Estamos viviendo momentos de importantes cambios: sociales, climáticos, de disponibilidad de recursos energéticos, en los sistemas de comunicación… Es importante que la educación no quede al margen por lo que es necesario un profundo debate sobre cuál es su sentido en este nuevo marco histórico.
Uno de los aspectos que considero básicos tanto en el momento actual como para el futuro es el de educar sobre las relaciones que establecemos con la naturaleza. Una educación que no se puede reducir a hacer unas actividades aisladas, excepcionales o puntuales o dedicarle algunos aprendizajes en asignaturas determinadas sino que ha de abarcar la educación en su sentido más integral (valores, contenidos, aprendizajes, relaciones…).
Afortunadamente algunas escuelas han empezado a ser conscientes de la necesidad de este cambio y han adecuado algunos espacios para llevar a cabo esta renaturalización tan necesaria: cambios en los patios con espacios verdes con árboles, parterres con diferentes tipos de plantas, etc. Acciones que siendo del todo necesarias son aún muy tímidas. Una de estas actividades es la del huerto escolar.
El huerto escolar es una actividad de primer orden para esta escuela que quiere educar en unas nuevas relaciones con la naturaleza. En el huerto escolar la tierra no es un ente abstracto del que se habla en los libros o en documentales, sino que es una realidad directa y vivencial que tenemos en nuestras manos y sus frutos dependerán directamente de nuestras acciones. El conocimiento, el respeto y la estima de lo que es y nos da la tierra tendría que ser uno de los principales objetivos de la escuela. Además, de la tierra también depende que se satisfaga una de nuestras necesidades básicas, la alimentación, y hay que educar para que sea sana y saludable.
En el huerto podemos acompañar y contemplar cómo nace y se desarrolla la diversidad de la vida. Para ello, hay que ejercitar los cuidados de lo que la tierra nos proporciona empezando por entender la importancia de las semillas autóctonas, de su diversidad, de la manera como se transmiten. ¡Quien controla las semillas, controla la vida!
Los huertos escolares también son una gran fuente de conocimiento de todo lo que es vivo, de la diversidad y de sus procesos vitales: los diferentes tipos de suelo, el papel del agua, del sol, de las estaciones… Un conocimiento que en los huertos se adquiere a partir de una experiencia directa y vital y que la escuela ha de ordenar integrándolo en su proyecto educativo y en el currículum.
La historia de los huertos escolares no es nueva. Para muchas escuelas republicanas ya era una actividad de primer orden. En Catalunya durante los años 70 se retomaron con algunas experiencias más bien tímidas, aunque, por ejemplo, en 1979 en la escuela de Bagà toma una importancia notable.
A partir de aquí se han hecho algunos cursillos y experiencias puntuales. Una de las más interesantes fue la que a partir del 1985 se llevó a cabo en la Casa de la Natura del Bages en la que se ofrecían cursos para maestros en las escuelas de verano que despertaron mucho interés. Fue un punto de partida para muchos huertos escolares en la Cataluña central puesto que este centro de educación ambiental coordinó un grupo de responsables de una veintena de huertos escolares. El Sindicato Unió de Pagesos se implicó asesorando a grupos de maestros hortelanos de varias comarcas y en algunas, incluso, hicieron un seguimiento huerto por huerto. También fue muy interesante encontrar de una manera relativamente fácil la colaboración de campesinos, a veces padres o abuelos de alumnos.
De una manera parecida durante cuatro años ( 2014-2017) desde el Casal del Mestre de Granollers estuvimos impulsando una red de escuelas hortelanas en la que participaron unas treinta centros educativos. Durante este tiempo aparte de ver las muchas posibilidades educativas de los huertos escolares pudimos constatar las principales dificultades para llevarlos a cabo.
La primera es que las escuelas no tienen asimilado el huerto como un proyecto de centro por lo que no está integrado en el currículum. Normalmente es la tarea de uno o unos maestros que de una manera voluntaria sacan horas de donde pueden para llevarlo. Un modus operandi que dificulta su continuidad. Integrar el huerto escolar en el currículum es del todo necesario para que tenga sentido y se puedan aprovechar todas sus posibilidades educativas. En este sentido quiero destacar los excelentes trabajos que publica la fundación FUHEM para trabajar para una educación ecosocial en la escuela entre los que hay el dedicado al huerto escolar: Sembrar el aula viva. Propuesta curricular para el huerto escolar.
Otra dificultad muy grande es la carencia total de formación del profesorado. Esto hace que, a menudo, después de la buena fe de los primeros intentos, muchos maestros lo acaben dejando. Para solucionarlo, desde el seminario comenzamos una experiencia de formación del profesorado parecida a la que se había llevado a cabo unos años antes en el Bages. Se crearon unos encuentros permanentes basados en el diálogo entre campesinos o gente ligada al campesinado y los maestros por lo que los saberes y la sabiduría de la tierra entró en las escuelas de una manera directa. Unos encuentros que fueron muy bien valorados por todos y que, creo, abren líneas de formación muy interesantes para el futuro.
Otra dificultad es la manera como se han concebido los espacios y los tiempos escolares, totalmente al margen de los ritmos naturales, fruto de un concepto de la educación alejada de la tierra y de la naturaleza.
A pesar de estas carencias algunas escuelas han empezado a trabajar el huerto de maneras muy diferentes. Unas, para superar la dificultad de falta de espacio, construyen pequeños huertos con cajones elevados que se pueden ajustar a la altura de niñas y niños. Es importante que, a pesar de la falta de espacio,el alumnado vayan a buscar a las semillas y los planteles y cuiden todo el proceso.
Otras intentan dedicar algunas horas; en otras, lo cuida un vecino o un familiar, generalmente jubilado, y los alumnos, como mucho, hacen alguna visita puntual. En otras es una actividad promovida y llevada a cabo por las madres y padres y que se hace en algún rincón del patio. Otras organizan salidas para ir a visitar huertos de asociaciones, cooperativas de consumo o de movimientos vecinales.
Actividades todas ellas de un gran mérito en el momento actual en el que el huerto desgraciadamente no se contempla ni en los horarios, ni en los espacios, ni en los currículos como tendría que ser pero que nos marcan un camino excelente y de primer orden si no queremos convertir la renaturalización necesaria de las escuelas en unos espacios puramente decorativos.
Agradezco a Josep Girabalt su colaboración en la redacción de este artículo