentismo y los resultados académicos de niñas y niños estaban en esa lista de cosas que había que mejorar. Y lo que traís Mitjavila eran algunas ideas para hacerlo. Ideas que había conseguido, en cierta medida, gracias a su experiencia previa.
Cuando llegó al centro, comenzó el programa SuperArte. El objetivo, mejorar estos indicadores en el centro. Dentro de que tampoco hay demasiadas herramientas de evaluación que no sean cuantitativas. El caso es que se trata de un proyecto que utiliza las artes para conseguir su metas. Se solicitó a la Comunidad de Madrid el estatus de proyecto propio, una de las pocas bazas relativas a autonomía de centro que tienen en dicho territorio y que supone disponer de una hora lectiva más. «La mayoría de los centros lo hacen hacia el inglés», asegura Mitjavila. En su caso, y dadas las circunstancias que tenían entre manos, entre las que se encuentra la maestra de Plástica, Lidia Llorente, «una persona de Música muy potente», asegura la directora, decidieron solicitar la famosa hora en la parte artística.
Esto ha supuesto que durante la primaria, las y los niños del República de Chile tengan dos horas de Música y una de Plástica, con lo que han podido elaborar proyectos más horizontales y transversales. Lo que intentan con el proyecto es que los contenidos curriculares, sobre todo de Ciencias Naturales y Sociales, les lleguen a chavalas y chavales gracias a un acercamiento más o menos artístico.
Este año, Superarte se ha centrado en un proyecto llamado «El mundo en tus manos» que, según explica Lidia Llorente (maestra especialista que, además, enseñan en toda la etapa de primaria) enseña a niñas y niños contenidos de Geografía recorriendo, en seis unidades didácticas, los otros tantos continentes del planeta de elementos como, por ejemplo, sus músicas o sus bailes.
Desde hace algún tiempo, el colegio forma parte de la red PLANEA, apoyada por la Fundación Daniel y Nina Carasso. Llegaron ella después de haber trabajado hace algunos cursos dentro de la iniciativa pública de Levadura. Se trata de un programa que apoyaba las residencias (estancias) de artistas en centros educativos para que realizasen algún proyecto artístico junto a niñas y niños. De ahí dieron el santo a PLANEA de la mano del colectivo Pedagogías Invisibles.
Gracias a pertenecer a la Red han podido aumentar su implicación con las artes y el currículo, y lo han hecho extendiendo estas prácticas también a los cursos de educación infantil que, inicialmente, se habían quedado fuera de SuperArte.
Contras
En todo proyecto que se pone en marcha siempre hay inconvenientes, de muchos y muy diferentes tipos. Entre los primeros, seguramente, se encuentran los puramente materiales. La organización de personal y horarios para cuadrar el círculo que suponer el proyecto de SuperArte es un quebradero de cabeza para el equipo directivo. Aunque no solo. Pero esto, clasro, no es nuevo. Cualquier colegio o instituto tiene líos organizativos siempre.
A estos, como en otros miles de centros de educación públicos, hay que unir la gran tasa de interinidad que manejan en el colegio. Son pocas maestras en total, alrededor de la veintena. Pero definitivas son muy pocas. Ni siquiera la directora lo es, puesto que Arantxa Mitjavila viene de otro destino definitivo diferente (es, en realidad, maestra PT y su plaza la tiene en un centro ordinario con integración). Tanta movilidad que este año tienen dificultad para la renovación del consejo escolar: la representación del profesorado tiene que estar conformada por personas con destino definitivo y que no estén en el equipo directivo. A día de hoy esto no es posible.
Y junto a esta movilidad, la que vive el alumnado. En su inmensa mayoría de origen migrante, aunque también de etnia gitana, cuenta Mitjavila que las condiciones de trabajo de muchas familias impiden que muchos de estos chicos y chicas estén más de dos o tres cursos en el República de Chile.
Finalmente, y tal vez una de las pegas más importantes tanto del centro como al propio proyecto de utilización de las herramientas artísticas para su uso en los colegios es el que apunta Gema Rodríguez, «la disidente», como la presenta Mitjavila entre risas. El hecho de que se dediquen más horas al proyecto artístico, sumando una más de las que tendría, hace que otras materias como Matemáticas o Lengua no sumen este tiempo. Para Rodríguez, es importante tener claros los objetivos de las actividades que sea realizan para que tenga el mejor objetivo e impacto posible. Y a veces, esto no ocurre.
Pros
Pero no todo son contras. A pesar de que, efectivamente, en los últimos años no han conseguido un importante aumento de los resultados académicos de chicas y chicos, todas las docentes coinciden en que el colegio ha dado un vuelco total si se compara su situación actual a aquella de la que partieron hace seis cursos.
«Llevo aquí 16 años y te puedo hablar de que la convivencia ha mejorado. Es incuestionable». Gema Rodríguez es la veterana de la reunión. Además de ella, están Arantxa Mitjavila, Lidia Llorente y Estíbaliz Martínez, la coordinadora de infantil.
Aunque Rodríguez asegura que los resultado académicos no han dado ese vuelco que pretendían, la convivencia ha girado 180º. Algo que corrobora Mitjavila. Los partes y expulsiones que utilizaban asiduamente cuando ella llegó hace seis cursos se han convertido en incidencias en clase. Aunque para ella, la relación entre iguales sigue siendo muy dura, «una cosa que me sigue llamando la atención», pero que ahora pueden trabajar de otra manera.
Además de proyecto SuperArte, basado en las artes y en un intento de mejora de la convivencia, el absentismo y los resultados académicos, el centro también ha puesto en marcha otros proyectos encaminados a la mejora de todos estos indicadores. Mucha educación en valores, por ejemplo. O, como decíamos antes, la extensión de la experiencia artística a los años de infantil.
Además, tienen un proyecto de educación en valores en tres fases y una periodicidad trienal. La idea es que durante los nueve años de escolarización, desde los 3 a los 12 años, todo el alumnado pase tres veces por diferentes fases de un mismo programa. La primera de ellas está basada en la temática del libro de El Monstruo de Colores; al curso siguiente se trabaja el segundo «escalón», se trabajan diferentes valores como la empatía o la amistad mediante el uso de historias, de cuentos, explica Llorente y se llama «Historias para ser mejores». Finalmente, el tercer paso es el que utiliza el Programa Mindful Monkey, Happy Panda (Herat) en el que, comenta Mitjavila, se «trabajan rutinas que tienen que ver con las habilidades no cognitivas» como la relajación o la contención. La idea es generar rutinas que te ayuden a bajar el ritmo cuando necesitas hacer uso de tus habilidades cognitivas.
Residencias
Aunque el centro comenzó hacer seis años con la transformación al completo de dinámicas y rutinas, momento en el que se lanzó al proyecto propio de SuperArte, solo hace tres cursos que entró en la red PLANEA. Lo hizo, entre otras cosas, para conseguir el apoyo necesario como para acercar el proyecto de residencias y uso de las artes en la etapa de infantil, que se había quedado a un lado al no tener esta posibilidad antes. Además de dar soporte a la estructura, comenta Mitjavila, consiguen formación más allá de la que tiene Lidia como maestra de música
El curso pasado, el primero después del confinamiento se desarrollaron dos proyectos en este sentido: Wapsi (de Laura Valor y Dayana Rivera) y C.E.S.T.O. (de Sara San Gregorio y Laura Bañuelos). Ambos en infantil. Para Estíbaliz Martínez, coordinadora de la etapa de infantil, fueron un éxito, al menos con las y los niños de 3 a 5 años. El primero de ellos supuso un trabajo muy relacionado con técnicas de meditación y relajación, así como con posturas de yoga que mejoró el estado de ánimo y relajación de niñas y niños. Algo que también se notó en los primeros años de primaria, donde también se realizaron sesiones.
C.E.S.T.O. por su parte, explica Mitjavila, pretendía que niñas y niños recuperasen y construyesen espacios perdidos por culpa del confinamiento y la pandemia de covid. Lo hicieron a través del uso de elementos comunes como maderas, piñas o piedras. Elementos comunes con los que tenían que «construir» otros conjuntos .
Esta propuesta, que también funcionó en infantil, para Gema Rodríguez, no lo hizo también en los primeros cursos de primaria. Para esta maestra, la recuperación del espacio físico, así como del contacto ya se podía lograr gracias a las actividades cotidianas de Educación Física o, incluso, en el tiempo del recreo. A esto se suma que chicas y chicos estaban más nerviosos después de este tiempo y era más complicado comenzar las siguientes sesiones de clase.
En cualquier caso, Rodríguez no niega la utilidad de estas prácticas. Sí cree que hay que pensar muy bien qué se hace en cada momento, qué tipo de artistas y propuestas se llevan al centro para que haya la mayor sintonía posible entre el PEC, la consecución de los objetivos académicos y el proyecto de quien va a estar en el centro durante unos cuantos meses.
Arantxa Mitjavila está de acuerdo con que el proyecto artístico que aterriza en el colegio deber estar lo más alineado posible con SuperArte en sus objetivos y finalidades. Algo que, a pesar de que en el papel puede ser fácil, en la realidad a veces no lo es tanto. Lidia Llorente comenta que aquí tienen un peso importante las habilidades del o la artista que se acerque al centro para darse cuenta de que trata con menores y que debe comunicarse con ellos de manera comprensible. Mitjavila también sostiene que el profesorado tiene la responsabilidad, en su caso, de apoyar a los artistas en el momento en el que entran en su aula. En ocasiones esta conjunción no es buena por alguna de las dos partes.
En cualquier caso, mediante el uso de técnicas artísticas, niñas y niños se acercan al currículo de determinadas áreas o materias, como se ha dicho con anterioridad. También al desarrollo de habilidades no cognitivas que pueden ser de gran valor e importancia: concentración, paciencia, comunicación, etc.
A ellas les ha venido muy bien el apoyo de PLANEA en el proceso que ya tenían en marcha, para darle mayor soporte «material» y formativo. Para Mitjavila, además, tiene una gran ventaja y es que es un «proyecto exportable: a contextos como el nuestro, clarísimamente; pero a entornos más aventajados, todavía más. Si nosotros, que en el aula tenemos que luchar para sacar algo y, con este proyecto, funciona; si en el aula tienes que luchar un poco menos…».
2 comentarios
Me gusta mucho que en el proyecto se incluya la enseñanza de rutinas que tienen que ver con las habilidades no cognitivas, son estrategias transversales que de a poco nos hemos dado cuenta que, si como adultos las necesitamos para una vida de mejor calidad, las y los estudiantes también deben tener la oportunidad de aprenderlas.
Muy interesante y valiosa experiencia, que nos gustaría conocer de más cerca.
Les escribo desde el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio del Gobierno de Chile, específicamente desde el Departamento de Educación en Artes. Me gustaría tener el correo de Arantxa Mitjavila para conocer más del proyecto y ver si es posible colaborar, desde Chile, con ellas. ¿me ayudan a generar el contacto?
Muchas gracias