En el municipio navarro del Valle de Egües tienen una gigante muy especial. Lleva un parche en el ojo y en la mano, La condición social de la mujer en España, un libro de la escritora feminista Margarita Nelken. Representa a Josefa Úriz Pi -más conocida como Pepita- una pedagoga, activista política y sindicalista que, junto con su hermana Elisa, fue pionera de la renovación pedagógica y fue perseguida por serlo.
Las hermanas Úriz Pi, a pesar de haber nacido en Navarra a finales del siglo XIX, realizaron gran parte de su labor pedagógica en Cataluña, donde fueron maestras de maestros en las Escuelas Normales de Girona, Lleida, Tarragona y Barcelona. Luego, con el fin de la guerra y por su compromiso político antifranquista, se exiliaron juntas, primero en París y finalmente en Berlín Este.
Todo esto lo sabemos gracias a Pioneras. Historia y compromiso de las hermanas Úriz Pi, publicado en catalán por Polen Ediciones y en castellano por Txalaparta. Este libro nace de la investigación iniciada por el escritor y periodista navarro Manuel Martorell, que repasa meticulosamente la biografía de las hermanas a partir de testimonios directos y fuentes documentales.
«Tuvimos la suerte de encontrar a Olga García Domínguez, vecina de Elisa en Berlín y que nos ha conducido a mucha documentación», explica Martorell. También ayudó una carta de Dolores Piera, primera mujer concejal en el Ayuntamiento de Barcelona, que fue alumna de Pepita en Lleida y una discípula fiel. «Me la envió poco antes de morir,¡eran 12 páginas! Entre esto y las pistas de Olga, ya teníamos el trabajo hecho», dice el escritor.
Más tarde, los profesores Salomón Marqués (Universidad de Girona) y Carmen Agulló (Universidad de Valencia), complementaron la investigación con el bagaje pedagógico y los enfrentamientos políticos de las Úriz Pi. «Cuando hablamos de renovación pedagógica siempre hablamos de los maestros de la escuela, pero ellas en la Normal tenían más influencia y poder. Y el ejercieron», dice Marqués, «pero siguen siendo desconocidas ».
La huella de una renovación pedagógica feminista
Las hermanas Úriz Pi enseñaban de una manera radicalmente diferente respecto a sus compañeros. «Pepita hacía mucha innovación pedagógica que hoy en día todavía es polémica. Por ejemplo, no utilizaba libros de texto, y eso que en aquella época muchos profesores hacían el suyo y obligaban a los alumnos a comprarlo», dice Agulló. También hacía que se leyeran los periódicos en el aula y se generaran debates.
Elisa también innovaba, en su caso en las enseñanzas musicales. «Firmó un artículo para la defensa de la necesidad de la música en la escuela, con un método que no tenía nada que ver con el clásico… Era el cuerpo, cantaban, bailaban, era mucho más divertido», explica la profesora de la UdV.
«Son profesoras de Normal, pero a la vez son personas comprometidas con la sociedad. Por ello, el tipo de lecturas que hacían eran para ayudar a pensar y no para almacenar, uno de los lemas de la escuela republicana. Es este modelo renovador lo que ponía nerviosa la derecha», dice Salomón Marqués.
Una clave para que sus vidas destacaran fue su familia liberal, que les permitió estudiar en un centro republicano de Madrid y, a Pepita, en la Escuela Superior del Magisterio. Allí bebió de profesores de la Institución Libre de Enseñanza (ILE) pero también de otros que eran muy distantes.
Compartió promoción con personas que después marcarían la pedagogía republicana y también la franquista -desde Leonor Serrano, hasta parte de los inspectores del Nacional catolicismo-. «¡Esto quiere decir que no les adoctrinaban! Les enseñaron a ser personas que tomaban sus decisiones, con gran capacidad de crítica», dice Mª Carmen.
Las dos hermanas también recibieron becas para hacer investigación pedagógica en el extranjero, lo que les permitió viajar fuerza -nada común para la época-. En 1912, con una beca del Ayuntamiento de Barcelona, Pepita conoció nuevas corrientes educativas, como las de María Montessori (Italia) y Ovide Decroly (Bélgica). El informe en el que recoge su experiencia promovió que se creara en Barcelona la primera escuela montessoriana de España.
Elisa obtuvo en 1923 una beca de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) para estudiar en Ginebra y desarrollar su proyecto para introducir la gimnasia rítmica como método pedagógico. En la ciudad suiza conoció a la novelista catalana Aurora Bertrana, con quien hizo una gran amistad.
Todo esto se revertía en el aula de muchas maneras. La mayor de las Úriz Pi defendía una educación completa de las mujeres e, incluso, hacía educación sexual. «Todos los temas que hoy en día todavía son polémicos, Pepita los llevaba a clase», explica Mª Carmen Agulló. «Por ello, parte de los problemas los tuvieron por no ser políticamente correctas dentro del consenso de la renovación pedagógica del país», añade.
Pero no todo eran enfrentamientos, también tuvieron muchos discípulos. «Los tertimonios del alumnado son increíbles. Las cartas de Josep Alcover, de Dolores Piera… Son alumnos que escriben de ellas con un afecto, respeto y complicidad enormes», dice en Salomón. Su huella también se hizo notar en Latido, un grupo de maestros de escuelas rural con ideas renovadoras que se fundó mientras Pepita trabajaba en Lleida.
Muchos de los miembros de Latido eran seguidores de las técnicas del pedagogo francés Célestin Freinet y hacían misiones pedagógicas para llevar a todo el Pirineo leridano la cultura contemporánea y los avances políticos de la Segunda República.
Pepita los estimuló a participar en alguna de sus misiones. «Desde el punto de vista teórico, con quien más sintonía debería tener Pepita es con Freinet, ya que sus técnicas se basan en la cooperación y la solidaridad, palabras que definen perfectamente a las Úriz», explica Agulló. Sin embargo, ella no se definía como freinetistas ni nadie lo ha reivindicado nunca. «Son dos mujeres incómodas porque, desde el punto de vista pedagógico, no son de nadie», concluye la profesora.
Persecución ideológica y solidaridad de clase
La tarea pedagógica de las Úriz Pi estuvo siempre acompañada de escándalo público y de persecución por parte de la derecha conservadora y la iglesia. Pepita ya había levantado polémica en la Escuela Normal de Girona por sus planteamientos renovadores, a pesar de coincidir con un profesorado joven y regeneracionista. En Lleida el choque fue inmediato, por su renombre de librepensadora y con compromiso político de izquierdas y porque la directora del momento era conservadora y muy católica.
El primer año de profesora allí ya fue reprobada públicamente por el obispo de Lleida. Asimismo, la denunciaron por las lecturas que había recomendado. Se le abrió un expediente con cargos relacionados con los debates recurrentes de la historia de la educación, recuerda Mª Carmen Agulló: los límites de la libertad de cátedra, el derecho de la Iglesia a interferir en las enseñanzas públicas y la prioridad respecto del pudor de las alumnos por encima de su acceso a conocimientos científicos.
Su expediente no fue un caso aislado. «Es un contexto de lucha a favor y en contra de la libertad de cátedra, de la ciencia frente a la religión, de la libertad frente al dogma, del Estado frente a la Iglesia», recuerda Agulló. Pero sí sabemos más cosas por las que su caso llegó a las Cortes españolas -seguramente por la militancia de Pepita, divergente del momento político, coinciden los autores del libro.
«Más allá del conflicto por la libertad de cátedra, que era el mismo problema que tuvo Miguel de Unamuno, por ejemplo, su caso tiene un matiz de feminismo», explica la profesora. El punto que provoca más polémica es que hubiera hecho leer el libro de Nelken, sobre todo por el capítulo que hablaba de prostitución. «Defender que sus alumnos lo debían conocer todo jugó en su contra y la diferenció de otros casos», dice Mª Carmen.
Un año más tarde, el expediente quedó inconcluso por la dimisión de un ministro pero durante la dictadura de Primo de Rivera se reabrió. En el clima de represión ideológica del período, se resolvió con una expulsión sin sueldo durante un año de la Normal de Lleida. Durante todo ese tiempo, sin embargo, mucha gente pagó su sueldo.
Este apoyo popular se explica por la solidaridad activa de las Úriz Pi a lo largo de su vida. Bertrana recordaba cómo Elisa le había atendido en su enfermedad y Pepita había pagado los abogados de varios encausados y había esperado a la salida de la cárcel. «Ganaban mucho dinero pero los repartían. En aquella época, el profesorado de Normal era de los mejor pagados, es decir, que económicamente serían media burguesía pero se identificaban con la clase obrera», recuerda Agulló.
Esta identificación se palpaba en su militancia política y sindical. Ambas fueron miembros del Partido Comunista de Cataluña (PCE), después unificado al Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC). También ocuparon cargos importantes en la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza (FETE) -de la UGT-, en la Unión de Mujeres Antifascistas de España (UMAE) y, a través de esta, a la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM).
Doble exilio y un retorno que nunca llegó
Por sus convicciones políticas, las hermanas tuvieron que exiliarse al acabar la guerra civil. Su actitud de militancia y solidaridad, sin embargo, no cambió. Atravesados los Pirineos, ayudaron a maestros y militantes a huir al continente americano, y bajo el terror nazi, se integraron a la Resistencia francesa. Más tarde, el anticomunismo del gobierno francés forzó que emprendieran un nuevo exilio hacia Berlín, a la desaparecida República Democrática Alemana (RDA).
Allí Elisa continuó su labor de promoción de los derechos de la infancia. Explica en una carta que el Día de la Infancia «es una obra suya, ya que el promovió con la colaboración de la UMAE y la FDIM», dice Manuel Martorell. La ONU instauró el Día Internacional del Niño en 1954, al parecer, respetando la fecha que había propuesto Elisa, el 1 de junio, y cinco años más tarde se hizo la Declaración de los Derechos de los Niños.
Las dos hermanas murieron en Berlín, sin que se les permitiera nunca volver a su tierra natal. «Fueron unas mujeres económicamente independientes y afectivamente libres. Se implicaron en el campo político, sindical, pedagógico… Fueron ciudadanas republicanas antes y después de la República», dice Mª Carmen Agulló.
Por todo ello, los autores y el Ayuntamiento del Valle de Egües han acercado la memoria de las Úriz Pi a través de la cultura popular, cambiando el callejero y con una exposición en cuatro idiomas. «Es muy interesante el esfuerzo que se ha hecho en Navarra para recuperar sus figuras pero, sobre todo, para darles una proyección social», dice Martorell. Por este motivo ahora hay una gigante que se pasea por las fiestas con el libro de Nelke, acercando a todos la historia de la maestra de maestros que fue castigada por explicar a sus alumnos la situación de la mujer en España.