Aprender provoca bienestar. Es como si la naturaleza premiase las conductas que contribuyen a mejorar la vida. Darnos cuenta de que hemos aprendido algo produce satisfacción, incluso cuando el aprendizaje es el resultado de métodos transmisivos, repetitivos o memorísticos. El grado de satisfacción aumenta cuando la metodología y el proceso de aprendizaje son más activos. Es decir, la satisfacción es mayor si se aprende con actividades interactivas, creativas o haciendo proyectos de investigación. Pero todavía resulta más satisfactorio cuando al aprendizaje se le ve una aplicación, cuando tiene un sentido cívico y, además, cuando el aprendiz siente que se reconoce el resultado y el esfuerzo llevado a cabo. Y, probablemente, el máximo de satisfacción se logra cuando se crea una cosa nueva al aprender, algo que todavía no existía y que resulta útil en la comunidad.
Aprender de manera satisfactoria en los centros educativos ayuda a crear bienestar emocional en el alumnado. Al comentar los desafíos del nuevo currículum, la ministra de Educación nos decía: el alumnado que se siente bien aprende mejor; y al revés, si el alumnado aprende de manera satisfactoria, se siente bien y mejora su bienestar emocional.
Entendemos el bienestar emocional como un estado de ánimo en que el alumnado es consciente de sus pensamientos, ideas, sentimientos, emociones y deseos, y se siente capaz de hacer frente a las situaciones y tensiones de la vida cotidiana. Conseguir un estado de bienestar emocional no es fácil en un mundo tensado, competitivo, consumista y creador de expectativas fáciles, especialmente si nos centramos en la etapa de la adolescencia. En estas edades, el bienestar emocional está condicionado por muchos factores externos a la vida de los centros educativos, pero también es cierto que todos estos factores externos pueden interactuar con una vida educativa rica que actúa como un crisol donde fundir los malestares. Una actividad educativa con aprendizajes satisfactorios en los centros seguro que ayuda a mejorar la satisfacción y el equilibrio emocional del alumnado con efectos más allá del tiempo escolar.
Aunque es difícil realizar un listado de lo que nos ayuda a sentirnos emocionalmente bien, sabemos de algunas situaciones sobre las cuales hay consenso, especialmente en el ámbito educativo. Nos ayuda a sentirnos bien tener una red social de amigos y familia para relacionarnos, en la cual nos sentimos aceptados y valorados. También cuando podemos actuar o aprender en un contexto conocido y en un ambiente de grupo en el cual podemos hacer aportaciones y se nos reconocen. Nos ayuda emocionalmente poder exponer nuestras ideas y propuestas, también que se tengan en cuenta en la realización de la actividad colectiva y, finalmente, que podamos ver los resultados de nuestra participación y esfuerzo. El aprendizaje nos aporta un plus de bienestar emocional cuando aprendemos incidiendo en la mejora de nuestro contexto próximo, cuando hacemos una aportación que contribuye al bienestar colectivo y, naturalmente, cuando esta actividad se acepta y reconoce.
Es evidente que el aprendizaje que produce satisfacción depende directamente de la metodología que se utiliza para aprender. De la diversidad de metodologías de aprendizaje –transmisivas, memorísticas, individualizadoras, interactivas, cooperativas, etc.– aquellas que suponen una intervención en la comunidad con intención de mejorarla son las que reúnen el número más grande de virtudes pedagógicas para conseguir que el aprendizaje sea satisfactorio y genere un bienestar emocional en el alumnado. El mejor ejemplo de esta metodología lo encontramos en los proyectos de Aprendizaje Servicio.
Los proyectos de Aprendizaje Servicio se realizan en entornos próximos en los cuales el alumnado tiene que analizar y descubrir necesidades de la comunidad, muchas veces relacionadas con su vida, sobre las cuales podrá intervenir para ayudar a mejorar la situación. Esto aporta un sentido, una utilidad y una finalidad a todas las actividades de aprendizaje. Así mismo, el alumnado puede colaborar y decidir en todas las fases de realización del proyecto, exponiendo sus ideas y propuestas en una relación entre iguales. Durante el proceso el trabajo, preferentemente en grupo, cada cual puede aportar sus competencias, habilidades y cualidades personales. Las dinámicas de trabajo que se generan priorizan o facilitan la inclusión de diversidad de ideas, ritmos y capacidades de los participantes y, por lo tanto, nadie tiene que sentirse excluido. En estos proyectos el alumnado puede ver el resultado final de su esfuerzo. Además, en su fase final se realizarán actos de presentación, reconocimiento y valoración de los resultados, de los aprendizajes y de los esfuerzos realizados de manera individual, colectiva e institucional.
No es que las otras metodologías no generen satisfacción por el aprendizaje realizado. Haber aprendido algo siempre produce satisfacción y bienestar especialmente al final. Pero en los proyectos de ApS, la satisfacción y el bienestar se va generando durante el proceso. Colaborar en la mejora del propio contexto de vida, con relaciones entre iguales, con aprendizajes significativos y reconocimiento social del trabajo y de los resultados, hace que los proyectos de ApS promuevan la satisfacción e interés por aprender e incidan en el bienestar emocional del alumnado.