Hemos debido entrecomillarlo todo, aunque en un título no quedase bien. La mayor parte de lo que se dice ahí lo requiere por formato, en el español hablado a uno y otro lado del Atlántico y porque, en esencia, los términos son en sí mismos incógnitos, quizá no hablan de lo que quieren decir y siempre están sometidos a las intenciones comprensivas de quienes los escuchan. Eso pasa a menudo en las escuelas con muchos conceptos, por eso el alumnado se aburre, o presta más atención a lo que no es objeto de estudio: el entrecomillado que siempre es comprender la maravillosa biodiversidad. Se podría hablar mucho del conjunto vivo, pero aquí nos vamos a dedicar a revolotear por el mundo de los insectos. Porque se lo merecen, aunque nada más sea para “lavar” un poco la inadecuada imagen que muchos tienen en la cultura universal. Hay que conocerlos para respetarlos, mucho más para quererlos. Aunque la gente no llega a entenderlos del todo; será debido a que la vida de los insectos parece un compendio de batallas por la supervivencia y, a veces, un idílico mundo que podría acontecer en el país de las maravillas y encantar hasta a la Alicia de Lewis Carroll. Por eso nos apetece hablar de ellos y aconsejar que se haga en la escuela.
Queríamos empezar resaltando, para que el alumnado reconozca su mérito, que el masivo desplazamiento alado hacia las flores comenzó cuando las angiospermas aparecieron sobre la Tierra. Hoy se calcula que el 70% de los cultivos de uso humano en España dependen de ellos. Tanto que los científicos está muy preocupados por su posible desaparición, por su incidencia en la formación de las frutas y en el desarrollo de las hortalizas. Además del enorme beneficio general que nos procuran, se puede hablar de curiosidades; suelen impresionar más al alumnado y abren la puerta a nuevos intereses y conocimientos. Comencemos hablando de maravillas aladas, de esos viajes extremadamente largos (4.000 km), si tenemos en cuenta la energía que pueden acumular, de seres tan diminutos como las mariposas monarca, famosas en Norteamérica por su millonaria eclosión multicolor. Que conozcan quienes no valoran mucho a los insectos que hay una diminuta libélula, de unos 4cm, que es la reina del desplazamiento, pues recorre 7.000 km entre la India y África con una sola intención: tener la humedad necesaria para reproducirse. Perpetuar la especie está en el ADN de todos los insectos, lo particular no cuenta para ellos.
En el mundo extraordinario de los insectos hay de todo, también juegos de tronos. Aquella casi transparente mariposa de cristal –de nombre científico Greta– que se alimenta de las sales minerales del excremento de un pájaro ecuatoriano; todo un ejemplo del complejo ciclo de la vida orgánico/inorgánico. Nos apetece hablar de una avispa cleptoparásita, utilizamos la rara palabra para decir que pone los huevos en los nidos de otras especies, como hace el cuco, un pájaro aprovechado. Así, cuando la larva brota se nutre del alimento almacenado, no sin antes haber matado a su huésped. Contado de esta forma suena mal, al contrario que su nombre Chrysididae. Nada extraordinario, o sí, es lo que hace la mantis escudo (Choeradodis sp), que se camufla inmóvil a la espera de una presa. Quizás se pueda entender un poco la dinámica de la supervivencia visionando la película Bichos de Pixar, fácilmente accesible en Youtube, para comentarla después.
¡Qué decir sobre el magníficos trabajo de los escarabajos peloteros?, que en España se encuentran en peligro por el uso de ciertos antiparasitarios en el ganado. ¿Se imaginan cómo estaría el monte si estos insectos no hicieran desaparecer los excrementos, las boñigas? Todo estaría lleno de parásitos, muy peligrosos para otras especies y para nosotros mismos.
Claro que estamos preocupados por saber si los insectos aumentan o disminuyen. Quienes están enfadados con las molestias que les causan afirmarán lo primero, los naturalistas que saben que cada especie ocupa su lugar en el entramado de la biodiversidad sentirán su pérdida. Hasta New York Times los mira y hace casi un año les dedicaba un artículo con título preocupante: “¿Vivimos un apocalipsis global de los insectos?”. Seguro que en esto tiene mucho que ver el cambio climático, que hace que en España, también por todo el mundo, muchas especies busquen refugio en zonas montañosas más altas, remontando los cauces de los ríos. ¿Qué les sucederá cuando lleguen a la cima? ¡Qué pena!, pues se han encontrado insectos fosilizados que vivieron hace más de 300 millones de años. Búsquenlos en Internet, el ámbar nos los conservó para admirarlos.
Acerquen una mirada objetiva a ellos en la escuela. No resulta fácil, pues cuenta mucho la subjetividad (las sensaciones, la cultura colectiva y las tradiciones, etc.) en la forma con que los humanos miramos y entendemos el mundo. Añádanle un poco se sensibilidad, como esa que evocaban los grillos con su “cri cri” en las noches veraniegas, o la Abuela Grillo, Direjna, que hacía llover en su camino por tierras bolivianas; mejor comenten en su clase las animaciones que la escenifican. Ahora, la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) avisa de que casi una tercera parte de las 750 especies de ortópteros (incluyen grillos, saltamontes y langostas) en Europa están en peligro. Si tienen curiosidad, si quieren conocerlos mejor, visiten la Guía de insectos de la península ibérica. Asómbrense de lo que decía el naturalista y fotógrafo Kjell Sandved: el alfabeto entero se encuentra en las alas de las mariposas. ¿Que no lo creen? Busquen las imágenes en Google: una auténtica maravilla que hubiera impresionado a Alicia en su país imaginado.
Elijan algún insecto del que tengan noticias interesantes, que viva cerca de su escuela, que por algo les llama la atención; intenten comprender su vida, elucubren cómo verá a sus competidores animales y a ustedes mismos; si se sentirá dentro de un juego de tronos o en un cuento como el “aliciado” país de las maravillas –allí nos sorprendían el mosquito, el tábano de caballitos de madera, el escarabajo Donald, la luciérnaga, la avispa, la oruga azul, la melindrosa meriendaposa, etc.–. Indaguen las razones por las que parte del alumnado tiene fobia a los insectos, como Alicia. Por cierto, no estaría de más saber qué dicen de ellos los libros de texto, cómo los tratan: en forma de juego de tronos –de los peligros que suponen para nosotros– o hablando de las maravillas que nos aportan –quizás confirmen que el planeta se podría llamar “Insectilandia” por el porcentaje de estos habitantes; se dice que hay 200 millones por cada ser humano–.
Intenten entender el mundo de los insectos, animen al alumnado a hacerlo para que los localicen en las mallas de la vida; en muchas cadenas son el origen de todo. Al final, cualquier calificativo que se ponga a tal o cual especie de insectos –lean colectivamente el poema Las moscas de Antonio Machado– debería ir entrecomillado porque en su vida la complejidad manda, a pesar de que cada una haya seguido procesos evolutivos condicionados por la interacción con el espacio que habitan, o del cual se vieron obligados a huir, máxime ahora con ese cambio climático o con las fumigaciones humanas, que no los dejan en paz. Atrápenlos en su pensamiento y déjenlos revolotear para que les enseñen que vivir en “Insectilandia” se convierte en epopeya siempre, aunque ni siquiera cambien las condiciones ambientales, que ahora lo hacen con una rapidez incomprensible.
Carmelo Marcén Albero (www.ecosdeceltiberia.es)