No hace mucho, la Fundación Catalana del Esplai organizó una jornada para presentar diferentes proyectos de ciencia ciudadana y para relacionar estas experiencias con el aprendizaje-servicio. Creo que fue una iniciativa acercada, con un gran futuro para todas las partes y con posibilidades claras de sumar esfuerzos en beneficio de los jóvenes, la ciencia, la educacion y, naturalmente, el entorno y de la comunidad. Vamos, pero paso a paso. Antes de preguntarnos por los motivos para vincular la ciencia ciudadana y el aprendizaje-servicio, dos palabras sobre aquellas dos tradiciones de trabajo participativo.
La ciencia ciudadana tiene como objetivo incorporar ciudadanos a la realización de tareas propias de la investigación científica. Animados por las enormes posibilidades que ofrece esta iniciativa, se han multiplicado los proyectos, y más que surgirán en el fututo. Tres ejemplos cas al azar: el Proyecto Golondrinas que estudia los pájaros en el medio urbamo y pide colaboración para hacer un censo de los nidos de golondrina cuablanca que permita conocer la población de estas aves, sus necesidades ecológia y también prevenir las medidas de protección que necesita la especie; el Proyecto Plástico 0 parte de la constatación de que buena parte de los residuos que producimos los humanos son plásticos y pretende, entre otras iniciativas, promover su localización y clasificación y también la detección de los microplásticos en la arena del mar para alcanzar en los dos casos un diagnóstico y buscar soluciones; el Poryecto Alerta Forestal está pensado para analizar el estado de salud de los bosques, y su propuesta es recoger datos sobre diferentes amenazas que pueden partir de los bosques con la intención de confeccionar mapas que nos den una idea de la situación actual, dle futuro previsible y de lo que cabría hacer para prevenir algunos problemas.
En estos, como en otros muchos ejemplos, estamos ante un proceso de creación del conocimiento gracias a la participación de la ciudadanía en tareas de investigación. La suma de múltiples colaboraciones realizadas por ciudadanos con una variada formación científica permite completar tareas imposibles de abarcar de otra manera y alcanzar así resultados relevantes. El diálogo entre científicos y ciudadanos ayuda a detectar temas socialmente relevantes, a hacerlo con un mayor control de la ciencia por parte de la ciudadanía y también a aumentar el eco social y la implicación del conjunto de la sociedad en los cambios que inevitablemente han de emprenderse en muchos órdenes de nuestra forma de vida.
En síntesis, la ciencia ciudadana es una magnífica herramienta de compromiso social y de democraticación del trabajo científico. Pero a más, permite a los ciudadanos implicados aprender sobre la temática investigada y realizar una contrubución cívica positiva. En este sentido es importante señalar que para aportar datos, interpretarlos o ayudar en el diseño de las investigaciones, quienes participan pueden contribuir a crear una opinión sobre los problemas abordados y a promover acciones de transformación.
Si ahora miramos la tradición del aprendizaje-servicio, nos encontramos con una gran variedad de proyectos. También tres al azar: niñas y niños que participan en una actividad de recuperación de la memoria histórica grabando personas mayores que explican aspectos significativos de su vida y después difunden los resultados; futuros maestros de primaria que haven un recuerzo escolar con niños y niñas que tienen dificultades de aprendizaje; un grupo clase que colabora con el Banco de Sangre y organiza en su barrio una campaña de promoción de la donación de sangre. Son algunos de los muchos ejemplos de una metodología que combina el aprendizaje curricular y el servicio a la comunidad.
Puede ser que ahora estemos en mejores condiciones de hacernos una pregunta que sobrevuela desde el inicia: ¿Para qué vincular la ciencia ciudadana y el aprendizaje-servicio? El motivo es muy claro: compartimos un núcleo común. En los dos casos los participantes aprenden (haciendo observaciones, actividades de investigación o simplemente estudian), en los dos se presta un servicio altruista a la comunidad (se ayuda a hacer investigación y a difundir los resultados, se ayuda a alguna entidad social), y todo ello se hace para alcanzar un reto real y, a veces, urgente que motiva el proyecto (paliar una necesidad de una persona o de un grupo, o bien responder a una pregunta científica con relieve social). Como decimos, ciencia ciudadana y aprendizaje-servicio tienen un mismo esqueleto conceptual: enfrentarse a problemas de mejora de la vida de la comunidad. Por tanto, podemos decir que la ciencia ciudadana es también aprendizaje-servicio, o bien que una de las modalidades del aprendizaje-servicio es la ciencia ciudadana. Naturlamente, los dos ámbitos tienen su propia especificidad, pero pueden establecer potentes sinergias en beneficio de la ciencia democrática y la educación comprometida.
Lo que imaginamos, en alguna medida, ya se está haciendo. La participación de las escuelas en proyectos de ciencia ciudadana no es novedad. De hecho, cuando se trabaja con escolares la metodología del aprendizaje-servicio a menudo ya está incorporada en los proyectos de ciencia ciudadana. Y tampoco es nuevo ver proyectos catalogados de aprendizaje-servicio que son buenos ejemplos de ciencia ciudadana. Está claro que los nombres y las tradiciones no merecen más tiempo. Creo que la cuestión es probar formas de colaborar que permitan al mundo de la ciencia y al de la educación introducir la ciencia ciudadana en el currículo de todos los escolares, y hacerlo con los requerimientos de la metodología del aprendizaje-servicio. Sería una contribución al conocimiento científico, a la democratitzación de la ciencia, a la formación científica de los jóvenes y, quizá por encima de todo, a s formación como ciudadanos con criterio científico, capacidad crítica y voluntad de intervenir en la transformación de las formas de vida que hoy van contra la vida.