Hace años, cuando alguien decía que era bilingüe, todos entendíamos que esa persona hablaba dos lenguas. Hoy en día esa definición va un poco más allá y hace referencia a un diferente nivel de competencia lingüística en las cuatro destrezas de la lengua (reading, writing, speaking and listening) y en los diferentes grados de adquisición de esas destrezas.
A la luz de esta definición, el bilingüismo en las aulas tiene sentido si se trabaja desde un enfoque CLIL (content and language integrated learning). Dicho de otro modo, se trata de usar el lenguaje para aprender y de aprender a usar el lenguaje.
Una vez aclarado este concepto, conviene señalar que hay aspectos que nos alejan de lo que es un plan bilingüe y que lo convierten en motivo de queja para familias, profesores y centros escolares.
Veamos lo que no es bilingüismo:
- No es bilingüismo usar las áreas como excusa para enseñar otro idioma. Estas materias se trabajan usando la lengua como vehículo para acercarse a los contenidos. Pero a fuerza de usar la lengua para aprender, aprendemos la lengua. Aquí vendrían esas quejas que surgen por las redes de que se usan estructuras gramaticales que los alumnos no entienden. Respuesta:¿No terminan todos los cuentos diciendo “colorín colorado este cuento se ha acabado”? Vaya, ¿una pasiva refleja para niños pequeños?
- No es bilingüismo atiborrar a nuestros alumnos con listas de vocabulario o memorizar textos de un libro. Tienen que comprender los contenidos y ser capaces de transmitirlos en una lengua o en otra.
- No es bilingüismo que el profesorado, en vez de exponer los contenidos, lo haga siempre a través de vídeos porque “no tengo buen nivel y no quiero hacer el ridículo o que alguien me oiga y piense que no estoy preparado”.
Para conseguir efectividad en el bilingüismo necesitamos profesorado con un alto nivel de competencia, por supuesto empezando por la competencia lingüística y comunicativa. El hecho de poder justificar un nivel B2 no asegura que vayas a ser capaz de transmitir con fluidez y dominio de la materia los contenidos (aunque en el Marco Europeo de las Lenguas se recojan las habilidades lingüísticas para cada nivel). Claro que sería importante que el profesorado tuviese un nivel C1, pero en realidad lo que hace falta es que ese B2 sea real y no sólo justificado por una “habilitación” en la que no se demuestra la habilidad. Y, lamento decirlo, hay muchos profesores que no quieren reconocer sus carencias en cuanto a nivel comunicativo para evitar verse cuestionados. A esto, además, hay que añadir que una cosa es el nivel de manejo de una lengua y otra muy distinta es la formación didáctica y pedagógica para enseñar esa lengua. Aquí entraríamos en el tema de la formación de los futuros maestros que, en mi humilde opinión, debería mejorar. Pero eso sería tema para otro debate.
Un maestro que no se forma y se renueva se anquilosa. Un maestro que no se forma, no piensa en lo que sus alumnos necesitan. Necesitamos estar en constante progreso en el conocimiento y manejo de diferentes áreas de conocimiento: la metodología, el desarrollo cognitivo, la neurociencia, las dificultades de aprendizaje y los diferentes enfoques para abordarlas… Y luego, claro, llevar esos aprendizajes al aula.
Los profesores de los programas bilingües necesitaríamos poder acceder a clases de conversación con nativos para que nos ayudasen a adquirir “fluency and accuracy” y/o a perder el miedo a hablar en público en otro idioma, a repasar esos contenidos gramaticales que tenemos algo oxidados… pero aquí ya entramos en lo que la Administración esté dispuesta a dar. Tendrían que plantearse de una vez por todas ese gran pacto institucional y político por la educación, porque de ella depende el futuro de un país.
Pero no quiero terminar sin animar a mis compañeros a seguir con esta labor porque los beneficios se notan. Si comparamos con el alumnado de hace unos años nos daremos cuenta de que el nivel de comprensión, tanto oral como escrita, la habilidad comunicativa y la capacidad para disfrutar de expresiones culturales (cine, televisión, música…) en otro idioma han mejorado exponencialmente. Muchos adquieren gusto por los idiomas y valoran su necesidad en el futuro. Han perdido el miedo a utilizar una lengua distinta a la materna en público. Establecen relaciones personales en cualquier ámbito, saben desenvolverse con bastante soltura cuando tienen la suerte de viajar al extranjero y “salvan” a sus familias en más de una ocasión.
En definitiva han descubierto que el dominio de uno o varios idiomas les abre las puertas de este mundo global que les ha tocado vivir.
Así que nuestro esfuerzo de docentes merece la pena. Debemos acompañarlos en este camino plurilingüe y transmitirles ilusión y ganas de aprender y de saber.