El liderazgo para el aprendizaje se está imponiendo como una buena manera de generar equipo, transformar la cultura de centro, contribuir a que la escuela sea una organización que aprende y mejorar los resultados de aprendizaje del alumnado. Disponemos de estudios e investigaciones internacionales y también en España que fundamentan teóricamente, muestran a través de evidencias y aportan prácticas de referencia en la formación de directivos de centros educativos contrastadas y exitosas desde la perspectiva del liderazgo distribuido.
Ahora bien, la gran mayoría de propuestas de mejora abordadas desde el liderazgo para el aprendizaje, cuando se refieren a resultados de aprendizaje del alumnado, se centran en los aprendizajes clásicamente académicos y con mayor consideración social. Conviene aprovechar esta mirada y centrarla también en el aprendizaje principal que debe cultivar la escuela: formar personas con criterio propio que procuren el bien común y sean capaces de contribuir a una ciudadanía más democrática e inclusiva que la actual. Estos aprendizajes éticos y morales no siempre se han considerado fundamentales en la práctica a pesar de que se declaren como principales.
Es necesario un buen liderazgo pedagógico que incluya entre sus objetivos la formación integral y democrática de su alumnado en valores
Por eso conviene destacarlos. Porque otorgan sentido y conforman el auténtico propósito de la educación y el sentido de la escuela. Y además, porque nuestro mundo nos plantea con crudeza retos como los que nos ha evidenciado la pandemia, problemas de bienestar emocional y salud mental, o como la emergencia climática, los totalitarismos de siempre y los nuevos, las desigualdades cada vez más graves y próximas a nuestras casas… que reclaman una educación y una escuela al servicio del bien común y la formación de un determinado perfil de persona y ciudadano. Es necesario un buen liderazgo pedagógico para el aprendizaje en las escuelas que incluya entre sus objetivos de mejora y calidad la formación integral y democrática de su alumnado en valores.
Un liderazgo de los directivos y equipos directivos que será eficiente y eficaz si mejora, en primer lugar, la capacidad de liderazgo del profesorado en la conformación de relaciones de reciprocidad y confianza que conforman la trama moral de la escuela ;y en segundo lugar, si mejora la capacidad de liderazgo del alumnado en la construcción de su personalidad moral.
Y como en todo proceso de transformación que quiera influir en el alumnado y repensar la escuela, será necesario dedicar tiempo y espacio para la reflexión, aprovechar y buscar recursos y tener confianza activa en el logro de acuerdos que orienten la mejora.
Tiempo y reflexión para identificar cuáles son los valores emergentes en nuestra sociedad y los que tienen nuestros jóvenes hoy y qué modelo de sociedad queremos; espacios de reflexión ética, recursos y confianza entre el equipo educativo para establecer itinerarios compartidos para transitar desde donde estamos a donde queremos ir: consolidando proactivamente determinados valores, resistiendo ante contravalores , conservando prácticas exitosas de educación en valores, innovando con nuevas prácticas y entornos… Y siempre aterrizando en el contexto real de la escuela por ejemplo: analizando lo que hacemos en las aulas, en el currículo, en los espacios no formales de la escuela en relación al mundo de los valores, o cómo enfocamos y regulamos el vinculo educativo con el alumnado y las relaciones entre iguales.
Este tipo de cuestiones -de carácter ético y moral- son con frecuencia controvertidas y generan diferentes reacciones iniciales en el profesorado. Es necesario escuchar con atención y comprender los diferentes valores y posiciones de los miembros del equipo docente sin que necesariamente suponga aceptación y acuerdo en todo. Conviene identificar ”las líneas rojas” para poder establecer puentes, identificar consensos y disensos en relación a los valores y las cuestiones controvertidas para compartir el mínimo de valores propios de una sociedad pluralista que la consoliden como sociedad democrática e inclusiva. Y también convendrá establecer pautas compartidas para la acción pedagógica en el centro así como para implicar y compartir con las familias.
Y como siempre y para influir efectivamente en el aprendizaje del alumnado- en esta ocasión, ético y ciudadano- también convendrá que el profesorado incorpore nuevos aprendizajes que les permita el uso de nuevos conocimientos y habilidades en este ámbito de su tarea educadora y que el centro facilite el apoyo organizativo para el cambio.
En definitiva, se trata de entender la perspectiva del liderazgo distribuido para el aprendizaje en sentido amplio: en pro de un concepto integral del aprendizaje escolar que integre aprendizaje ético y ciudadano y conocimientos, competencias y virtudes para profundizar y vivir en los valores de la democracia.