Uno de los temas que encuentro más relevantes en educación por el contexto informacional actual es el de la alfabetización digital para el desarrollo de la capacidad crítica y para identificar lo verdadero y rechazar lo falso. Si fuéramos parte de una sociedad donde los ciudadanos tragan mentiras como si fueran verdades, el panorama que se nos presentaría sería bien penoso. Y tal vez ya estamos abocados a un escenario así.
Siempre ha habido verdades y mentiras en los medios tradicionales (prensa, radio, tv). En Internet hay infinidad de torrentes y canales de información donde consumimos información, reaccionamos ante ella, la comentamos, la compartimos, y la hacemos viral. Parece del todo imprescindible saber qué es verdad y qué es mentira.
Tenemos ejemplos recientes de mentiras que se han vendido como realidades. Van desde simples e inocentes falsas alarmas (hoaxes), spamming, clickbaiting, hasta noticias que fomentan hábitos de salud perjudiciales, o las que promueven el cambio de percepciones políticas y que pueden decantar quien gana unas elecciones y, por tanto, qué rumbo coge un país, una política internacional, etcétera.
Sketch de Monty Pyhton’s Flying Circus, 1970.
Desde hace tiempo corre el simpático hoax de la carta de la University of Bern donde se rechaza a Albert Einstein como profesor. Esta carta, que se hizo viral, fue desmentida por la misma universidad. Hay muchas pistas que a simple vista nos dicen que es falsa: a) está escrita en inglés, cuando debería estar escrita en alemán, b) pone «University of Bern» cuando sería «Universität Bern», c) (viva el sentido del humor!) los sellos de EEUU en la parte superior derecha del mismo Einstein … Pues, corrió como la pólvora (incluso entre académicos), pero es una mentirijilla inocente.
Desgraciadamente, hay ejemplos más malintencionados que han afectado resultados en procesos electorales a todos los niveles. La lista de ejemplos es demasiado larga para ser abordada. ¿Qué hubiera pasado si la ciudadanía hubiera tenido más capacidad crítica? No la tenía, ya? Esto no lo sabremos nunca, pero sí sabemos que todo habría sido más justo. Estas mentiras ahora las han llamadas post-verdad, hechos alternativos y noticias falsas. El primer término fue la palabra del año 2016 según el diccionario Oxford y, aunque sobre todo se usa como sustantivo, es un adjetivo (p.e: política de post-verdad). Tiene que ver con apelar a aspectos emocionales y de creencias personales por delante de hechos objetivos para confundir a la audiencia y colarnos goles más fácilmente.
A veces las mentiras las orquestan los gobiernos o los medios de comunicación, directa o indirectamente. Según los sociólogos de la Escuela de Chicago (Mead, Cooley, Park, Goffman, etc), en primer lugar hay una realidad con objetos, eventos y procesos que pueden ser observados, y en segundo lugar hay un lenguaje o símbolos que los ponen nombre y crean descripciones del mundo real. Así pues, por un lado hay una realidad y después nuestra comunicación de ésta. Por lo tanto, la realidad no es independiente de la comunicación de la propia realidad. La realidad es producida por la comunicación; por el lenguaje. Y, si se trata de mentiras, pues allí queda la intoxicación y el espejismo.
Otro problema que resuena hoy relacionado con el discernimiento es el llamado filtro-burbuja (o filter bubble) por el que recibimos, a través de las redes, información fuertemente seleccionada y filtrada en función de nuestras prioridades. Diferentes algoritmos hacen que recibimos información poco plural y con un sesgo ideológico. Este problema de la realidad filtrada fue abordado en el discurso de despedida por el mismo presidente saliente Barack Obama: la promoción de grupos humanos y comunidades cada vez más aislados en los moldes ideológicos basados en opiniones y no en hechos. El mismo Facebook ya se ha visto interpelado a actuar para procurar poner freno a las noticias falsas o fake news. También hay páginas de verificación de hechos (fact checking) como factcheck.org o Snopes.com a nivel de EEUU, pero que en nuestro no funcionan.
Más allá de soluciones de inteligencia artificial que filtren las mentiras en los medios, el mejor filtro es tener una ciudadanía formada en el discernimiento y en la capacidad crítica. Una de las mayores preocupaciones de Vint Cerf, uno de los «padres» de Internet, es que la ciudadanía (y netizenship) tenga esta capacidad de discernimiento para poder protegerse. La alfabetización digital no puede centrarse sólo en el dominio de programas informáticos, sino también que debe promover el discernimiento.
Como afirma Bryan Alexander, hoy día los aprendices no son sólo consumidores de información sino que son actores que participan en la construcción y circulación de mensajes. Nuestra relación con la información y el conocimiento ha cambiado. Por eso hay que aprender capacidades técnicas, sociales y personales relacionadas con la alfabetización mediática e informacional.
Howard Rheingold ya lo previó hace unos años con el post «Crap Detection 101«. Propuso métodos para evaluar la credibilidad de lo que encontramos en la web mediante procesos de triangulación -que diversas fuentes creíbles certifiquen las afirmacions- y de preguntas que nos podemos hacer como por ejemplo: ¿quién es el autor del contenido? ¿Qué dominio web utiliza? ¿Qué diseño web tiene? ¿Tiene publicidad? Tiene fuentes rastreables, todo? Aquí tenemos que añadir habilidades de constrastació que implican saber buscar fuentes con las opciones de búsqueda booleana y avanzada en los motores de búsqueda. La búsqueda inversa de imagen con Google puede resultar muy útil para destapar mentiras.
Estamos ante un tema que, como educadores, debemos abordar poniendo toda nuestra atención e incluirlo a nivel curricular (a nivel de primaria, iniciativas como esta pueden ayudar a los estudiantes a identificar noticias falsas y mensajes falsos como el perpetrado por todo un ministro de un estado democrático). Y se debe tratar en secundaria, a la educación superior, a la educación de adultos, a nivel formal, no-formal e informal. Hay que tenerlo siempre presente. En palabras de Rheingold, «(…) Aspectos fundamentales de la democracia, de la economía productiva y del descubrimiento y del uso del conocimiento podrían estar en juego».
Referencia:
Carey, J. W. (2007). ‘A Cultural Approach to Communication’. In R. T. Craig & H. Müller (Eds.) Theorizing Communication. Los Angeles, London, New Delhi, Singapore: SAGE Publications.
Música de fondo: Some Humans ain’t Human, John Prine (2005)
Esta entrada ha sido publicada previamente en el blog de Marc Fuertes-Alpiste.