Hace ya un tiempo que, aparte de mi trabajo como educadora en secundaria y bachillerato, dedico otros momentos a la formación del profesorado. Para mí siempre ha sido grato compartir conocimientos y experiencias con mis iguales y ayudar a la formación en tecnologías a los compañeros, tanto de mi centro como fuera de él. Por ello acepté la coordinación TIC de mi colegio y me preparé como trainer.
Sin embargo, algo nuevo surgió como propuesta para nuestro equipo y se convirtió en reto: la formación TIC de las familias del centro.
En un principio, nada tendría que ser excesivamente distinto a una formación de adultos habitual, exceptuando unos cuantos obstáculos a tener en cuenta.
El nivel de conocimiento y uso de las tecnologías de la comunicación varía tremendamente dependiendo del nivel económico y social de las personas, así como de su formación y desempeño profesional. Siendo mi centro un sitio plural y diverso, nos estábamos enfrentando a varios tipos de adultos: los que trabajan a diario con la tecnología móvil, profesionales de redes, personas que usan su móvil de manera habitual pero con usos muy concretos, y otras que, a pesar de tener dispositivos en casa, dependen de sus hijos para manejarse. ¡Todo un abanico variado de posibilidades!. Y, para colmo de males, nuestra pandemia que nos ha obligado a permanecer largas temporadas alejados unos de los otros, impidiendo el contacto presencial fuera de la burbuja de convivencia.
A pesar de ello, las familias de nuestros alumnos saben que es necesario conocer un mínimo de tecnología para tener una idea de cómo está evolucionando el mundo y, sobre todo, de cómo lo hacen sus hijos, dentro y fuera del ambiente escolar.
Se pensó iniciar un primer contacto con las familias para recibir ideas y propuestas, y comprobar si existía interés por su parte. Una vez recopilados los datos y viendo que realmente contábamos con un amplio sector de familias receptivas, imaginamos cómo podríamos hacer una formación asíncrona adecuada.
Nos decidimos por la asincronía fijándonos en los distintos horarios de trabajo, las diferentes cargas familiares y pensando que lo lógico era permitirles acceder a materiales y ejercitación cuando quisieran y las veces que lo necesitasen. Había que tener en cuenta también la disparidad de dispositivos: tenemos familias que solo disponen de móviles, algunas que solo cuentan con una tablet para todos, otras que tienen varios dispositivos de todo tipo. Y hay que pensar que, aunque el funcionamiento de las aplicaciones básicas es el mismo en general, no tienen el mismo aspecto a veces ni las opciones se encuentran en los mismos sitios.
Hay que decir, con admiración, que las familias poseen deseos de aprender y, sobre todo, de ayudar a sus hijos en lo posible. No solo pidieron formación en las herramientas más habituales que pueden serles de utilidad (correo electrónico, documentos on line, calendarios, organización de documentos, videoconferencias…) sino que recalcaron la necesidad de formación en seguridad en la navegación, identidad digital, privacidad, netiqueta, ciberbulliyng y otros problemas relacionados con el uso de Internet y redes sociales por parte de los hijos. Los padres necesitan saber a qué se enfrentan, qué problemas pueden encontrar y qué tipos de soluciones hay.
Optamos por un modelo de comunicación vía newsletter con envío fijo paralelo y enlazado a un canal de Youtube donde tengan acceso a videotutoriales preparados por el equipo, cortos y prácticos, y a una selección de vídeos y enlaces educativos escogidos especialmente para las partes más teóricas. El feedback se realiza a menudo, por si hay que ir variando temas o metodología según sus necesidades. Por supuesto, se les da opción a videoconferencia para quien requiera resolver cuestiones concretas. También hemos empezado a trabajar en niveles distintos de formación, para cubrir más necesidades o inquietudes.
Éste es nuestro segundo año en esta magnífica experiencia. Es difícil lidiar con la no presencialidad y con un tipo de relación profesor-alumno tan especial, pero creo que es necesario ayudar a cubrir ese hueco en nuestras escuelas y vivir el sentido integral de la formación, la de todos. De este modo, no es solo la escuela, sino la comunidad la que muestra el deseo de que las TIC se integren como herramienta de aprendizaje segura y efectiva para nuestros menores.